Mujeres al volante: Transporte exclusivo, violencia y desigualdad en la Ciudad de México

23/04/2017 - 12:05 am

Viajar por la capital mexicana en transporte público es una experiencia intensa: las millones de personas que viajan diariamente en esta megalópolis lo saben. Y si son mujeres, el riesgo aumenta. Ante las problemáticas de inseguridad, acoso y violencia, surgió Laudrive, un servicio privado «de mujeres para mujeres», a partir de ahí, la socióloga Delfina Schenone hace un análisis sobre la necesidad de educación y medidas de seguridad integrales, en vez de servicios exclusivos.

Por Delfina Schenone Sienra

@delfiss87

Ciudad de México, 23 de abril (SinEmbargo).– Desde el primero de marzo funciona un nuevo servicio de taxi on demand exclusivamente conducido por mujeres y para mujeres llamado Laudrive. “Más que un servicio de transporte, lo que nosotros vendemos es confianza para todas las involucradas” asegura la empresa radicada en la ciudad que tiene el transporte más peligroso de América Latina y el Caribe. Una vez más aparece una iniciativa para evitar el acoso sexual e implica separar a hombres y a mujeres. El mercado toma nota de las falencias del Estado y crea un negocio en donde hay una necesidad.

Viajar por la Ciudad de México (CdMx) en transporte público es una experiencia intensa: las millones de personas que viajan diariamente en esta megalópolis lo saben. Subir al Metro o al Metrobús un viernes por la tarde durante la temporada de lluvias puede ser uno de los momentos de mayor cercanía física con un/a desconocido/a que alguien pueda vivir. Siendo mujer la cuestión empeora: la posibilidad de acoso sexual es alta y por eso muchas prefieren viajar en los vagones exclusivos que, aunque no representan una solución al problema de la violencia, sí logran dar un respiro a muchas mujeres.

Un informe realizado en 2016 por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) señaló que México tiene el sistema de transporte más peligroso para las mujeres en América Latina y el Caribe. Asimismo, otros estudios concluyeron que las mujeres de la ciudad realizan aproximadamente 10 millones de desplazamientos al día, de los cuales 73.9 por ciento son en transporte público (ONU Mujeres, 2015); el 90 por ciento de las encuestadas ha sufrido actos de violencia en el transporte público de la ciudad (Zermeño y Plácido, 2009), el 60.2 por ciento de las mujeres de la CdMx han sido víctima de violencia sexual (Endireh 2011, cit. en ONU Mujeres 2015) y el 81.4 por ciento se siente insegura de vivir y/o transitar en la ciudad (ENVIPE, 2015 cit. En ONU Mujeres, 2015).

Si se toma el caso del Metro, en 2016 se registraron 671 casos de acoso sexual a mujeres, según informó Jorge Gaviño, director del Sistema de Transporte Colectivo Metro. Sin embargo, señaló que la mayor parte de los casos no llega formalizar una denuncia. Esto se debe a que en el momento en que una mujer busca a un policía para denunciar al agresor, se desencadena un proceso de revictimización. Se desconfía de la palabra de la agredida, se minimizan los hechos y se busca solucionar el incidente mediante una disculpa del agresor desestimando a la víctima a denunciar en el Ministerio Público. De hecho, según un informe presentado por cuatro organizaciones sociales que evaluaron la implementación de la Estrategia 30-100 para prevenir la violencia contra las mujeres en la CdMx en 2016, la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) reconoció que aún no existe un protocolo de actuación policial para enfrentar violencia en el transporte público.

La aparición de servicios de transporte exclusivos para mujeres no es novedad en la capital mexicana. Pareciera ser que en esta ciudad una respuesta común al problema de la violencia sexual en el espacio público consiste en dividir a hombres y mujeres. Desde el 2008 se puso en marcha el programa “Viajemos Seguras”, a partir del cual se crearon vehículos y vagones exclusivos en el Metro y Metrobús para mujeres entre otras medidas, que siguen existiendo hoy día a pesar de que no se sabe con certeza cuál ha sido su eficacia. Mientras el Gobierno señala que las denuncias han bajado, las organizaciones sociales lo contradicen diciendo que se desestima a las víctimas a denunciar, lo que genera mayor subregistro del que existe normalmente en estos casos.

