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Adela Navarro Bello

22/04/2015 - 12:01 am

Castillo, el todólogo de Peña

En el tablero político de la Presidencia de la República encabezada por Enrique Peña Nieto, solo se mueven los alfiles. No más. A meses de cumplir el tercer año del sexenio, el Primer Priísta del País no ha logrado ver sus “reformas estructurales» convertidas en la solución del México convulsionado en el que vivimos. En […]

En el tablero político de la Presidencia de la República encabezada por Enrique Peña Nieto, solo se mueven los alfiles. No más. A meses de cumplir el tercer año del sexenio, el Primer Priísta del País no ha logrado ver sus “reformas estructurales» convertidas en la solución del México convulsionado en el que vivimos.

En términos de inseguridad al Presidente y a sus dos Procuradores, primero Jesús Murillo y ahora Arely Gómez, les han crecido los enanos del crimen organizado. Mientras suponen a base práctica y exclusivamente de aprehensiones, haber desmantelado cárteles como el de Sinaloa, los Arellano, Los Caballeros Templarios o Los Zetas, otras organizaciones criminales como Cártel Jalisco Nueva Generación, Los Cuinos, Los Viagra, Los Rojos, crecen en número de integrantes, le suben el tono al tráfico de drogas en la República Mexicana y hacia otros países, y recrudecen la violencia.

Pero tanto el Presidente como sus estrategas se niegan a cambiar el plan de combate –si es que acaso y fuera de las aprehensiones traen una estrategia-, lo que sí cambian son las piezas políticas.

Justo en los mismos días cuando Alfredo Castillo Cervantes fue nombrado titular de la Comisión Nacional del Deporte (Conade) un reportaje de la norteamericana Univisión, aportó la versión ciudadana, con imágenes, testimoniales y video, de lo ocurrido en Apatzingán, Michoacán, a inicios de este 2015, cuando más de una decena de mexicanos de aquella tierra quedaron tendidos en las calles, masacrados de manera evidente.

Alfredo Castillo es una de las piezas con mayor movilidad en el tablero de Peña (de damas chinas pues). No solo cerró con el Presidente en calidad de Procurador General de Justicia cuando encabezaba el Gobierno del Estado de México, sino le ha acompañado en estos prácticamente dos años y medio, como una especie de extintor, pero que –vaya cosa- ha encendido más fuegos de los que ha apagado.

Al principio de la administración peñista uno de los rumores que no se convertirían en verdad, fue que Castillo ocuparía la Procuraduría General de la República. Aun cuando sus antecedentes no eran lo más apropiados (¿Recuerdan el caso de la niña Paulette?), se le consideraba un fuerte contendiente a la próximamente Fiscalía General de la República.

En su defecto, Alfredo Castillo Cervantes fue nombrado Subprocurador de Control Regional, Procedimientos Penales y Amparo de la PGR, y presumió su participación en la aprehensión de la ex líder del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación, Elba Esther Gordillo Morales.

Y ahí estuvo hasta que Peña lo necesitó otra vez. Luego de la desafortunada y malcriada actitud de la hija del Procurador Federal del Consumidor, Humberto Benítez, cuando la chamaca clausuró un negocio con ayuda de inspectores de esa dependencia, y ello fue motivo del despido de su padre, Alfredo Castillo Cervantes fue nombrado Procurador Federal del Consumidor.

Que observándolo bien, la titularidad de la Profeco es en efecto un cargo de tercera, pero con muchas ligas de primera a fuerza de relaciones con empresarios de este país, comerciantes nacionales, hombres de negocios que están en la venta de servicios o productos, y que deben cumplir con los lineamientos de la Profeco para dar un servicio de calidad, digno y de justo precio a los consumidores. No fue pues el de Profeco un espacio de menor valía para uno de los alfiles favoritos de Peña.

