La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH) en México lamentó hoy el asesinato del periodista Pedro Tamayo. «Desde la Oficina, apreciamos las acciones de protección establecidas por la CEAPP y lamentamos profundamente que, aún con ellas, el Sr. Tamayo haya sido privado de la vida», dijo.
Tierra Blanca, Veracruz (BlogExpediente/SinEmbargo).- “No dejes que me lleven al Seguro Social, gorda. Allá los estatales me van a terminar de matar. Cuida a mis hijos, a mis nietos y renuncia a la seguridad del estado”, suplicó en la agonía, Pedro Tamayo Rosas, el periodista asesinado el pasado miércoles en Veracruz.
Los agresores, tuvieron tiempo a placer para cumplir con su encomienda. En medio de carcajadas, dispararon en once ocasiones para doblar de miedo al reportero veracruzano. Fue un último proyectil, el certero, que le provocó un boquete en el estómago; de anchura inimaginable, para haberlo desangrado en 25 minutos.
“Si hay cómplices en el asesinato, son los policías estatales. El carro de los matones les pasó al lado. Se fueron a vuelta de rueda, echando tiros al aire. Una vez que los estatales resguardaron el lugar, a mi mamá le cortaron cartucho y advirtieron que si asistía a mi papá también le disparaban”, cuenta uno de los hijos de Pedro Tamayo, quien fue testigo del asesinato de su padre.
Fue hasta que empezó a sacar espuma y sangre por la boca, cuando dejó de respirar, que el comandante dijo: “Camarada éste ya se peló, ahora sí échame la ambulancia para acá”, recuerda y responsabiliza a once oficiales de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado.
Entre los agentes implicados destacan quienes descendieron de la unidad 08-2841, una camioneta Ford F150, del año 2015, probablemente la misma que ocupó el comandante Marcos Conde, uno de los responsables por la desaparición forzada y presunto masacre de los cinco jóvenes del caso Tierra Blanca.
Tamayo Rosas, colaborador de los diarios Al Calor Político y El Piñero de la Cuenca, fue el primer reportero que difundió aquella noticia del pasado 11 de enero. Acto difusivo que llevó a la detención de 21 actores materiales e intelectuales, ocho ex agentes estatales y trece civiles ligados al cartel Jalisco Nueva Generación.
El caso rebasó fronteras y llevó al reportero a refugiarse el 25 de enero en el estado de Oaxaca, por amenazas que el mismo hiciera públicas: “Bájale de huevos, deja de estar chingando al Fiscal y al Gobernador”.
El de Tierra Blanca, fue considerado como caso de alto riesgo por la Comisión de Atención y Protección a Periodistas (CEAPP), la solución inmediata fue exiliar al dueño de la página en Facebook Línea de Fuego junto a su familia.
Alicia Blanco Beiza, viuda del reportero finado, confirma que en el mes de marzo decidió abandonar su refugio, en el estado de Baja California. “Atravesaba un cuadro de depresión. Es horrible el encierro en un lugar que no conoces. Pedro bajó 12 kilos. Obviamente también extrañaba su oficio, es algo que se le notaba fácilmente”.
LA ONU CONDENA EL ASESINATO DE TAMAYO
Mediante un comunicado difundido el día de hoy, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH) en México lamentó el asesinato del periodista Pedro Tamayo.
“Desde la Oficina, apreciamos las acciones de protección establecidas por la CEAPP y lamentamos profundamente que, aún con ellas, el Sr. Tamayo haya sido privado de la vida», dijo el representante de la ONU-DH en México, Jan Jarab.
«Los asesinatos de periodistas no sólo lesionan a sus familiares y seres queridos, también lastiman al gremio por su efecto atemorizante, impactan negativamente en el derecho a la libertad de expresión y privan a la sociedad de su derecho a recibir información de interés público. Ningún ataque contra periodistas ni trabajadores de los medios de comunicación, incluyendo medios independientes, comunitarios o de cualquier otro tipo, debe quedar impune. Toda agresión debe ser investigada de manera efectiva y exhaustiva sin descartar ninguna línea de investigación, particularmente aquella que pueda estar ligada a la labor periodística”, agregó.
El organismo internacional hizo un llamado enfático a las autoridades para realizar una investigación inmediata y eficaz en torno a los hechos, los cuales permitan sancionar a quienes resulten responsables de semejante acto. Al mismo tiempo instó a las mismas a brindar el apoyo pertinente a los familiares.
Finalmente, la representación de la ONU-DH reiteró su compromiso para seguir cooperando con las instituciones y con las autoridades mexicanas en materia de protección a periodistas.
PEDRO, EL PERIODISTA
Pedro Tamayo, conocido como «El Perico» en la Cuenca del Papaloapan», es descrito por su esposa como un reportero luchón, quien aprendió a ganarse las monedas, desde joven, lavando inodoros y recogiendo propinas en los restaurantes.
El hombre que no podía escuchar la sirena patrullera porque salía a cumplir con la labor, así fuera de madrugada. A quien siempre se le vio perseguir la inmediatez con bolígrafo, teléfono celular y su libreta reporteril.
El periodista policial que por la cobertura de algún enfrentamiento entre malandros, por fotografiar cadáveres putrefactos de halcones, o ganar las primicias de feminicidios en la región, se conformaba con 100 pesos por nota informativa.
