Esta fruta tropical cubierta de espinas y de un tamaño que puede igualar al de una sandía tiene un intenso perfume rancio para unos y aromático para otros que provoca que se prohíba con frecuencia en taxis, vuelos, habitaciones de hotel y otros lugares cerrados en el Sudeste Asiático.
Por Gaspar Ruiz-Canela
Tapong (Tailandia), 22 de junio (EFE).- Es posible que Adán y Eva no hubieran cometido el pecado original si, en lugar de una manzana, hubieran sido tentados con un durian, una fruta de olor sulfuroso y un sabor que ha sido comparado al de una cebolla podrida.
No obstante, el durian (también llamado durio o durión) también tiene su cohorte de incondicionales, quienes elogian la riqueza de su sabor, que aglutina un gusto afrutado con una textura más o menos cremosa y un final entre amargo y fermentado.
El intenso perfume esta fruta tropical, rancio para unos y aromático para otros, provoca que se prohíba con frecuencia en taxis, vuelos, habitaciones de hotel y otros lugares cerrados en el Sudeste Asiático.
Cubierta de espinas y de un tamaño que puede igualar al de una sandía, el durian es considerado el «rey de la fruta» en Tailandia (el mangostino es la «reina») y su consumo ha aumentado vertiginosamente en los últimos años debido a la demanda desde China.
El año pasado, Tailandia, uno de los mayores productores, exportó más de 600 mil toneladas, un 13 por ciento más que en 2016, y la demanda sigue aumentando sobre todo gracias al comercio electrónico.
El pasado abril, se vendieron más de 130 mil durianes en un minuto en el portal Tmall del grupo chino Alibaba durante un acto de promoción en Bangkok en el que participó el presidente del gigante del comercio electrónico, Jack Ma.
En la provincia de Rayong, al sureste de la capital, la tailandesa Bundeun Phokek, de 63 años, cobra la entrada a los turistas (unos 12 dólares o 10 euros) a cambio de una degustación sin límite de las frutas, incluidos durianes, que cosecha en su plantación Suan Yai Da.
Budeun explica a Efe que cada vez acuden más turistas a su plantación, situada en el subdistrito Tapong, y que, si en el futuro tiene excedentes de producción, se planteará vender también en internet.
«Los durianes que han madurado a la perfección son dulces, cremosos y suaves y estos durianes se consideran como los más sabrosos», indica la agricultora, quien matiza que a otros también les gusta menos maduros.
Existen unas treinta especies del árbol del durian, pero el más común es el Durio zibethinus, del que en Tailandia existen más de 200 variedades que producen «kan yao», «chanee» o «mon thong», que significa «almohada dorada» y copa el 90 por ciento del mercado tailandés.
La temporada alta de esta fruta, que llega a pesar unos tres kilogramos, comienza en abril en el norte y centro del país y se alarga hasta finales de año en las zonas meridionales.
Yud, que regenta una tienda de durianes en el norte de Bangkok, afirma que sus precios al kilo oscilan entre los 280 bat (más de 8 dólares o más de 7 euros) y los 500 bat (unos 15 dólares o 13 euros), dependiendo de la variedad y la temporada.
«Por el sonido (al golpearlo con una varilla), el tamaño y el peso se sabe cuándo está maduro», señala a Efe el tailandés, quien confiesa que sus gastos incluyen sobornos periódicos a la policía.
Lindsay Gasik, una experta estadounidense en esta fruta, tiene una habilidad especial, reconocida por Yud, y solo le basta un vistazo para descubrir por el color el durian perfecto.
«(El durian) es como el vino, tiene unos 240 aromas dentro y cada variedad huele y sabe un poco diferente (…) No creo que a quienes les gusta les moleste el olor, sino que les parecerá interesante», dice a Efe Gasik, autora del blog The Year of the Durian.
La estadounidense, que organiza rutas para amantes de esta fruta por el Sudeste Asiático, compara la textura del durian al aguacate y opina que su sabor incluye rasgos de la vainilla y un amargor parecido al café o el chocolate.
El durian («espinoso» en malayo) es originario del archipiélago indonesio y la península malaya y ya era conocido por los primeros europeos que llegaron a estas latitudes.
«(…) cuanto más lo comes, menos inclinado te sientes a parar de comer», dijo en el siglo XIX el naturalista británico Alfred Russel Wallace, que comparó su sabor a un compendio de crema de queso, salsa de cebolla y vino de Jerez.
El escritor culinario Richard Sterling ha descrito su olor como «mierda de cerdo, aguarrás y cebollas guarnecidas en un calcetín usado».
Científicos singapureses localizaron el año pasado los genes que causan el intenso olor provocado por una mezcla de sulfuro, etileno y lípido en el durian, rico en carbohidratos y vitaminas A, B y C.
Está demostrado que comer durian y beber alcohol incrementa los efectos de la embriaguez, aunque para Gasik el problema más grave son los productos químicos que se usan en algunas plantaciones no orgánicas.