El cierre temporal plantea dudas para el futuro si Vietnam no consigue sofocar el actual brote de COVID-19, ya que, como recuerda el empresario, estas grandes fábricas «pueden estar cerradas 15 días, pero mucho más no, porque las marcas se van a ir a otros países, tienen producciones muy grandes».
Por Eric San Juan
Ho Chi Minh (Vietnam), 22 jul (EFE).- Miles de trabajadores vietnamitas llevan casi dos semanas durmiendo en fábricas y otros centros laborales para poder mantener la producción sin incumplir las restricciones de movimiento impuestas para frenar el peor brote de COVID-19 que ha vivido el país hasta el momento.
Jordi Borrell, responsable de producción de la empresa española de componentes de calzado Mibor, pasó dos semanas junto a seis trabajadores locales sin salir de la fábrica que tienen a las afueras de Ho Chi Minh (antigua Saigón), una decisión que tuvieron que tomar en unas pocas horas tras ser informados de un posible contacto con un contagiado por COVID-19.
«Nos avisaron de que un empleado del servicio de basuras que dio positivo había entrado dentro del complejo industrial y las 130 fábricas teníamos que cerrar y hacer cuarentena o quedarnos dentro para seguir trabajando. Me quedé en la fábrica con seis empleados», explica a EFE por teléfono.
Tras esa primera cuarentena apresurada de dos semanas, se prepararon para otro posible encierro y cuando las autoridades de la ciudad obligaron a las empresas no esenciales a cerrar o mantener a los trabajadores dentro, ya habían comprado una lavadora, un frigorífico, un microondas e incluso una barbacoa para los momentos de ocio.
«Queríamos hacerles la vida más fácil porque si no además no van a trabajar bien, estar 24 horas en la fábrica cansa», dice Borrell mientras recuerda las primeras noches en que el ruido de la producción nocturna de las plantas cercanas no le dejaba dormir.
ACTITUD POSITIVA
Tanto él como otros responsables de empresas en situación parecida destacan la buena predisposición de los trabajadores, a quienes siempre se dio la opción de quedarse en su casa y esperar a que la situación volviera a normalizarse o incluso pernoctar en una vivienda cercana que han alquilado y de la que solo pueden salir para ir al trabajo, siempre en el mismo vehículo.
«Si hubieran decidido no quedarse, se habría cerrado la empresa temporalmente, pero todos decidimos arrimar el hombro. Ahora yo me quedo en una casa cercana con otro compañero y el chófer que nos lleva, pero ningún otro trabajador ha querido, se sienten más seguros dentro de la fábrica», relata.
Otra empresario español del sector textil que prefiere no revelar su nombre también destaca la actitud positiva de los trabajadores desde que el pasado domingo su fábrica en una provincia vecina de Ho Chi Minh tuvo que empezar a funcionar de ese modo.
«Son gente que en estos aspectos no pone ningún problema, si tienen que irse a vivir todos juntos lo hacen, es una mentalidad muy distinta a la española, saben que hay un problema, que todo el mundo tiene que apechugar y lo aceptan», dice el empresario, que al igual que Mibor, paga una cantidad extra a los empleados que pernoctan en la fábrica.
CIERRE DE PLANTAS GRANDES
Si bien este modelo ha funcionado en fábricas como estas, con una veintena de trabajadores, su aplicación es casi imposible en plantas que emplean a miles de trabajadores y donde guardar una distancia mínima de seguridad es imposible.
«Muchas empresas con 20 mil o 30 mil trabajadores han tenido que cerrar», afirma el empresario, refiriéndose, por ejemplo, a la empresa Pouchen, con 56 mil trabajadores (la más grande de la ciudad de Ho Chi Minh), proveedora de Nike, Adidas, Puma, Lacoste y Under Armour, entre otros, que ha tenido que cerrar, al no poder cumplir con los requisitos del Gobierno.
Con poco más de 70 mil infecciones y 370 muertes por COVID-19 desde el inicio de la pandemia, Vietnam sigue siendo uno de los países con mejores números, pero lleva semanas intentando controlar sin éxito su brote más fuerte, que ha desbordado su estrategia de cierre de fronteras y rastreo exhaustivo de los positivos y sus contactos.
Con el turismo internacional paralizado, el país logró mantener un crecimiento positivo de su economía en 2020 sobre todo gracias a la pujanza de su industria manufacturera y a la guerra comercial entre Washington y Pekín, que favoreció la deslocalización de empresas de China a Vietnam.
Vietnam, que en todo 2020 apenas registró mil 500 contagios de COVID-19, es uno de los países de Asia con un ritmo de vacunación más lento, con 4.36 millones de dosis inoculadas y sólo 324 mil personas inmunizadas con la pauta completa, para una población de más de 97 millones de habitantes.