A medida que las ciudades se vayan reabriendo lo que es cierto es que los desplazamientos serán diferentes. A pesar de las mascarillas, las marcas rojas en los andenes y las medidas que se están tomando, el transporte público producirá temor en muchos ciudadanos que querrán evitar las aglomeraciones en espacios cerrados. Sobre todo en hora punta, será difícil que el metro, los trenes o los autobuses puedan encontrar una manera para que se respeten los dos metros de distancia que se recomiendan. Por lo que muchos buscarán otras formas de moverse.
Por Laura Rodríguez
Madrid, España, 22 de abril (ElDiario.es).- Milán acaba de presentar este martes un plan para reducir el tráfico y abrir más de 35 kilómetros de calles para las bicicletas y los peatones tras el confinamiento. Reino Unido anunció este lunes que permitirá a los municipios cerrar sus calles a los vehículos para proteger a los ciclistas y favorecer el distanciamiento social. Viena, Boston, Oakland, Budapest o Nueva Zelanda están aplicando diversas medidas para buscar alternativas a los desplazamientos en coche y ofrecer más espacio para moverse a los ciudadanos. Parece que la vuelta a la normalidad no podrá ser simplemente volver a las viejas costumbres. ¿O sí?
En el otro lado, Wuhan, que no ha promovido otras políticas, muestra una tendencia diferente. Según un informe de la empresa de investigación de mercados Ipsos, el uso del coche privado se ha duplicado en las últimas semanas y hasta un 66 por ciento más de ciudadanos sin coche está considerando adquirir uno. La contaminación, en parte por la apertura de las fábricas, vuelve a incrementarse y es probable que se convierta de nuevo en uno de sus grandes problemas cuando se retome del todo la actividad.
A medida que las ciudades se vayan reabriendo lo que es cierto es que los desplazamientos serán diferentes. A pesar de las mascarillas, las marcas rojas en los andenes y las medidas que se están tomando, el transporte público producirá temor en muchos ciudadanos que querrán evitar las aglomeraciones en espacios cerrados. Sobre todo en hora punta, será difícil que el metro, los trenes o los autobuses puedan encontrar una manera para que se respeten los dos metros de distancia que se recomiendan. Por lo que muchos buscarán otras formas de moverse.
Para Mike Lyndon, padre del «urbanismo táctico», por eso es necesario que las autoridades tomen medidas temporales. No solo porque uno de los problemas a los que se enfrentan muchas ciudades es la falta de espacio para que las personas puedan respetar las distancias recomendables sino porque en el último mes tres estudios científicos diferentes han encontrado una correlación entre la contaminación atmosférica y las muertes por COVID-19.
«La mayor parte de nuestros espacios abiertos en las ciudades son las calles», dice el urbanista neoyorquino, que propone intervenciones rápidas y con pocos recursos que se adapten a las necesidades de los barrios, «pero a medida que la economía se reactive necesitaremos lugares accesibles para caminar y empezar de nuevo cierta socialización. Con el tráfico reducido vemos la gran cantidad de espacio que dedicamos a los coches y el poco del que disponen los peatones. Así que los ciudadanos deberían pedir a los líderes políticos que garanticen temporalmente esas zonas necesarias y mantengan bajos los niveles de contaminación».
Una idea que, en las últimas semanas, ha ido ganando peso. Incluso en lugares tan orientados al coche como Milán o el Reino Unido, las autoridades empiezan a plantearse la necesidad de un cambio. «Si todo el mundo va en coche no habrá espacio para las personas ni para moverse ni para actividades comerciales fuera de las tiendas», explicaba Marco Granelli, responsable de movilidad y transporte en la ciudad de Milán. «Por supuesto, queremos reactivar la economía pero debemos hacerlo con otras premisas diferentes a las que teníamos antes».
Aunque quizá el modelo más ambicioso se encuentre en Nueva Zelanda, donde las calles se han pintado de colores brillantes para dar prioridad a los peatones y a los ciclistas, y se han instalado grandes maceteros y pivotes para reducir la velocidad de los vehículos. Su Gobierno, cuyo éxito para frenar el COVID -19 se usa de ejemplo estos días, ha ofrecido además cubrir hasta el 90 por ciento de los costes a los municipios para ampliar las aceras o crear carriles bici.
«Voy a seguir muy de cerca lo que ocurre en Nueva Zelanda», explica Tabitha Combs, una investigadora de la Universidad de Carolina del Norte que ha comenzado a recopilar información sobre las medidas que están tomando en las ciudades del mundo durante la crisis del coronavirus, «porque allí el espacio que se está adaptando para caminar o ir en bicicleta, no se ve solo como una medida de distanciamiento social sino también como una estrategia de recuperación a largo plazo».
En realidad, la idea de que las crisis pueden catalizar los planteamientos que han ido tomando forma previamente es algo que defienden muchos pensadores sociales y se puede encontrar en algunos momentos del pasado. De hecho, Holanda consolidó el modelo de la bicicleta que conocemos hoy en día durante la crisis del petróleo de 1973.
Sin embargo, como advierte esta autora, el éxito depende también de la historia y las capacidades de cada lugar. «Es importante recordar que cada ciudad tiene unas condiciones diferentes para expandir los espacios para los peatones y los ciclistas», comenta, «y esto es algo que tenemos que tener en cuenta cuando se proponen ejemplos que puedan seguir».
Aún así, para Mike Lydon es esencial que mientras tanto nos adaptemos a la pandemia, de manera rápida y sin grandes costes, promoviendo medidas como la bicicleta. «La mayoría de los trayectos que se realizan en ciudades está por debajo de los 5 km, que es una distancia muy razonable», explica al hablar de este medio, «el problema es que muchos ciudadanos no se atreven a usarlo porque las calles están llenas de tráfico y no lo ven seguro. Pero promueve el ejercicio y evita la transmisión del virus».
En este sentido, en España se han empezado a dar pequeños pasos con la reapertura de servicios públicos como BiciMAD en Madrid o el anuncio de la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, de estudiar un plan de apoyo a los carriles de ciclistas similar al de Francia.
Quizá cuando los ciudadanos vuelvan a ocupar las calles y los niños empiecen a salir la última semana de abril, veremos si no será necesario también buscar soluciones para que los peatones respeten las distancias y se puedan mover.