“El EZLN en 2006 era el huevo de la serpiente, luego muy radicales han llamado a no votar y ahora postularan candidata independiente”, con este tuit de recuento AMLO recibió el resolutivo del “Quinto Congreso Nacional Indígena que tuvo lugar del 9 al 14 de octubre de 2016 en el CIDECI-UNITIERRA, Chiapas”, donde anuncia el resolutivo de que utilizaran la figura de la candidatura independiente para postular a una indígena y hacerse presente en los comicios presidenciales de 2018.
Quizá, aquella, ha sido la travesía de la guerrilla zapatista y eso no debería ser motivo de crítica, de denostación, sino entre demócratas motivo de júbilo pues incluye a otros, los indígenas, los olvidados, de este país que no son pocos –y, creo, que es el sentido de la rectificación de AMLO en la Huasteca Potosina.
Y, además, que un grupo armado decida participar abiertamente en la vida pública siempre será una buena noticia. Acaso, ¿no fue el sentido del reciente referéndum colombiano?, abandonar las armas e incorporar a las FARC al sistema de partidos.
Claro. Evidentemente el EZLN no son las FARC, como tampoco las FARC son el EZLN. Hay diferencias sustantivas entre ambas formaciones armadas. Pero hay en común el interés, si se quiere, de aprovechar la “democracia burguesa”, para ir a los grandes públicos y poner sobre la mesa el despojo de que han sido y son objeto de decenas de atropellos: (Lease: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2016/10/14/que-retiemble-en-sus-centros-la-tierra/).
Y, ante este pronunciamiento, los actores políticos deben estar a la altura sin mezquindades, como las del colombiano Álvaro Uribe que promovió el voto del miedo. Una opción como esta refresca el ambiente político. Baja la tensión en algunas regiones del país y le apuesta a la política. Organizan para hacer política a las comunidades olvidadas. Que sufren el modelo económico, el olvido, la frivolidad y el atraco de muchos Gobernadores y Presidentes Municipales.
Claro, el sólo declarar esa intención, tiene efectos políticos. Los actores se posicionan ante una eventual candidatura que va por una tajada del electorado y sacan sus cuentas de que como les iría en caso de cristalizar la iniciativa. Y es que siempre, es atractiva la masa del electorado pobre, que alcanza en el país más del 70% de la población. Y en las comunidades indígenas, supera con mucho el 90%.
Todavía más, cuando va por un electorado que ha votado mayoritariamente por López Obrador en 2006 y 2012. Y eso quizá tiene molesto a AMLO. Él está cómodo con sus adversarios de la “mafia del poder”, pero incómodo con candidatos que le podrían disputar incluso franjas de su electorado histórico. Ya sean los candidatos independientes, Margarita Zavala y ahora los zapatistas. Y es quien sea la candidata del EZLN, le quitaría más votos a Morena, que al PRI o el PAN, que seguirán comprando votos, y tendría pues efectos electorales.
Son los juegos de suma cero no cooperativos de la política electoral, es decir, la estrategia de no sumar y confrontarse con los afines, puede llevar a pérdidas que otros terminaran ganado y es que en elecciones lo que pierde uno lo gana otro. Sea directa o indirectamente.
Las elecciones generales de 2018 son una oportunidad inmejorable para el debate público. El posicionamiento político sobre los grandes temas nacionales. Y ahí están las simetrías programáticas. ¿Habría diferencias entre lo que ofrece Morena y lo que pudiera proponer una candidatura presidencial zapatista?
Creo que mucha en lo qué se refiere a las comunidades indígenas pero poca como proyecto de nación. Con todo y matices ambas tienen un discurso de izquierda. Quizá uno en clave más nacionalista y el otro indigenista anticapitalista. Lo que esto sea.
Sin embargo, la política no se agota en las intenciones y los pronunciamientos sobre la elección presidencial. También son alianzas entre actores políticos. La política viene así para el 2018, porque tenemos hay una alta volatilidad y una creciente fragmentación del voto. Todo mundo está pensando en clave de coaliciones, incluso ahora, con la disposición constitucional y reglamentaria, en gobiernos de coalición.
Cierto, las candidaturas independientes son otra cosa, son o no son. No pueden ir coaligadas a un partido. Salvo que en un escenario de segunda vuelta, que es una definición pendiente, decidieran llamar a votar a los suyos por tal o cual candidato presidencial. Pero es ver muy adelante. El asunto, ahora, es que pasada la declaración de AMLO, a bote pronto, es como va administrar la eventualidad de una candidatura independiente desde la izquierda zapatista.
Sería preocupante que siga la ruta de confrontación que tiene con el PRD, el PT o MC. No tiene futuro y pareciera qué no tiene asesores capaces de construir escenarios en unas elecciones generales que serán inéditas por las condiciones nacionales y las fórmulas que se están tejiendo en los partidos. Ya vimos lo que pasó en las elecciones estatales y municipales de este año. No es precisamente una inclinación del electorado hacia la izquierda. El desafío es remontar esa tendencia firme que se ve para el 2018. Esa pregunta se la están haciendo en el PRI, y también se la deberían hacer en Morena. Antes de continuar los denuestos de los morenistas contra el zapatismo electoral.
Que dicho de paso, no es nada fácil para los zapatistas. Una vez que rompió el huevo armado necesita reunir el 1% de firmas de apoyo de personas dadas de alta en el padrón electoral, para poder registrarse ante el INE. Un poco más de 800 mil. Es el primer desafío institucional que debe resolver antes de ir a lo otro. No dudo que lo logre si activa a sus simpatizantes e irritados que hay por montones.
En suma, AMLO debe dejar de seguir buscando enemigos y pensar más en clave de aliados, ni todos los buenos están de su lado, como no todos los malos están fuera de su círculo político.
Las circunstancias obligan en este momento los discursos conciliadores, los que suman, no lo que restan.