Hace unos días la PGR montó un operativo para detener a Rosa del Carmen Verduzco Verduzco, mejor conocida como Mamá Rosa, directora del albergue La Gran Familia, de Zamora (Michoacán). Se le acusó de tener viviendo a casi 500 niños entre basura y sometidos a abusos físicos y psicológicos, como lo demostraron imágenes y confesiones recabadas por distintos medios de comunicación, algunos muy confiables. Uno de los desaguisados más notables que originó esta detención fue la división que ocasionó entre la intelectualidad mexicana. Por un lado, un número significativo de intelectuales de renombre opinó en favor de la labor altruista de Mamá Rosa. Por otro, una reacción en contra de esta avanzada se erigió con igual o mayor reciedumbre. El eje del debate se enfocó, en realidad, en determinar si realmente se trataba de un “michoacanazo” más de la PGR o si, en en efecto, era Mamá Rosa responsable de las atrocidades que se le imputaban. El altercado “intelectual” se hizo tan absurdo como absurdo era creer que las imágenes publicadas hubieran sido un fotomontaje. Lo realmente reprochable es que para la defensoría intelectual mexicana el sufrimiento padecido por las verdaderas víctimas (esto es: lo cientos de niños) no parecía tener la menor importancia, sí, en cambio, el vanaglorio de haber estrechado alguna vez la mano de Mamá Rosa. Sea o haya sido Mamá Rosa un ángel o una villana, y sea o haya sido la detención de Mamá Rosa justa o arbitraria, la realidad que muestran las imágenes (muchas de ellas difundidas por la propia Carmen Aristegui, periodista respetada entre los intelectuales antipeñanietistas) es contundente y, por tanto, la ley debe alcanzar a los responsables, incluida Mamá Rosa, ya en libertad. Ya sabemos que la inexistencia de un verdadero estado de Derecho en México es la causa principal de la carencia de credibilidad de nuestras instituciones de justicia (y nuestra fuente principal de impunidad), pero es inconcebible no distinguir, ahora, entre la parte y el todo. La parte es Mamá Rosa y su albergue indignante; el todo, los casi 5 millones de niños que, según datos de la UNICEF de este año, viven en México en pobreza extrema, esto es, igual o peor que en el albergue de Mamá Rosa. Una reforma energética en sentido contrario nos habría puesto de camino a una realidad distinta. Pero parece que ese porvenir es, ya, imposible.
@rogelioguedea