Jamás perdió la disciplina de escribir a diario, ni siquiera en su estancia por el norte del país, Tamayo pedía a su esposa, Alicia Blanco, leyera sus notas informativas, aunque no se publicaran. Exigía, también, le precisara si el estilo se le alejaba, de repente, por no estar en el campo de los hechos.
Así era el hombre que nació para la nota roja. A quien sus familiares lo han vestido con una reluciente camisa azul turquesa, antes de instalarlo en el ataúd que será su última morada. Hasta el lugar donde el cuerpo de Tamayo fue velado por sus familiares han llegado colegas quienes le piden que desde la sucursal celestial abogue por el periodismo en Veracruz.
Una vez, culminado el interrogatorio con los agentes periciales, Alicia Blanco Beiza, se dispone a relatar la última ocasión que convivió con su eterno compañero, Pedro. Si lo hace, es porque espera justicia. En tanto ella y su familia, permanecerán en casa. “Ya no vamos a escapar. Si me matan, pues que sea en mi casa y no lejos de los míos”.
LO MATARON EN EL NEGOCIO FAMILIAR
Eran casi las diez de la noche, las comandas de comida rápida en el negocio familiar se coreaban al por mayor. El padre de familia, en un descanso a su labor como mesero, decidió sentarse a leer las noticias en una silla de plástico.
Un vehículo Bora, color gris, se detuvo frente al domicilio. Dos sujetos, de entre 30 y 40 años de edad, descendieron del auto, luego saludaron efusivos: “Qué onda, Tamayo. Recomiéndame la especialidad de la casa”, solicitaron sin tomar asiento.
El reportero, contestó a uno de los agresores, a quien refirió como “Fallo”, según testigos. Ofreció hamburguesas con carne de res y estos ordenaron cuatro para llevar. Dato que sólo sirve para inferir que al menos el mismo número de personas montaron el atentado.
Fue cuando los dos sujetos corrieron el seguro de sus armas, nueve milímetros. Posteriormente, al menos tres detonaciones resonaron en la calle 5 de mayo, en la zona centro de Tierra Blanca. La esposa y uno de los hijos, salieron de inmediato a ver qué pasaba sobre la vía pública. “Métanse y escóndanse”, gritaba Pedro a los suyos.
Sin embargo, uno de ellos no hizo caso en el afán de ayudarlo. “Le soltaron otro balazo. No le pegaban, le decían de cosas y lo espantaban echando balas por un lado. Mi papá nada más se encogía en su silla y se llevaba las manos a la cabeza”.
Fue el último tiro el que impactó al reportero, la bala le rozó el brazo derecho, le entró por el estómago y salió finalmente, destrozando el respaldo del asiento. “Mi padre se quejó y se fue para atrás. Se pegó en la nuca y comenzó a desangrarse”, explica el hijo de Tamayo.
“TAL VEZ SÓLO QUERÍAN METERLE UN SUSTO”
“No mames, loco, ya la cagaste”, reprendió uno de los agresores. Luego se dirigió a la esposa de Tamayo Rosas, “tú ya la libraste, mejor hazte a un lado”, le dijo. Luego se echaron a correr, echando tiros y carcajadas infernales. La impunidad estaba de su lado.
En la esquina del domicilio del puesto de hamburguesas se encendieron unas torretas policiales. Se ignora si cumplían con rondines o custodiaban a los agresores, asegura el hijo. “Los tuvieron a unos cinco metros de distancia. El carro de estas personas les pasó junto”, detalla.
Ante la inoperancia de las autoridades, el hijo cogió las llaves de una camioneta de la familia y se dispuso a perseguir al Bora Gris. “Ahí fue donde apareció una segunda patrulla. Los matones me llevaban una cuadra de ventaja. Fue en el cruce donde le pitan a los policías, luego le echan las luces y estos, obedientes, me cerraron el paso, luego de dejarlos escapar”.
El joven, molesto, decidió comenzar a grabar a los oficiales, quienes se cubren el rostro y aseguran, se ve en la cinta, su trabajo sólo es acordonar el área. Se trata de la evidencia grabada, que al igual que en el caso de Tierra Blanca, pudiera responsabilizar a los subordinados de Arturo Bermúdez Zurita.
Posteriormente corrió a donde estaba su padre, ya bajo un charco escarlata y con el tono pálido en su semblante. Entonces, familiares gritaron a los oficiales que llamaran a una ambulancia. De igual manera, se ve en el video, que los policías dictan por celular direcciones distintas a la del lugar de los hechos. Otros ignoraban el dolor de la esposa, enviando mensajes desde el servidor de WhatsApp, asegura el hijo.
La esposa, en su afán de ayudar a Pedro, se acercó a brindarle los primeros auxilios, sin embargo, otro oficial la tiró al pavimento y cortó cartucho, amenazando. “Si te acercas te disparo”. La mujer ignoró las amenazas y ganó agresiones en su contra que la llevaron al piso.
Así transcurrieron 25 minutos. A Pedro ya le brotaba sangre de la boca. En la agonía, encargó a sus hijos y nietos. Además, exigió que la familia renunciara a la seguridad de Arturo Bermúdez. Fue lo último que se le escuchó.
“Camarada, éste ya se peló, ahora sí échame la ambulancia para acá”, ordenó el comandante después, mucho después de que el paradero de los agresores y la mirada de Pedro Tamayo Rosas ya estaban en el infinito.