La cuestión es que el problema de fondo – la violencia sexual y el acoso en el espacio y transporte público– sigue existiendo y son necesarias medidas integrales, como políticas de educación sexual o sensibilización de la población en problemáticas de género que eduquen a los varones a no violar en lugar de enseñarle a las mujeres cómo evitar ser violadas. Es decir, más educación y menos servicios exclusivos.

“TENÍA QUE SER MUJER”

Uno de los estereotipos machistas más comunes es el de asociar a las mujeres con la mala conducción de vehículos. Manejar, comprar y hablar de carros pareciera ser aún un territorio exclusivamente masculino. ¿Cuántas veces se encuentra un taxi conducido por una mujer? ¿O un metrobús? Probablemente, pocas veces. Y esto es así porque el rubro de transporte es uno de los que tiene mayor presencia masculina.

Según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) que realizó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2016 las mujeres representaron el 43 por ciento de la población ocupada de la Ciudad de México. Si se observa su participación en el sector de actividad económica “Transportes, comunicaciones, correo y almacenamiento”, se puede ver que representan el 20 por ciento de la población ocupada en ese sector, siendo éste el tercero con más presencia masculina.

Gráfico Elaboración De La Autora a Partir De Datos Enoe Inegi 2016

Una iniciativa, como la de Laudrive, que incluya a las mujeres en este mercado laboral puede tener un efecto positivo aunque no se lo proponga de manera explícita. Sin embargo, la aparición de un servicio de este tipo responde a una necesidad de mercado y como todo emprendimiento privado, en el momento en que deje de ser rentable, seguramente dejará de existir. Por eso se necesitan políticas públicas con perspectiva de género que combatan la desigualdad horizontal en el mercado laboral.

Pero, ¿qué es la desigualdad horizontal? Es la participación dispar de hombres y mujeres según el sector de la economía o rubro de trabajo. Esto sucede, por ejemplo, en aquellos empleos de fuerza (como la construcción) donde suelen tomar más hombres por ser ocupaciones consideradas masculinas. O trabajos de servicio de limpieza o cuidado donde sucede lo contrario por ser tareas que involucran supuestas cualidades femeninas.

Además, no sólo existen profesiones u ocupaciones más masculinas o femeninas que otras, sino que también existe una desigualdad en las posiciones que ocupan hombres y mujeres dentro de la jerarquía de cada sector, en donde los primeros suelen tener posiciones más altas y llegar a puestos de decisión en mayor medida que las mujeres. Sin ir más lejos, aunque Laudrive se define como un servicio de mujeres para mujeres, cuando se observa quién dirige la empresa se puede ver que es (¡sorpresa!) un hombre.

Ambas desigualdades son explicadas a partir de cuestiones culturales e ideológicas (estereotipos, preconceptos, representaciones, culturas institucionales, entre otros), donde se atribuyen características diferentes a hombres y mujeres “por naturaleza” y a raíz de esa supuesta diferencia natural se justifica que estén capacitados o capacitadas para realizar distinto tipo de tareas. En el caso de las mujeres, se les visualiza como más competentes que los hombres para realizar tareas de servicio, cuidado o manejar relaciones sociales, por lo cual se explica que estén sobrerrepresentadas en el sector no manual. El problema es que al ser barreras implícitas e informales son más difíciles de detectar y modificar.

En este sentido, la aparición de un servicio de transporte exclusivo no va a terminar con el problema de la violencia y acoso sexual de las mujeres en el transporte público ni tampoco a modificar la estructura del mercado laboral. Pero sí permite contrarrestar la desigualdad horizontal en el mercado de trabajo: brindar más oportunidades de empleo a las mujeres de la ciudad y enviar un mensaje a otras empresas para que sigan el ejemplo de contratar a trabajadoras en aquellos rubros donde escasean. Y mientras tanto se otorga un servicio en el que ellas se puedan sentir seguras hasta que se implementen mejores políticas gubernamentales para solucionar el problema de la violencia de género.

Sobre la autora

Delfina Schenone Sienra es socióloga por la Universidad de Buenos Aires, Maestra en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso México) y especialista en estudios de género.

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Redacción/SinEmbargo
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