No me refiero a la muerte de Juan Gelman, José Emilio Pacheco, Gabriel García Márquez y, apenas ayer, la de Emmanuel Carballo, quienes dejaron un legado sólido y dos de ellos (Gelman y García Márquez) fueron extranjeros tratados como ciudadanos de primera en nuestro país.
Me refiero a los cuatro migrantes asesinados en los límites de Oaxaca y Chiapas, y de cuyos nombres apenas tenemos noticias, menos aun de sus pertenencias, pues los mataron por robarles lo poco que llevaban encima.
Cuatro centroamericanos que iban, montados en “La Bestia”, a la busca del American dream.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos anunció una investigación a fondo, que nadie cree porque los crímenes contra migrantes que cruzan México de camino a Estados Unidos están, desde hace muchos años, enterregados de impunidad, como casi todo en nuestro país, incluidos los cometidos contra periodistas.
El asunto es que estas cuatro muertes se dan al mismo tiempo que en Estados Unidos se debate la reforma migratoria, detenida, a decir del presidente Obama, por los republicanos, misma que podría resolver la situación de por lo menos once millones de indocumentados, la mitad de los cuales podrían ser mexicanos, según el Pew Research Hispanic Trends Project Report.
México, como siempre, sigue fuera de esta discusión, aun cuando también sea el país más afectado por las deportaciones, pues sólo el año pasado ascendieron a 368, 644.
En su reporte Diminishing Mexican Immigration to the USA, Carl Meachan y Michael Graybael concluyen en la necesidad de que México sea incluido en el debate de la reforma migratoria, no sólo porque nuestro país está en el interés del vecino del norte, tampoco por el significativo número de indocumentados mexicanos en USA, sino porque México no está haciendo nada por detener la ola de crímenes cometidos contra migrantes centroamericanos, cuyo crecimiento será un lastre en el porvenir inmediato (y para muestra véanse los más de doscientos ilegales detenidos recientemente en Alton y MacAllen).
Tan no está haciendo nada el gobierno mexicano, que el presidente Peña Nieto se negó, hace unos días, a recibir a una comisión de quince migrantes hondureños, que vinieron desde su lejano país a mostrarle al ejecutivo federal sus cuerpos mutilados por «La Bestia».
Especialistas del Center for Strategic and International Studies afirman que el problema es que Estados Unidos ve a México no como un socio, sino, simplemente, como una fuente de problemas.
Lamentablemente: no se equivocan.
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