Escribí, y también comenté, que dar la Secretaría de la Función Pública a una activista de la 4T era riesgoso. Lo más obvio: porque no garantizaba autonomía del poder. Lo más sutil: que operaría en lógica de grupo. Lo más peligroso: que el Gobierno federal minaría innecesariamente su credibilidad a la hora de toparse con un caso comprometedor. En su momento puse sobre la mesa la idea de que la funcionaria podría ser comparada con Virgilio Andrade. Uf, me cayeron a palos.
Pero lo que pasó, pasó, como dice la canción. El caso Manuel Bartlett fue la piedra de tropiezo. Pronto las redes compararon a Irma Eréndira Sandoval con, pues sí, el reducido Virgilio Andrade. Y de alguna manera tenían razón: el argumento de que como director de la CFE no cometió ningún ilícito resuelve legalmente las acusaciones, pero no alimenta la idea de que, en la autollamada “Cuarta Transformación”, importan la ética y la moral. Bartlett tiene una fortuna que amasó como funcionario público. Pero eso no importa ya, según el argumento. Legalmente no puede ser imputado, se dijo. Legalmente es impecable, se argumentó en una conferencia de 40 minutos que pudo reducirse a unos segundos y con tres palabras: Bartlett fue absuelto.
Este asunto, que terminó mal como se había advertido desde tiempo atrás, permite repasar un tema colateral: la defensa a ultranza de las decisiones del Jefe Máximo.
En el país polarizado en el que vivimos, atreverse a criticar cualquier cosa sobre él tiene un riesgo: te caen a palos. Y eso tiene consecuencias. Se le crea una burbuja al Jefe Máximo que no le permite ver a tiempo ni por el parabrisas, ni por el retrovisor. Cerrar los ojos no está mal ni está mal; cada quien es dueño de sus párpados. Pero tratar de que los demás cierren los ojos a punta de madrazos, pies tiene un costo. Y costo lo pagan el Presidente y su proyecto que, parece, no vieron esa venir o no la calcularon bien.
Doy este consejo antes de que me caigan a palos: hay que permitir que la crítica fluya. No toda está envenenada. Hay que desconfiar de los defensores acérrimos, violentos y en apariencia ciegos, porque le hacen mal a este y a cualquier proyecto. En el caso Bartlett se desoyeron críticas a su contratación y críticas a lo que vendría después, con las denuncias. Y perdió la 4T.
Escribí, y también comenté, que dar la Secretaría de la Función Pública a una activista de la 4T era riesgoso; que no garantizar la independencia de esa oficina ocupada en el pasado por nefastos tendría consecuencias. creo que Irma Eréndira Sandoval no es una mala persona; o no se, no la conozco. Pero es una activista de la 4T. En esa oficina no se necesita a alguien que echó porras en el pasado inmediato, sino alguien perfectamente imparcial, cirujano de su propia imagen.
En fin. Allí está mi comentario. A los que quieran tomar el consejo y a los que quieran caerme a palos, les deseo exactamente lo mismo: felices fiestas.