Libros
INSIGHT CRIME

¿Corrupción en la DEA y Aduanas? Sí. Un nuevo libro desmonta mitos

21/06/2021 - 7:30 pm

Benjamin Smith reconstruyó la historia del narcotráfico en México desde principios del siglo XX hasta la actualidad, exponiendo las historias que rodean a funcionarios y capos de la droga para derribar los mitos que los rodean y muestra cómo son afectados diversos sectores.

Por Pablo Ferri

Ciudad de México, 21 de junio (InSightCrime).- Durante mucho tiempo, en la cultura popular y en los discursos públicos se han repetido conceptos erróneos en torno al tráfico de drogas en México. Un libro publicado recientemente, The Dope: The Real History of the Mexican Drug Trade, busca confrontar estas ideas.

El libro reconstruye la historia del tráfico de drogas en México desde principios del siglo XX hasta la actualidad, exponiendo diversas historias de narcotraficantes y funcionarios estadounidenses con el fin de derribar los mitos que lo rodean. InSight Crime habló con el autor de The Dope, Benjamin T. Smith, especialista en historia moderna de México y profesor de la Universidad de Warwick, con el fin de dilucidar las percepciones erróneas de este tráfico y discutir los cambios en su dinámica durante el siglo pasado.

InSight Crime (IC): El libro pretende rebatir una serie de mitos en torno a la historia del narcotráfico en México. ¿Cuáles son las principales percepciones erróneas sobre este tráfico hoy en día y cómo intenta rebatirlas?

Benjamin T. Smith (BTS): Uno de esos mitos es que los policías son vistos como figuras nobles, moralmente superiores, que actúan de manera no violenta, ortodoxa y legal. Por su parte, los narcotraficantes son vistos como seres de una inmoralidad extrema, completamente separados del resto de la sociedad. Se considera que provienen de otras áreas del crimen organizado, que son inherentemente violentos y que utilizan la violencia de manera casi patológica.

Todas estas cosas están incorporadas en el «mito de la guerra contra las drogas». Justifican la violencia por parte de la policía, la cual supuestamente «solo dispara cuando le disparan». Cualquiera que haya estudiado el tema sabe que esto es completamente falso.

Por otro lado, un vasto y amorfo sector de la sociedad del continente americano, que simplemente cultiva marihuana para sobrevivir, es demonizado.

La gran mayoría de las personas involucradas en el tráfico de drogas que aparecen en el libro son agricultores, comerciantes y padres de familia. No son muy competitivos entre sí. Suelen ser compadres; están unidos por el matrimonio y la amistad. La violencia suele ser generada por el Estado que arremete contra ellos.

Desde la década de 1910, el Estado mexicano y las fuerzas policiales locales, en su mayor parte, pero también las fuerzas policiales federales, les han cobrado a los narcotraficantes cierta cantidad de dinero para no imponer la ley. Foto: Cuartoscuro

Otro elemento importante que descubrí es que hay una diferencia entre dos cosas que tendemos a confundir. El tráfico consiste en cultivar marihuana, empacarla y transportarla hasta la persona que la compra. Es una interacción comercial. Es relativamente simple y no violenta.

Sin embargo, hay algo más: una red de protección. Desde la década de 1910, el Estado mexicano y las fuerzas policiales locales, en su mayor parte, pero también las fuerzas policiales federales, les han cobrado a los narcotraficantes cierta cantidad de dinero para no imponer la ley. Eso es lo que causa la violencia.

IC: Usted señala que, hasta la década de 1970, las redes de protección vinculadas al tráfico de drogas estaban controladas en gran medida por los gobiernos estatales y conformadas por miembros de la policía estatal. Luego, entre las décadas de 1970 y 1990, las instituciones nacionales tomaron el control, antes de que los propios narcotraficantes lo hicieran. ¿Cuáles han sido las consecuencias de estos cambios?

BTS: En términos generales, la violencia. En primer lugar [quienes dirigen las redes de protección] tienen que persuadir a los narcotraficantes para que paguen. Algunos traficantes son relativamente reticentes a renunciar a un tercio de su producto. Entonces ellos disparan o simplemente no pagan. Así que [quienes dirigen las redes de protección] van tras ellos, los amenazan, y a menudo los torturan. Eso es lo que hicieron los policías federales en la década de 1970.

