El western se entiende, en muchos sentidos, como mito fundacional de la cultura norteamericana: una nación que intentaba explicarse a sí misma creando historias propias. Algo que Lisa Hanawalt sabe perfectamente y que, tal vez por eso mismo, resulta el escenario ideal para un cómic como Coyote Doggirl. Un tebeo que reconfigura el mito del Far West con una protagonista femenina, independiente y vital, que encuentra en los indígenas una ayuda esencial, y que forja su identidad en la superación de un trauma clave.
Por Francesc Miró
Ciudad de México, 21 de julio (El Diario).– Adentrarse en lo desconocido, vagar en soledad, en busca de fortuna o de un destino que cumplir, son temáticas que se encuentran en el mismo germen del western clásico. Pero durante años, estas temáticas estuvieron en consonancia con el discurso de la conquista del Oeste, que no era más que una expansión colonizadora, asociada al punto de vista del hombre blanco y su éxito, ya fuere en la búsqueda del oro o en la aniquilación de indígenas americanos.
El western se entiende, en muchos sentidos, como mito fundacional de la cultura norteamericana: una nación que intentaba explicarse a sí misma creando historias propias. Algo que Lisa Hanawalt sabe perfectamente y que, tal vez por eso mismo, resulta el escenario ideal para un cómic como Coyote Doggirl. Un tebeo que reconfigura el mito del Far West con una protagonista femenina, independiente y vital, que encuentra en los indígenas una ayuda esencial, y que forja su identidad en la superación de un trauma clave.
Tras conocerla como productora de BoJack Horseman, y como creadora de Tuca y Bertie, dos de las series más importantes de la animación norteamericana actual, ahora podemos descubrirla como autora. Coyote Doggirl, publicado por Astiberri, es su primer cómic disponible en España. Y es una aproximación muy especial a su particular universo: feminista, liberador y lleno de humor absurdo.
LA IMPORTANCIA DE CAMBIAR EL FOCO
Cuando conocemos a la protagonista de este tebeo, se encuentra huyendo a la desesperada de tres forajidos. Resulta que no solo han puesto precio a su cabeza sino que la persiguen para vengarse por algo que no hizo, por algo de lo que fue víctima. Pero es una cuestión de honor: deben acabar con ella como parte del código elemental del cowboy clásico. Ella, por su parte, intentará sobrevivir como buenamente pueda.
Por el camino vivirá un proceso de cambio interior: una evolución que la llevará a dejar de huir, enfrentarse a sus problemas, aceptar sus errores y sus virtudes. Todo, a través de un pacífico y por momentos hilarante ejercicio narrativo de una belleza plástica singular.
Entre la aventura y la contemplación más hedonista, Lisa Hanawalt propone una historia de persecución y recompensa clásica que va mutando en un drama íntimo en el que la raza y el género resultan ser elementos narrativos clave. Jugando con los arquetipos propios del oeste, pero sin miedo a distanciarse de referente clásicos -como El teniente Blueberry de Charlier y Giraud-, o más contemporáneos -como el Jonah Hex de Albano y de Zúñiga-. Coyote Doggirl es puro western, pero a la vez ofrece una mirada lúcida y un distanciamiento de las fórmulas tópicas.
«La del Oeste fue, por antonomasia, la gran epopeya blanca del siglo XIX y se hallaba demasiado próxima —cronológica y geográficamente— para que los pioneros del cine americano la dejasen escapar como tema cinematográfico», decía el Román Gubern en su siempre imprescindible Historia del cine.
Como gran epopeya blanca, el western fue siempre un género ligado a la mirada masculina, mayoritariamente asociada a la construcción de un relato nacional que justificase la colonización, por mucho que tuviese fugas creativas -en todos los géneros existen anomalías-. Pero también fue, en cierta medida, una pieza esencial en la construcción de la masculinidad del héroe impávido y de parcas palabras tan arraigado en la ficción norteamericana.
Coyote Doggirl, sin embargo, propone una refrescante y abiertamente feminista descolonización de la mirada. Respetuosa y a su vez original con el canon del Far West. Dispuesta a reescribir el tratamiento clásico del ‘enemigo’ encarnado en la otredad que representaba el indígena norteamericano -aquí los indígenas vehiculan el proceso de liberación de la protagonista-.
Tampoco sin ningún tipo de prejuicio a la hora de construir una protagonista femenina que no imita el patrón de comportamiento masculino -como sí que hacen películas tan intocables como Johnny Guitar-, sino puramente vital, creativa, impetuosa y lenguaraz.
LA JINETE COLORADA
La protagonista de Coyote Doggirl es exactamente lo que su nombre indica: una joven mitad coyote mitad perro, diseñada a imagen y semejanza de los personajes que conocemos por el universo creativo de BoJack Horseman y Tuca y Bertie. Su personalidad, de hecho, recuerda al entusiasmo desmedido, casi irracional, de personajes tan peculiares como Mr. Peanutbutter, habitual de la serie del caballo atormentado.
Pero ahí no terminan las coincidencias entre este cómic y las series que Lisa Hanawalt ha dirigido y producido en televisión. Como le ocurría a una de las protagonistas de Tuca y Bertie, la historia de Coyote tiene un evento fundacional y traumático. Un recuerdo que si bien no es algo que explique absolutamente todas las asperezas de su personalidad, sí que facilita su comprensión como alguien poliédrico y muy real -a pesar de ser un animal parlanchín-.
En el pasado, intentaron abusar sexualmente de Coyote, y ella reaccionó cuchillo en mano, hiriendo gravemente al abusador. Las personas que la persiguen, de hecho, lo hacen porque las ha contratado el hermano del criminal.
El proceso de redención de la protagonista de este tebeo no pasa solamente por sobrevivir a una amenaza inminente producto de un pasado reciente. También por comprender, aceptar y superar lo que le ocurrió. Algo para lo que necesitará la ayuda de personas que confiarán en ella, le prestarán ayuda, consuelo y, sobre todo, harán que vuelva a creer en ella misma.
A su vez, el drama no es algo omnipresente en las viñetas de Coyote Doggirl. No estamos hablando de un relato de espíritu curativo, como en Cuéntalo de Laurie Halse Anderson y Emily Carroll, ni tampoco un artefacto gráfico incómodo para hablar del abuso como Pantera de Brecht Evens. Más bien al contrario.
Al igual que ocurría en BoJack Horseman, la comedia es aquí una constante que puntualiza el relato como forma de romper burbujas dramáticas. Hanawalt realiza con maestría chistes que se ajustan como un guante a la personalidad de los animales antropomorfos, y no renuncia en ningún momento al surrealismo o al humor absurdo. Maneja el delicado equilibrio de dibujar una sonrisa en el peor momento, en el más incómodo.
Coyote Doggirl demuestra que su autora tiene un universo creativo muy personal. Único se diría. Es un cómic que dialoga con dos series de animación de actualidad, pero lo hace con naturalidad, sin remitir a ellas de forma explícita. Y a su vez es una bellísima historia sobre una mujer en el oeste que intenta enfrentarse a sus demonios. Que busca a quien la pueda acompañar en el proceso. Porque todos necesitamos a alguien que haga que cicatricen las heridas que no se ven.