La suma literaria de la escritora mexicana Cecilia Eudave tiende a lo calibrado, al fugaz relámpago. Prueba de ello es su más reciente libro Al final del miedo (Páginas de espuma, 2021), un conjunto de ocho cuentos que tienen como telón de fondo el fin del mundo, donde la cotidianidad se expresa mediante la constante aparición de agujeros negros.
Ciudad de México, 21 de septiembre (SinEmbargo).– ¿Qué hay delante del abismo? Es una cuestión que tratan de responder, precisamente los ocho cuentos que componen Al final del miedo (Páginas de espuma, 2021), el nuevo libro de la escritora mexicana Cecilia Eudave.
Íntimamente relacionados unos con otros, al grado de tener el cariz de una novela, estos cuentos tratan sobre lo insólito, el miedo, la reflexión y sobre agujeros negros que aparecen de la nada. Todo ello visto por personajes que atraviesan como sombras a lo largo de este volumen, que bien puede leerse linealmente o mediante el azar.
“Soy, esencialmente, una escritora de umbrales. A mí me gusta situarme justo en la línea que separa lo real de lo insólito, y ahí me encuentras, en esa frontera de lo inusual. No dejamos de leer la posibilidad de que el mundo no es perfectamente confiable y que en la realidad tienen que pasar cosas que desestabilicen ese concepto que nos han entregado, que convivimos con lo insólito, pero nos da miedo admitir que nos ha pasado algo que no podemos explicar”, compartió la autora en entrevista con SinEmbargo.
Cada uno de los relatos de Al final del miedo tiene como telón de fondo el fin del mundo: una serie de agujeros negros comienzan a aparecer, las personas se tiran dentro de ellos y van creciendo, poco a poco, hasta alcanzar la proximidad con los personajes de cada historia. Historias entrecruzadas, personajes duplicados, en medio de un mundo atroz y caótico. Ese es el corpus de este libro.
“Cuando comencé a escribir este libro, por allá de 2009, me di cuenta que al ser humano le horroriza la realidad”, comentó al respecto Eudave. “Yo no quería hacer un libro donde la idea de los agujeros negros fuera del caos, sino que fuera parte de la cotidianidad, y así los personajes se acostumbraran a ellos e hicieran su propia introspección”.
Acaso uno de los mayores aciertos del volumen de cuentos sea la elección del narrador, quien se entromete, falsea —muy al estilo de lo que hace Borges—, despista al lector para exigir de él un compromiso con la anécdota y la trama. “Es, claramente tramposo, desespera, irrita, pero todo el tiempo te mantiene ahí, siguiendo a los personajes, entonces, el narrador se vuelve otro agujero negro en el que te abismas como lector”.
La suma literaria de Cecilia Eudave tiende a lo calibrado, al fugaz relámpago. Así, contundente, cada obra de la escritora mexicana gana, recordando a Julio Cortázar, por nocaut. Desde Al final del miedo, pasando por Bestiaria vida, Registro de imposibles, Para viajeros improbables y, próximamente, con El verano de la serpiente, que será su nueva novela.
Lectora de Borges, de Ítalo Calvino, Julio Verne y de la amplia tradición mexicana, desde Elena Garro, Xavier Villaurrutia y Gilberto Owen, el nombre de Cecilia Eudave se une al de un nutrido grupo de escritoras que están en boga actualmente, que van desde Mariana Enriquez, Fernanda Trías, Guadalupe Nettel, Giovanna Rivero, María Fernanda Ampuero, Ariana Harwicz, Liliana Colanzi, entre muchas otras.
***
—La estructura ósea del libro es laberíntica. En Al final del miedo las líneas argumentativas de los cuentos se cruzan, se conectan unas con otras. ¿Cómo imaginaste, en un inicio, la arquitectura de tu libro?
—Con Al final del miedo lo que quería era crear un libro orgánico. Hay un trabajo en la estructura muy consciente. Lo disfruté mucho y por eso tardé tanto en escribirlo y no lo quería soltar porque pensé que nadie lo iba a entender pues podría parecer que se me fue de las manos este libro/artefacto.
Todos los cuentos se complementan, por eso son ocho. Si se lee “Siete minutos” (1) y después “Al final del miedo” (8), ahí se abre el umbral; luego viene “Sereno olvido” (2) que conecta con “Espejismo” (7); luego “Cazando un día de campo” (3) con “Hotel” (6) y cerramos con “Deja que sangre” (4) con “La verdad verdadera” (5), y en cada historia todos los personajes atraviesan diversas historias, circulan, excepto en La verdad verdadera.
—Presente y futuro se tornan muy inciertos en Al final del miedo, hay una suerte de distopía, de cataclismo. ¿Desde dónde escribes tu libro?
—Cuando comencé a escribir este libro, por allá de 2009, me di cuenta que al ser humano le horroriza la realidad. Recuerdo que en ese momento estaba la controversia del H1N1, se hablaba de agujeros negros (que son una figura recurrente en el libro), además en 2012 nació la idea de que el mundo se iba a acabar y ahora volvimos a estas cuestiones de catástrofes.
Yo no quería hacer un libro donde la idea de los agujeros negros fuera del caos, sino que fuera parte de la cotidianidad, y así los personajes se acostumbraran a ellos e hicieran su propia introspección. Y en vez de estar intentando cómo solucionar el afuera, tenía que ver en cómo les estaba impactando a ellos, y una manera es investigando qué te está pasando cuando llegas a un punto de quiebre y es ahí donde se encuentran todos estos personajes, y sus mismos espacios son espacios de reflexión y búsqueda, así como de reconocimiento. Los mismos personajes deben abismarse en ellos mismos. Y en este libro todos son víctimas y victimarios.