Las personas que han tomado la dirección de las redes de protección de las drogas no solo han tenido que vérselas con los narcotraficantes, sino que también han tenido que eliminar a las redes de protección previas. Muchos de los asesinatos que estudié y rastreé en la década de los setenta en México, que a menudo eran completamente inexplicables, eran de policías federales que mataban a policías estatales por alguien que controlaba la red local de protección de drogas, o bien de prostitución, tala ilegal, trata de personas o robo de automóviles.

En la década de los 70, la DEA se vio envuelta en casos de corrupción. Foto: AP

IC: Su libro analiza diferentes formas de corrupción que apoyan el tráfico a través de la frontera entre Estados Unidos y México. ¿Cómo ha evolucionado esta corrupción junto con el creciente tráfico de drogas?

BTS: No estoy seguro de si ‘corrupción’ sea un término lo suficientemente útil. Corrupción significa tomar dinero público y usarlo para el bien privado. Muchos gobernantes hacen esto en México. Esa es la corrupción clásica.

Lo que sucede en el tráfico de drogas es un poco diferente. No va necesariamente en contra de las instituciones del Estado. Los jefes de policía dicen: «No le voy a aplicar esta ley de drogas, puede traficar sus productos. Deme el 20 o el 30 por ciento de sus ganancias». Muchos de ellos usan el dinero por razones de Estado: para conseguir armas, chalecos antibalas y uniformes, para emplear a más de una veintena de policías. Esta «corrupción» sirve para la construcción del Estado. Es un dinero que no va necesariamente a cuentas bancarias privadas.

Por ejemplo, Genaro García Luna [Secretario de Seguridad Pública de México entre 2006 y 2012] está siendo juzgado en Estados Unidos, acusado de corrupción a gran escala. No tengo idea de si tomó dinero del Cartel de Sinaloa y lo puso en sus cuentas bancarias privadas. Lo que sí sé es que aumentó masivamente el número de policías federales en México. Se pasó de seis mil policías federales a unos 37 mil en un periodo de seis años. Lo que supongo es que él usó dinero del Cartel de Sinaloa para mejorar el Estado.

Una cosa que encontré y que me pareció sorprendente fue lo corruptas que eran la Administración para el Control de Drogas (Drug Enforcement Administration, DEA), la Oficina de Aduanas y la Oficina de Narcóticos y Drogas Peligrosas (Bureau of Narcotics and Dangerous Drugs, BNDD) en la década de los setenta, y cómo esto se olvidó completamente. Confieso que no conozco la situación actual. Pero es claro que, durante las décadas de los sesenta, setenta y ochenta, estos grupos eran institucionalmente corruptos y quizá dirigieron redes de protección.

Algunas personas de la Oficina Federal de Narcóticos (Federal Bureau of Narcotics, FBN), que era dirigida por Harry J. Anslinger, dijeron, según algunos medios, que entre un tercio y la mitad de sus agentes estaban en la nómina de la «Conexión Francesa», una gran red de tráfico de heroína. México estaría orgulloso de un nivel de corrupción similar.

IC: Usted habló con exagentes de la DEA y con figuras del hampa. ¿Cuáles son los principales mitos que estos grupos siguieron creyendo?

BTS: Los traficantes estadounidenses seguían creyendo en general que los traficantes hippies [estadounidenses] eran inocentes, que nunca hacían nada violento y que eran nobles empresarios. Se creyeron el «mito narco» de que tan pronto como se pasaba la frontera todo era peligroso y todo el mundo era intrínsecamente violento, lo que me pareció bastante interesante porque muchos documentos parecen indicar que fueron precisamente los estadounidenses quienes llevaron las armas y parte de la violencia a México.

Había tres maneras en que los agentes de la DEA percibían lo que habían hecho. Algunos agentes efectivamente dijeron que lo que hicieron fue noble y correcto. Como los mitos están tan arraigados, no les importa decir que «vi torturar, vi asesinar», porque nadie les va a quitar sus pensiones.

Otro grupo siente angustia por lo que hicieron. Quisieran negar u olvidar su pasado.

Finalmente, hay un gran grupo de personas que lidian con estos actos tan angustiosos que presenciaron, o en los que algunos de ellos participaron, tomando bebidas alcohólicas.

