Gerardo Grande
23/01/2016 - 12:03 am
Cuando la música también es poesía
Conocí a Saúl Fimbres una mañana de julio en el aeropuerto de la Ciudad de México.
Conocí a Saúl Fimbres una mañana de julio en el aeropuerto de la Ciudad de México. Antes sólo habíamos intercambiado unos cuantos correos donde hablábamos de Woody Guthrie y del folk más reciente.
Él llegaba del norte del país al Distrito Federal con intenciones de grabar su primer álbum en estudio. Descubrí su música gracias a un amigo en común que regresó de un viaje con un demo (ahora perdido) de Saúl. “Escúchalo, a ti que te gusta esta música. Lo conocí en Tijuana y en verdad que es bueno.” algo así me dijo.
Recuerdo que la primera vez que lo puse fue una madrugada después de una fiesta. No podía dormir. Me había cebado unos mates, se sentía el frío intenso de esa hora previa al amanecer, y la música de Saúl sonó. La mujer que en ese momento dormía en la habitación se acomodó placenteramente bajo las sábanas; al despertarse me preguntó si en la madrugada había puesto música, una música muy linda, me dijo.
Ahora pienso que no pude encontrar mejor momento para conocer el potencial creativo de Fimbres. Cuando escuché aquel demo, descubrí que estaba frente a una profunda y singular propuesta, pero también supe que sería complicado que esta música pudiera llegar a un número amplio de escuchas. Entendí que no sería fácil escuchar esas canciones en la radio, por ejemplo.
Sucede que la música de Saúl es atemporal; pido que esto se tome como un adjetivo a su favor. La música de la que viene se escucha en el sur de Estados Unidos desde inicios del siglo pasado y en México no es una música muy difundida, aun cuando existen propuestas nacionales con estas influencias.
Este joven apuesta principalmente por ritmos como el folk, el blues rural; el country; el góspel y otros ritmos con tintes incluso hillbily. Saúl Fimbres nos trae una reinterpretación de lo que ya se cantó hace varias décadas, pero con una visión de un autor de nuestro tiempo.
Y es que, ya lo he citado antes, el folk no es sólo una guitarra acústica y una voz como lija, el folk es reinterpretar para las nuevas generaciones lo que otros ya tocaron, según Micah P. Hinson.
Así, Fimbres nos entrega canciones de letras potentes que dan testimonio de una sociedad atrapada en el consumo desmedido y de un país que se cae a pedazos, “las neuronas se apagan/como un astro a su tiempo/la luz brilla y se despide/es la naturaleza del concierto/ todo en el vacío envuelto/ [..] nena este es el siglo XXI te va a hacer llorar/pero siempre nos queda usar anestesia”.
Saúl apuesta por contar historias a veces narradas o bluseadas al más puro estilo de Bob Dylan y para prueba de esto podemos poner el último tema del Blues de las amapolas, primer disco de Saúl, editado en 2014: “Bueno llegué a Jalapa/ me encontré a un amor que me prometió cariño bajo ninguna condición/me ahorraba las vueltas me entretenía con piruetas/pero si la princesa quería algo tenía yo que robarlo de la tienda/dicen que hacía con la lengua la danza del venado/supongo que eso también lo aprendió en mi estado” dice Saúl en Ice cream talkin’ blues canción que me parece un logro porque a pesar de las rimas inmediatas hay un buen manejo del fraseo para que este tema cuente la historia de un chico vagabundo y sus amores. Entonces sucede la magia y Ice cream talkin’ blues se acerca a esos blues de los inicios de Dylan. Pero no sólo está Bob en este joven cantautor, también está la rudeza de Leadbelly y el canto de Hank Williams.
Como en la canción La noche entre los humillados, mi favorita de su primer álbum en estudio. “Porque nadie te va a perdonar/cuando caiga la noche entre los humillados/ninguna mano te va a ayudar/cuando salga el sol entre los adinerados/al decir tu nombre las moscas en mi cara se amontonan/las sabias palabras en tu boca no entonan/de tu barca has jugado mucho tiempo con las velas/y cuidado porque aquí viene el viento” y entramos a un momento intenso de pura armónica.
Después del aeropuerto fuimos a una fiesta donde Saúl tocó algunas canciones. Después de eso no lo volví a ver hasta varias semanas después. Ya estaba en la búsqueda de grabar su disco, luego de unas peripecias con su guitarra y un par de departamentos. Grabó su disco y dio unos recitales. No nos vimos más.
El año pasado en una feria internacional del libro, antes de dar mi lectura, sonó La noche entre los humillados, fue una buena coincidencia que obviamente nadie planeó. No supe si Saúl se enteró que su música sonaba por allá. Y creo que no; porque de eso también se trata la poesía de furia y amanecer, de romper barreras geográficas y comunicarse con otros astros.
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