La Compañía Fénix Novohispano, presenta en el Ex Convento de Regina, la relación entre Octavio Paz y Bona Tibertelli, como parte del ciclo 100 años de parejas culturales y sus gustos gastronómicos. El 27 de septiembre, a las 19 horas.
Ciudad de México, 22 de septiembre (SinEmbargo).-1952, París. Octavio Paz tenía 38 años y Bona Tibertelli, 27. Era esposa del famoso crítico literario francés André Pieyre de Mandiargues, quien se hizo amigo del poeta mexicano y lo incluyó en la selección de escritores de la Pléyade francesa, editorial que aún publica a los escritores más importantes del mundo.
Eran amigos, pero Paz se enamoró de la esposa de André. Fue bien correspondido. El poeta mexicano quedó hechizado no solo por encantos femeninos de Bona, sino por su inteligencia y sensibilidad como pintora, crítica de arte, escritora, lectora y gran conversadora. Era una mujer nacida en cuna de agua, aunque él decía que también en cuna de oro de las letras y la pintura, porque la joven nació en Roma.
Fue una pasión amorosa, erótica y sexual que duró una década. Sin embargo, y ya con planes de boda, el poeta mexicano fue sustituido por un pintor oaxaqueño, quien además de la pintura poseía una gran sensibilidad para delinear la figura desnuda de Bona entre sus brazos.
El esposo, Mandiargues, escribió a su amigo Paulhan:»Ya sabrá usted, probablemente, que Bona ha cambiado de mexicano. Ha prescindido de Octavio con una prontitud que hasta a mí me sorprende. Se fue a Mallorca con un muy joven pintor, indio puro de esa región del Istmo (Juchitán) en la que aún reina el matriarcado… Ha dejado también a Paz por otro mexicano, esta vez uno de pura sangre azteca”, reiteraba.
Se trataba del pintor Francisco Toledo, de 20 años de edad y quien viajó a parís en 1960, acompañado de Rufino Tamayo. Este lo tomó bajo su protección y comenzó a apoyarlo entre sus coleccionistas y galeristas. En ese ambiente Toledo conoció a Bona, quien para ayudarlo, en 1961 pidió a Paz consiguiera alojamiento para el joven pintor en la Maison du Mexique de la ciudad Universitaria de Paris. Bona lo toma como amante y deja a Paz, con quien planeaba casarse en 1962, una vez divorciada de André.
Ante el abandono y la traición, Paz quedó destrozado, se fue como embajador a Nueva Delhi producto de ese dolor nació la obra de teatro La hija de Rapacini. Esta pasión amorosa fructificó en toda la obra de Paz, no sólo en el teatro; también en la poesía (Piedra de sol) y su manera de sentir el mundo.
Finalmente, Bona regresa a los brazos de su esposo, con quien tuvo una hija. Fue ella quien mostró al escritor mexicano Guillermo Sheridan la correspondencia de su madre con Paz. La joven cedió la historia amorosa porque sus padres ya estaban muertos. La crónica amorosa y erótica entre Paz y Bona se recreará el jueves 27 de septiembre a las 19:00 horas en el Ex convento de Regina (Regina No. 7, Centro Histórico), donde se deleitarán platillos elaborados por la chef Elvira Abarca.
Será una cena mexicana-francesa que incluya platillos de ambos países, acompañada de vino y música en vivo interpretada por un cuarteto de cuerdas y dos sopranos. Desde «La vie en rose», hasta «Bésame mucho», recordarán el romance. Así cerrará el ciclo 100 años de parejas culturales y sus gustos gastronómicos, organizado y escenificado por la Compañía Nacional de Teatro Clásico Fénix Novohispano que dirige Francisco Hérnández. Cupo limitado.