En una terraza del Palacio Cantón de Mérida, a cielo abierto y bajo la Luna, la coreógrafa Tatiana Zugazagoitia instaló al público curioso en el corazón de un delirio. Ella y otros cuatro danzantes exploraron las complicidades naturales entre la danza y el deseo. Con poemas tatuados en el cuerpo, ella y Ana Flores, Andrea Urbán, Alfonso García, Pablo Rangel; iluminados por Christian Rivero, vestidos y desvestidos por Mónica Aranda, con la música compuesta por Alejandro Basulto, construyeron con sus movimientos algo mejor que un sueño, una danza insomne que alegró la noche. Qué mejor presentación para un libro sobre la noche y el deseo que instalar a todos en el escenario del deseo, a la luz discreta de la luna.
Por Alberto Ruy-Sánchez