En ese sentido, cuando la situación de la corrupción, impunidad, narcotráfico y violencia, había hartado a la sociedad michoacana hasta levantarse en armas ante la incapacidad y la ineficacia de la autoridad Federal que persigue esos delitos, Peña echó mano una vez más de Castillo y lo nombró Comisionado para la Seguridad y el Desarrollo Integral de Michoacán. Y allá fue Castillo a su tercera encomienda presidencial en menos de dos años.

Como Comisionado para la Seguridad de Michoacán, Alfredo Castillo fue factor de división entre la sociedad michoacana, de escisión entre los cárteles de la droga, de exhibición de los políticos y de segmentación en las Autodefensas Michoacanas.

Alfredo Castillo no logró ni la paz de Michoacán, ni el Desarrollo Integral. Tampoco logró detener a Servando Gómez “La Tuta”, ni mantener en prisión al hijo del ex Gobernador, tampoco que líderes de autodefensas ligados a organizaciones criminales depusieran las armas. Logró sí, crear la primera Policía en México sin certificación, sin preparación, sin exámenes de control, evaluación y confianza, y sin academia, cuando llamó a las Autodefensas a “institucionalizarse”, les oficializó el uso de armas a civiles, y les proveyó de vehículos para hacer el trabajo que ni la Federal, ni el Ejército ni la Armada podían hacer para contener la violencia, el abuso, la extorsión y el secuestro entre otros delitos.

La desafortunada actuación y el divisionismo de Castillo concluyó pocos días después de los llamados enfrentamientos de Apatzingán, cuando según la versión oficial, se trató de un fuego cruzado entre fuerzas federales y bandas criminales; de acuerdo al propio ex comisionado “solo” dos personas fueron impactadas con balas calibre de armas de la Policía Federal.

En aquel momento, por ahí del 20 de enero y a la salida de Alfredo Castillo de la Comisión para la Seguridad de Michoacán, no se dijo que era debido a los enfrentamientos o a los pocos resultados favorables de este hombre en aquella tierra, solo que salió para prácticamente no enrarecer el clima durante el proceso electoral. Vaya, en el anuncio de la retirada y después del agradecimiento de Miguel Angel Osorio Chong, el Secretario de Gobernación, Castillo anticipó lo que hoy sucede al decir (palabras más, palabras menos), que “como todo en la vida hay aciertos y errores, la historia nos juzgará en su debido momento”.

Bien, la historia oficial, las instituciones de procuración de justicia, no han juzgado a Castillo ni en aquel momento ni este. Ahora que con pelo nuevo (¿Será que en Michoacán se le cayó y en la Conade le creció?) tomó posesión de la Comisión Nacional del Deporte, a la par de una espléndida reincorporación al gabinete de Peña, un reportaje publicado en Univisión, Proceso y Aristegui Noticias, recoge la versión popular de lo sucedido en Apatzingán.

Imágenes de cámaras de vigilancia de la ciudad de Apatzingán, de videos tomados con celulares por testigos de los hechos, de documentos de hospitales y servicios forenses, así como decenas de testimoniales de testigos, sobrevivientes, familiares de involucrados y médicos entre otros, abren la probabilidad de que la historia no haya sido un fuego cruzado como insiste Castillo, el titular de la Conade, sino que se haya tratado de un ataque por parte de Federales.

Independientemente de los argumentos de defensa públicos de Castillo, ya que no ha sido llamado a declarar a un Ministerio Público sobre el caso, cargados por cierto sus comentarios de adjetivos despectivos hacia el origen y el objetivo de la información del reportaje de Laura Castellanos, ahora sí Osorio Chong dice que se investigarán los hechos del 6 de enero de 2015 en Apatzingán. Pero no hay nada más.

Mientras tanto, periodistas hacen su labor de informar, víctimas ejercen su derecho a denunciar, y el clima de inseguridad enrarece los comicios electorales en Michoacán, el alfil todólogo del Presidente Peña, entra a su cuarta encomienda en menos de tres años de gobierno Federal. De penalista pasó a defensor de los consumidores, a promotor de la seguridad en Michoacán y ahora a administrador del deporte en el País ¿Y de ahí qué sigue? ¿Conaculta o la Secretaría de Turismo?

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