Adela Navarro Bello
22/06/2016 - 12:00 am
El Presidente lo puso, el Presidente lo quitó
Seamos sensatos, la renuncia de Beltrones no pudo ser una decisión unilateral. En el México presidencialista en el que vivimos hoy día fue Peña quien le dio “la oportunidad” de dirigir el PRI, le allanó el camino y terminó siendo candidato único a la dirigencia nacional, y en correspondencia, la salida de Manlio Fabio debió fundarse en el mismo sentido.
“Lo que los Gobiernos hacen, sus partidos lo resienten”, con esa frase de Luis Donaldo Colosio Murrieta, Manlio Fabio Beltrones Rivera se desmarcó de la derrota en que se sumió su partido el PRI el domingo 5 de junio. De paso, se deslindó del Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, a quien con la misma frase culpa de la caída electoral tricolor.
Seamos sensatos, la renuncia de Beltrones no pudo ser una decisión unilateral. En el México presidencialista en el que vivimos hoy día fue Peña quien le dio “la oportunidad” de dirigir el PRI, le allanó el camino y terminó siendo candidato único a la dirigencia nacional, y en correspondencia, la salida de Manlio Fabio debió fundarse en el mismo sentido.
Tres hechos han afectado a la Presidencia de la República y al PRI en el mes de junio. Primero, efectivamente, la derrota en siete estados de la República Mexicana, cuando Beltrones calculaba ganar unas nueve de doce gubernaturas y solo alcanzó cinco. La no aprobación por parte clarísima de la bancada priísta y de la verdecologista, de la iniciativa ciudadana conocida como Ley 3de3 que obliga a los funcionarios a hacer públicas sus declaraciones patrimoniales, fiscales y de intereses. Los conflictos sangrientos en Oaxaca por la reforma educativa.
De los dos primeros, Beltrones Rivera puede tener responsabilidad directa.
En términos electorales, fue su dirigencia la que seleccionó a los candidatos a gobernadores en los estados en proceso; defendió por omisión en algunos casos, a su vez a los gobernadores priístas –y ex gobernadores- señalados de actos de corrupción. La suma de las dos, la apatía de los mexicanos, y los pocos avances en el bolsillo que registran los ciudadanos después de las “reformas transformadoras” que el propio Beltrones ayudó a aprobar, resumen los conceptos en el cobro de la factura política que llevaron a ese partido a la derrota.
El tema de la rendición de cuentas terminó por ahorcar al PRI. A la demanda ciudadana arropada de entrada por el Instituto Mexicano para la Competitividad y la Confederación Patronal de la República Mexicana, que sumaron más de 600 mil firmas, y la creciente necesidad de acabar con la corrupción y la impunidad en la clase política mexicana, el PRI no se sumó.
Enquistados en la oposición “ganadora” en los dos sexenios panistas, el grupo de Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa fueron el artífice para aprobar las reformas estructurales de Peña al inicio del sexenio. Ahí fue su mejor momento. El único triunfo del Presidente lo urdieron ellos y fueron recompensados. Gamboa despachando en la Cámara de Senadores, Manlio ungido presidente del Partido, y se dio fuerza al tercer grupo tricolor, después del encabezado por Miguel Ángel Osorio Chong desde Gobernación y el de Luis Videgaray Caso, desde la Secretaría de Hacienda (Después cooptados por el de Aurelio Nuño, también cercano, aun hoy vilipendiado por los conflictos de los maestros que no supo contener en Oaxaca).
Con el mismo ahínco que pusieron al inicio del sexenio para aprobar el paquete de reformas de Peña, especialmente Gamboa, se aferró a que no pasara en la Cámara de Senadores primero y en la de diputados después, la Ley de Responsabilidades Administrativas que incluía la transparencia en la rendición de cuentas. Ya ese tema había sido parteaguas en la derrota priísta, y al salir en la soberbia política de la mano del Verde (Léase Pablo Escudero) para no aprobar la transparencia en la rendición de cuentas, y cuantimás pretender entrar en un juego infantil, sumando la rendición de cuentas de la iniciativa privada, el tiro les salió por la culata.
Ciertamente de las derrotas políticas y electorales a la vista de la ciudadanía el responsable es el Gobierno. Dos casos, el fracaso electoral del 5 de junio y la no aprobación de la iniciativa 3de3, le fueron endilgadas al Presidente, cuya popularidad previo a estos sucesos políticos ya iba en picada. Es lógico que la cuerda se reviente por lo más delgado. No fueron los Gobernadores tachados de corruptos, ni los Secretarios de Estado, sino los líderes legislativos y partidistas los que cayeron primero. Con la renuncia de Beltrones, el congelamiento de Gamboa se avizora, lo mismo el cambio en las direcciones estatales del PRI.
Para sofocar los conflictos sangrientos del fin de semana en Oaxaca, donde ya se inscriben otros movimientos sociales y la agria crítica de los activistas sociales de otros sectores, la renuncia de Manlio, y un probable veto de la Ley de Responsabilidades Administrativas del Sistema Nacional Anticorrupción por parte del Presidente, o una enmienda a la misma desde el Gobierno Federal, confirmarán que la renuncia de Beltrones no fue un pre destape del sonorense para el 2018, sino la máxima premisa del presidencialismo cumplida: El Presidente lo puso, el Presidente lo quito.
Manlio Fabio podrá dejar hacer sentir que lo suyo es salir airoso para contender por la candidatura priísta a la Presidencia de la República en el 2018, pero la realidad es que tal nominación saldrá, al estilo priísta, del dedazo presidencial, y con la derrota electoral, y la exhibición de opacidad en la rendición de cuentas por parte de los legisladores del PRI, eso se antoja posible, pero no probable.
Lo que suceda en los próximos días con las leyes del Sistema Nacional Anticorrupción y con la designación del nuevo líder nacional de los priístas, se definirá el futuro de Manlio Fabio y el cierre del Gobierno de Enrique Peña Nieto.
Podrá seguir apostándole a pesar de sus pesares a la opacidad, con el costo político que ello conlleva, o podrá tomar el control del partido en uno de los suyos de mayor confianza, y encaminar a su partido a la derrota del 2018, o puede vetar la ley y abrir el PRI, para “transparentar” por lo menos en la opinión pública el Gobierno y el Partido.
Si sucede lo primero, en efecto, Beltrones podrá intentar revelarse al sistema presidencial e ir tras la candidatura presidencial, pero si ocurre lo segundo, el Presidente, para bien o para mal, estará tomando las riendas del partido y dejando a ese grupo de poder, en la ignominia política y fuera de la jugada.
Las siguientes horas, las decisiones que se tomen y los nombramientos y enroques que se den, serán cruciales para la vida política del Gobierno Federal, del PRI y del propio Manlio Fabio Beltrones. Al momento, esa es la única certeza que se tiene.
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