Protagonizado por Joaquin Phoenix -genial- y Emma Stone -cumplidora-, el nuevo filme del cineasta neoyorquino explora y expresa otra vez sus conocidas obsesiones. No es una obra maestra, pero es una película de Woody Allen
Ciudad de México, 22 de marzo (SinEmbargo).- Si hay un asesinato, es seguro que Woody Allen nos involucrará en el crimen. Así pasó con Match Point y con El sueño de Casandra, dos películas en las que los asesinados representaban un estorbo para los protagonistas.
En el caso de Irrational Man, que desde el viernes luce esplendorosa en nuestra cartelera, el muerto no es precisamente alguien que moleste directamente al atribulado profesor de filosofía soberbiamente encarnado por Joaquin Phoenix, por lo que las cosas se complican bastante.
Con fama de misántropo y adicto al psicoanálisis, no es descabellado pensar que a Woody Allen, dispuesto a filmar una película por año hasta que el cuerpo aguante, hay mucha gente que lo estorba y que a cambio de matar elige neutralizar sus pulsiones homicidas con un filme.
El resultado en este caso pone al espectador al borde del abismo mental, de la mano de esa “ciencia inútil” llamada filosofía, una actividad de charlatanes como acierta a definir el profesor Abe Lucas, quien llega a una universidad de provincia para ponerla patas para arriba.
Secundado por una alumna inteligente y bella –un papel que no parece haberle quedado demasiado ajustado a la talentosa Emma Stone-, una profesora lujuriosa y su propio sentido de derrota existencial, el alcohólico y genial profesor reparte sus horas entre la lástima por sí mismo, las botellas de whisky y las clases de Kierkegaard y Kant.
Como en La nada, de Jean Paul Sartre, Lucas es un tipo al que la vida le resulta menos que insignificante, hasta que una circunstancia tan fortuita como totalmente ajena a su existencia, le proporciona una nueva sangre y por tanto súbitas ganas de vivir y de disfrutarlo todo.
“Vive en la filosofía, ¿para qué rimar amor y dolor?”, canta el brasileño Caetano Veloso en su canción “Mora na filosofia”. A Abe Lucas, la filosofía no le alcanzó ni siquiera para rimar amor y dolor, por lo que la emoción fuerte de un acto inusitado y criminal constituye una redención que lo vuelve a colocar en órbita.
El conflicto ético frente a un protagonista que necesita esencialmente darle un marco teórico a cada acto de su existencia, los dilemas de un pensamiento febril que siempre encuentra pie en una lógica irrefutable, involucran irremediablemente a un espectador que no puede en ningún caso nombrarse inocente.
¿Matar a otro ser humano puede ser un acto de pureza ética, de transformación estética?
¿Y si con matar a otro ser humano estuviéramos mejorando el mundo aunque sea en una fracción infinitesimal?
Como guionista, Allen, de 79 años, vuelve a bordar con hilos de oro diálogos inolvidables, donde el amor por la filosofía deviene en canto de gloria para los amantes del conocimiento.
Irrational Man no es una comedia hilarante ni un policial de misterio, pero vuelve a poner en el centro las obsesiones del director que tanto conocen quienes esperan como un novio ansioso cada estreno anual del neoyorquino.
Entre el jazz, los paseos y carreras por parques –sin olvidar el vientre inflado de Phoenix, genial en el envase de un cuerpo abandonado por la desidia y la tristeza-, Irrational Man es lo nuevo de Allen, que es como decir lo viejo de Woody.
Nadie saldrá el mismo de la sala de cine y esa virtud honra sus conocidas virtudes cinematográficas. Hasta la próxima película de quien ya sabemos.