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Adela Navarro Bello

22/01/2014 - 12:00 am

La inseguridad y los fantasmas y el discurso

Los pueblos fantasmas en México no son nuevos. El éxodo nacional, internacional, se ha dado en el país por razones indistintas. Sin ir más lejos, en el México contemporáneo, pobladores han abandonado su tierra de origen y residencia, por falta de oportunidades de trabajo, porque no hay infraestructura para el desarrollo, porque las probabilidades de […]

Los pueblos fantasmas en México no son nuevos. El éxodo nacional, internacional, se ha dado en el país por razones indistintas. Sin ir más lejos, en el México contemporáneo, pobladores han abandonado su tierra de origen y residencia, por falta de oportunidades de trabajo, porque no hay infraestructura para el desarrollo, porque las probabilidades de crecer son escasas.

Muchos hombres particularmente, abandonaron casa y poblado para adentrarse en carreteras, desiertos y ríos que los arrastraron en el mejor de los casos a los Estados Unidos, y a las ciudades fronterizas en el peor de ellos. Me tocó conocer a muchos paisanos oaxaqueños al norte de California, no lejos de la frontera con Tijuana. Primero llegaba el padre, encontraba trabaja y mandaba traer a los hermanos y a los primos, luego los hijos migraban y finalmente las mujeres.

En ese pueblo la Policía de Migración de los Estados Unidos no entraba a hacer sus redadas. Empresarios, rancheros y hasta el alcalde habían llegado a un acuerdo: no nos molesten que aquí los indocumentados trabajan. Carmel, así se llama la zona que en un momento gobernó el actor y director Clint Eastwood, era –al menos en el tiempo que conocía la zona- un lugar seguro para los oaxaqueños que habían migrado en busca de una mejor calidad de vida, de trabajo, dinero y oportunidad. Atrás sus pueblos fantasmas se consumían en la pobreza en territorio mexicano.

Ese es el éxodo por la inseguridad económica que muchos mexicanos emprenden. No es extraño saber que en Nueva York, hay medios de comunicación completamente en español para mexicanos que residen en aquel estado, y que en el humor de la idiosincrasia mexicana a aquella entidad la conocen como “Pueblayork” por la gran cantidad de originarios del mexicano estado de Puebla que ahí habitan. Michigan es Michoacán, por ejemplo.

Hay otra inseguridad que también provoca migraciones masivas. A finales de la primera década del Siglo, muchos residentes de Baja California huyeron para salvaguardar la integridad física propia y de sus familias, hacia los Estados Unidos. Hombre y mujeres de negocios contrataron firmas administradoras para que sacaran adelante sus compañías mientras ellos protegían su vida allende las fronteras mexicanas.

La directora de una excelente escuela privada sufrió el secuestro de una de sus hijas. Los criminales organizados que iniciaron en el narcotráfico, encontraron en el secuestro primero y en la extorsión después, un modo de hacer dinero fácil. La mujer recuperó a la hija y al minuto siguiente había contratado una directora para su escuela y se fue con todo y prole a San Diego, California.

Se de otro caso. Un hombre que fue secuestrado cuando los delincuentes se dieron cuenta que su negocio de ferretería era exitoso. Lo plagiaron y exigieron una cifra en miles de dólares por su liberación. Lo soltaron para que hiciera las transacciones dado que él era el líder de la familia y los negocios. Y una vez que obtuvieron el rescate, los criminales amenazaron: a cambio de respetar su vida y la de los suyos, el pequeño comerciante debía entregarles cuatro mil dólares al mes. Así lo hizo durante más de siete años.

Hoy día, la inseguridad producto del crimen organizado y el narcotráfico no es exclusiva de las fronteras con los Estados Unidos. Lo más difícil en estos momentos sucede en estados del pacífico mexicano. Michoacán es el caso que por interés del gobierno federal, está todos los días en medios de comunicación.

El Gobierno de Enrique Peña Nieto ha emprendido en aquella zona una guerra contra sociedad organizada y contra criminales organizados. Y como si dictara en medios, las principales páginas de diarios defeños y las introducciones de noticieros televisivos, hablan de cómo el Gobierno ha “cercado” a los Caballeros Templarios, de cómo el gobierno ha “capturado” a 38 criminales, de cómo el gobierno “persigue” a los Templarios, en serio, todos hablan de lo mismo y en los mismos términos.

Las personas que han debido migrar por la inseguridad en Michoacán no son aun tema. Aquellos que han padecido los efectos de la corrupción en las policías locales y federales no son considerados aún. Ahora lo que se ve, lo que se lee, lo que se escucha, es la versión oficial. El cínico discurso del Secretario de Gobernación, Miguel Osorio, diciendo que “México está en paz y fuerte”, cuando la realidad que se percibe es de inseguridad y debilidad institucional.

Pero en la Presidencia de la República el discurso es otro. Como en todos los distintos tipos de inseguridad que se viven en México, la línea oficial parece ser desviar la atención o hacia otro tema, o plantear un escenario distinto al real. Vaya, en estos momentos en las fronteras mexicanas se siente otra inseguridad. La financiera.

A raíz de la reforma fiscal, de las modificaciones en la política financiera en México, y particularmente del incremento al 16 por ciento en el IVA en la frontera, que estaba en un once por ciento, las economías privadas que confluyen en estas regiones del País, están paralizadas. Un domingo cualquiera se ha convertido en un domingo fantasma. Las empresas no invierten, las personas no gastan, y la hacienda persigue a punto del hostigamiento. Muchos están migrando no solo de lugar de residencia y trabajo, sino de la formalidad a la informalidad ante el complicado escenario que se avizora para sostenerse dentro de una política recaudatoria e insensible.

Las inseguridades en México, las muchas, la física, la criminal, la financiera, la política, están llevando a este país y a su población hacia un panorama negro, de incertidumbre, temor y pobreza, mientras el gobierno de Peña se sigue regocijando de éxitos y avances que solo existen en el discurso. No más.

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