Fue la ingenuidad (o la vanidad) de Xóchitl Gálvez Ruiz, jefa delegacional de Miguel Hidalgo, lo que evidenció la suciedad que es la clase política mexicana, luego de difundir a través de Periscope algunos pasajes del fiestón que organizó hace una semana el ex candidato panista a la presidencia de la República Diego Fernández de Cevallos, a la cual acudieron los ex presidentes Carlos Salinas de Gortari (priista) y Felipe Calderón (panista), el ex líder del PRD Carlos Navarrete Ruiz, el ex priista-perredista Porfirio Muñoz Ledo, y hasta la alcurnia eclesiástica representada por el mismo cardenal Norberto Rivera.
La también ex titular de la Comisión de Desarrollo de los Pueblos Indígenas abrió una ventana por la que la sociedad mexicana se enteró de cómo, en realidad, la élite política es más bien una reunión de amiguetes que se reparten las arcas de la nación a su antojo y no una lucha de verdaderos ideólogos que no sólo buscan derribar las corruptelas de sus adversarios políticos sino, más aún, darle a nuestro país un destino refulgente.
El desenmascaramiento que Gálvez Ruiz le regaló a la sociedad es más trascendente de lo que a simple vista parece, pues nos desveló, de nueva cuenta, la doble moral y el doble discurso de los hombres en el poder, quienes no tienen ningún tipo de conciencia en derrochar cientos de miles de pesos en una pachanga con fines políticamente lucrativos en un momento en el que nuestro país agoniza en violencia, hambre, desempleo e impunidad.
Luego de las críticas que levantó la difusión del video de Gálvez Ruiz, Diego Fernández de Cevallos no tuvo más remedio que salir a declarar al respecto. Con su muy característico tono temerario, el polémico político y abogado tuvo a bien decir que él no escondía a sus amigos y que a su fiesta fueron ricos y pobres.
Para que no lo acusen de demagogo perfecto, ahora sólo nos faltaría ver el video donde estaban todos los pobres que dice entraron a su casa, porque en el video de Gálvez Ruiz no se ve a ninguno.