—Con Al final del miedo confirmas tu fascinación por lo insólito, pero cuéntame ¿qué es para ti este género?
—Lo primero que debo aclarar es que no me considero escritora del realismo mágico, pues se suele confundir. Tampoco puedo decir que soy fantástica, aunque en muchos de mis textos aparece como discurso, no como la argumentación final de todo. Definitivamente, ahora que se habla de lo insólito, estoy de acuerdo en colocar ahí mi obra, y que es un paraguas donde se amparan todos los géneros no miméticos, me siento a gusto deambulando entre ellos, es decir, el terror, la ciencia ficción, lo extraño, lo maravilloso.
Por otra parte, soy, esencialmente, una escritora de umbrales. A mí me gusta situarme justo en la línea que separa lo real de lo insólito, y ahí me encuentras, en esa frontera de lo inusual. No dejamos de leer la posibilidad de que el mundo no es perfectamente confiable y que en la realidad tienen que pasar cosas que desestabilicen ese concepto que nos han entregado, que convivimos con lo insólito, pero nos da miedo admitir que nos ha pasado algo que no podemos explicar, y quizá tenga explicación, pero no la hemos encontrado, y ése es el espacio que a mí me gusta trabajar. Todos los cuentos de Al final del miedo tienen y no una explicación posible, todo depende de cómo lee el lector, por eso ahí entra la parte detectivesca tanto del lector como del narrador.
—Tu narrador es tramposo, impertinente incluso. Narra, sí, pero opina, despista, atrae la mirada del lector, quien debe decidir hacerle o no caso.
—Cuando utilizo un narrador en tercera (persona) quiero que se parezca mucho a una voz en primera, como si fuera un narrador personaje, que no lo sabe todo, que se equivoca, que de repente discute, que siempre está suponiendo, en suma, un narrador que desestabilice al lector para que el lector tome la voz del narrador.
Es, claramente tramposo, desespera, irrita, pero todo el tiempo te mantiene ahí, siguiendo a los personajes, entonces, el narrador se vuelve otro agujero negro en el que te abismas como lector. Además, cree que sabe, pero no sabe, y son los mismos personajes que lo corrigen, los que te llevan a otro lado cuando les permite hablar, es un narrador que te pone en atmósfera de introspección, de búsqueda, un poco también detectivesca porque él también está preguntándose qué está pasando, y además tiene el peso de que no se le olvide nunca dónde está relacionando a todos los personajes.
—En todas tus obras aspiras a la brevedad, incluso tus novelas suelen ir hacia la calibración casi cuentística. Platícame sobre esta característica de tu literatura y sobre dónde te sientes más cómoda, en la novela o en cuento.
—Soy una escritora de brevedades, siempre lo he dicho. A mí me gusta el relato, el cuento y la novela corta. Si me preguntas dónde me siento mejor, en el cuento, incluso también me gusta jugar, pues tengo libro y novelas, como Bestiaria vida, que se pueden leer como cuentos, como historias separadas. Por ejemplo, y es curioso, en el caso de Al final del miedo mucha gente me ha dicho que es una novela, y claro que se puede leer como el lector quiera, pero cada cuento es autónomo, y si una persona sólo leyó uno o dos, no pasa nada, se queda con esa sensación de que está leyendo un cuento, pero cuando lo lees en su conjunto, todos los cuentos adquieren mayor presencia porque todos se complementan.
A mí me gusta construir proyecto, y la brevedad te lo permite. Yo quiero escribir tres novelas con tema familiar, comencé con Bestiaria vida, ahora vengo con El verano de la serpiente (que está por aparecer muy pronto) y después vendrá la que cierre el ciclo, y que son variaciones del mismo tema, que no es estar escribiendo el mismo libro, y que tiene el mismo tono, mucho humor negro, ironía, sarcasmo, a veces melancólico, algo esquizofrénico, rasgos que nunca me abandonan, pero siempre procuro que mis libros sean diferentes.
—¿En Latinoamérica, las mujeres están escribiendo la mejor literatura?
—Yo creo que sí. Aunque también está la parte de las editoriales, pues hablar de un boom latinoamericano de escritoras es lo mismo que hablar del boom de hace muchos años, donde todos eran hombres, entonces ¿ahora tienen que ser todas mujeres? Y ese es un boom solamente a nivel editorial.
Sí creo que las mujeres, desde siempre, hemos tenido una perspectiva distinta de narrar y tiene que ver, necesariamente, porque somos mujeres, no porque sea femenino, sino porque hay una construcción del pensamiento que nos hace ver el mundo desde ahí, y que también nos atrevemos a desafiar y cuestionar, no por el hecho de ser mujeres vamos a seguir como los hombres, aceptando las normas patriarcales que les acomodan bien, pero que a nosotras no.
Finalmente, las mujeres vamos teniendo una presencia importante en la narrativa porque por fin podemos enunciar cómo vemos la realidad fuera de los clichés y ya no condenadas a escribir sólo novela histórica. Muchas de estas escritoras contemporáneas frecuentan los géneros no miméticos (como yo) y si los frecuentan es porque tiene espacios de expresión donde pueden hablar libremente.