Desde 1944 Estados Unidos y México firmaron un tratado para compartir el agua del río Colorado y el río Grande (Bravo). En el norte del país históricamente se ha presentado una sequía por factores meteorológicos. Si a eso se añade la contaminación del agua originada por el fracking, por ejemplo, en la Cuenca de Burgos, y el consumo masivo de ese líquido para la actividad minera, el riesgo de que Donald Trump, quien busca la presidencia de Estados Unidos, cancele ese tratado de asignación de agua de los ríos que cruzan ambos países conduce a la duda: ¿de dónde se abastecerá esa región?
Ciudad de México, 23 de mayo (SinEmbargo).– El norte se está secando. El fracking, además, está contaminando el agua y las mineras la saquean de las comunidades. En medio de este escenario, se suma una nueva calamidad: si el virtual candidato republicano Donald Trump, como parte de su plan de construir un muro fronterizo, decide cancelar el Tratado de Aguas de 1994 entre Estados Unidos y México, ¿de dónde beberá esa región del país?
Entre ambas naciones corren los ríos Colorado y Grande (Bravo) de Fort Quitman, Texas, hasta el Golfo de México. El 3 de febrero de 1944 se firmó un acuerdo en el cual Estados Unidos se comprometió a asignar a México el 10 por ciento del flujo de agua del río Colorado y las dos terceras partes del río Grande.
Este acuerdo «podría complicar el plan de Trump de construir un muro», expuso Sara Jerome en el portal especializado Wateronline. «En las zonas donde la frontera está definida en tierra a través de Nuevo México, la mayor parte de Arizona y California, las estructuras del muro tendrán que ser construidas de manera que la pared no obstruya la ruta natural del agua o induciría a inundaciones. Construir en esas áreas podría ser complicado y costoso», añadió la agencia Associated Press.
Sin embargo, el aumento de la demanda de agua y la reducción de los suministros derivado de la sequía y las altas temperaturas incrementan los desafíos y el cumplimiento del tratado.
El análisis de la empresa estadounidense Stratfor «Agua, el otro problema fronterizo entre Estados Unidos y México» afirma que el río Grande ha sido vital para el crecimiento económico de la región, especialmente en México, donde su agua es crucial para la manufactura y el sector energético, «pero la alta demanda y las presiones ambientales incrementarán la tensión sobre los recursos hídricos en las próximas décadas».
Además de las aguas superficiales, ambos países comparten alrededor de 20 acuíferos subterráneos que abastecen a la población y economía de la frontera, aunque su uso no está regulado bajo ningún tratado internacional.
El reporte expone que la agricultura es la actividad que más consume agua, pero a eso se suma el crecimiento demográfico y el rápido desarrollo de la manufactura, en especial el sector automotriz, clave para la economía mexicana. Asimismo, el sector energético –en el marco de la reforma energética– elevará su consumo de agua, incluyendo el fracking, en sitios localizados en el Río Grande.
Estos factores, prevé el análisis de Stratfor, harán que las porciones del río Grande disminuyan hasta un tercio a finales de este siglo. Por ello, concluye, el sector privado y los gobiernos deben enfocarse en medidas como el reciclaje de agua y diminuir el fracking.
A LA SEQUÍA SE SUMA EL FRACKING Y LAS MINERAS
En el norte del país históricamente se ha presentado la sequía por factores meteorológicos. Compartir el agua del río Colorado y el río Grande resulta más complicado durante este fenómeno.
La sequía es la disminución o ausencia de las precipitaciones de una región durante un periodo que se estima lluvioso, lo que ocasiona una escasez de agua para los diferentes usos como el consumo de las comunidades o la actividad agrícola e industrial. Si se prolonga puede desequilibrar los sistemas ecológicos e hidráulicos de una región.
En Tamaulipas, durante las dos últimas décadas ha existido una tendencia a la disminución de la lluvia y con ello una menor disponibilidad de agua, de acuerdo con el artículo «Lluvia y sequía en el norte de México» realizado por la investigadora Elizabeth Esquivel del Instituto Nacional de Ecología. En el caso de Chihuahua, una sequía persistente ha reducido drásticamente la cantidad de agua en las presas del Conchos, y las presas se encuentran más vacías que cuando fueron inauguradas.
En noviembre de 2011, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Durango, Nuevo León y Zacatecas enfrentaron la peor sequía en 70 años, la cual provocó pérdidas en la ganadería y los cultivos de maíz y trigo.
La distribución inequitativa del agua, sumada a la sobreexplotación y a la contaminación, reducen significativamente la cantidad de líquido disponible para el consumo, situación que se agrava cuando se atraviesa un episodio de sequía, alerta Miguel Esparza en su texto «La sequía y la escasez de agua en México».
A la sequía se añade la contaminación del agua generada por la extracción de gas shale mediante el fracking. En México hay 934 pozos que utilizan esta técnica, de acuerdo con la Alianza Mexicana contra el Fracking (AMCF). Del total, 250 pozos se ubican en la Cuenca de Burgos, localizada entre Tamaulipas y Nuevo León.
Asimismo, la falta de agua se debe a la extracción de la actividad minera. Las 417 empresas mineras enlistadas en el Registro Público de Propiedad de Agua consumen el mismo volumen del vital líquido que más de 3 millones de habitantes al año, reveló el estudio “Concesiones de agua para las mineras”.
Los estados de Sonora, Zacatecas y Michoacán son los que concentran la mitad de la extracción de agua para la minería en el país, de acuerdo con la investigación realizada por CartoCrítica y la Fundación Heinrich Böll.
La minería es una de las industrias más intensivas en el consumo de agua, ya que afectan tanto la disponibilidad como su calidad. El impacto de la minería sobre el agua debe considerarse en tres dimensiones: alto consumo, contaminación y destrucción de las fuentes de agua, determina la investigación.
Grupo México, Goldcorp y ArcelorMittal consumen casi la mitad del agua destinada a la minería en México, que representa al menos 437 millones de metros cúbicos anuales. Esto sucede mientras que más de 13 millones de personas no cuentan con el servicio en sus casas.