Dicen los que saben que, al llegar a los Estados Unidos en la década de 1930, un periodista le preguntó a Alberto Einstein si le podía explicar la teoría de la relatividad en pocas palabras. “No”, respondió el bueno de Beto.
Unos ochenta años después, cuando le preguntaron a Camila Paglia sobre el cambio climático, no sólo la buena de Camila sí intentó responder sino que su respuesta fue una maravillosa mezcla de descalificaciones, adjetivos y eufónicas frases categóricas perfectamente provocadoras.
Einstein desarrolló la teoría de la relatividad. Paglia no ha publicado un libro al respecto del cambio climático ni ha trabajado directamente el tema, pero el inicio de sus respuestas hacen creer que puede recitar de memoria el ciclo biogeoquímico del azufre o del nitrógeno sin problemas (por ejemplo, “[n]ací y crecí en la zona central de Nueva York, donde los glaciares que cubrían la mitad de América del Norte empezaron a disminuir al final de la Edad del Hielo, hace unos doce mil años” – http://www.letraslibres.com/mexico/revista/entrevista-camille-paglia – o “[t]he simplest facts about geology seem to be missing from the mental equipment of many highly educated people these days” – http://www.salon.com/2007/10/10/britney/ -).
Poco importa si la anécdota sobre Einstein es cierta porque es verosímil: cualquiera que haya convivido suficiente tiempo con físicos sabe de su renuencia, desprecio y hasta encabronamiento cada que un “lego” les pide que les explique de “forma sencilla” algún tema pop de la física moderna. Por supuesto, hay algunos que tienen alma de divulgadores científicos y hacen su mejor esfuerzo, pero no dudan en aclarar que para comprender bien el fenómeno, por ejemplo, se requiere de una preparación matemática adecuada. Dicho de otro modo, terminan respondiendo lo mismo que Einstein aunque con muchas más palabras: “no, no te lo puedo explicar a cabalidad”.
Tampoco importa si Paglia tiene razón sobre el cambio climático, ni mucho menos si coincido con ella, sino que 1) no tuvo reparos en responder, 2) tampoco los tuvo para descalificar a quienes opinen diferente a ella y 3) ni para ser categórica.
Menos importa si Einstein era científico natural y Paglia es humanista. No se trata de revivir un viejo pleito entre academias. Más bien lo que me llama la atención es que me parece que los seres humanos somos un tanto Einstein y un tanto Paglia todo el tiempo, fabulosamente contradictorios.
A veces, acerca de lo que sí sabemos e incluso podemos estar seguros de que sabemos más que nuestro interlocutor, preferimos guardar silencio. Ya sea por pereza o remilgo, por fastidio o prudencia: porque nos sentimos abrumados, precisamente, por todo lo que conocemos al respecto de un tema que bien puede ser la teoría de la relatividad o la forma precisa en que se ha de preparar una excelente nieve de garrafa de carambolo.
Y en otras, precisamente de los temas que no sabemos, nos sentimos impelidos a responder de forma rápida y abrumadora, con frases que nos hagan parecer doctos y así se oculte nuestra ignorancia (la que nosotros bien conocemos), con descalificaciones expeditas para todo aquel que opine lo contrario y con frases categóricas para que parezca que no hay lugar ni a dudas ni a discusión.
Las razones del silencio, dichas arriba, me quedan más claras. Incluso hay otras que están en los refranes: “el pez por su boca muere”. Pero las razones para hablar no tanto. También podríamos echar mano de los refranes: “el que no habla, Dios no lo oye” y “el que se mueve, no sale en la foto”. Sí, nuestro refranero popular ya hablaba de esta contradicción: ¿quién no ha escuchado ambos tipos de refranes, incluso en el mismo día o la misma semana? En el caso de Paglia, y muchas veces en cualquiera de nosotros al hacer uso de las redes sociales o –antes- en las pláticas de café y de familia, ahí pareciera estar la explicación: ella ha querido ser una “intelectual pública” y, efectivamente, ese tipo de respuestas generan ruido, público que no se convoca desde el silencio.