IC: También habla en su libro sobre cómo las políticas prohibicionistas en Estados Unidos y los esfuerzos para capturar a los capos y cultivadores al sur de la frontera, en México, han sido ineficaces para detener el tráfico de drogas. Haciendo una retrospectiva en el periodo al que usted se refiere en su libro, ¿por qué cree que las respuestas estatales han seguido siendo tan monolíticas cuando se enfrentan a una de las empresas más cambiantes del mundo?

BTS: Hay muchas instituciones que se basan en estos modos obsoletos para su financiamiento. La DEA no puede admitir que su forma estándar de acabar con los grupos traficantes no solo es completamente ineficaz y que nunca erradica las drogas de las calles por más de un par de días, sino que además causa la gran parte de la violencia en otros países. No pueden admitirlo porque sus pensiones y fondos están relacionados con eso.

Suponemos que los grupos narcotraficantes de México se enfrentan entre sí porque cada uno quiere vender cierta parte de cocaína en Chicago. Pero no es así. Están luchando entre sí porque la DEA y los policías federales mexicanos los han puesto uno en contra del otro. Cada uno está absolutamente petrificado con la idea de que el otro grupo los va a sacar del negocio.

Las respuestas estatales tradicionales no solo han sido unos enormes fracasos, pues los precios y la demanda de drogas han operado de manera totalmente independiente de la oferta durante 100 años, sino que son muy contraproducentes si se quiere reducir la violencia.

IC: Su libro también describe una serie de personajes llamativos, como Ignacia Jasso, alias «La Nacha,» una vendedora ambulante de heroína conocida como la «Reina de la Droga» de Ciudad Juárez, a partir de la década de 1920. Usted la describe como una «organización de una sola mujer […] que cambiaba de rol según las demandas del mercado». ¿Qué tan insólita es la historia de «La Nacha» en cuanto a la participación femenina en el tráfico de drogas de México?

BTS: Solemos pensar que el tráfico de drogas es una actividad eminentemente masculina. Sin embargo, algo que encontré en México es que muchas de las personas que vendían drogas, en lugar de traficarlas, eran mujeres, porque la venta de drogas era una extensión del comercio de la ciudad. ¿Quién dirige la mayoría de los puestos del mercado y la gran parte de las tiendas pequeñas? Las mujeres.

Así era en Ciudad Juárez, donde esta mujer emprendedora y negociante, «La Nacha», dirigió tiendas de heroína durante unos 40 años. Y así era en Ciudad de México. Allí, una mujer llamada María Dolores Estévez Zuleta, alias «Lola la Chata», dirigía este tipo de tiendas. Y era similar en Tijuana, donde existió una expendedora de drogas muy exitosa.

Ignacio Jasso, alias «La Nacha», fue la principal vendedora de drogas de Ciudad Juárez desde la década de 1930 hasta la de 1960. Foto: thedope.co.uk

Muchas mujeres trabajaban como mulas, pero no eran mujeres pobres que recibían órdenes de hombres hipermasculinos. A menudo, quienes dirigían a las mulas y les enseñaban a ocultar las drogas eran otras mujeres. Yo sospecho que las mujeres todavía cumplen un papel muy importante en estas organizaciones.

IC: También se refiere al narcotraficante «multitarea» Pedro Avilés Pérez, alias «El León de la Sierra», a quien las autoridades estadounidenses atribuyeron haber cerrado la brecha entre los traficantes sinaloenses de primera y segunda generación y de «profesionalizar» el narcotráfico mexicano a finales de las décadas del sesenta y el setenta. ¿Hasta qué punto su versión coincide con lo que los funcionarios estadounidenses le atribuyeron? ¿Cree que su influencia le ha ayudado al Cartel de Sinaloa a mantenerse a flote hasta el día de hoy?

BTS: No estoy seguro de haber respondido completamente a esa pregunta en el libro; tengo bastantes dudas. Él es un mito de la guerra contra las drogas. Es la figura paterna del Cartel de Guadalajara. Ha sido considerado el padrino del capo mexicano Joaquín Guzmán Loera, alias «El Chapo», aunque no he visto evidencias de una relación entre ambos.

Avilés Pérez instaló un enorme depósito de drogas en [el municipio de] San Luis Río Colorado, estado de Sonora, en la frontera de México con Estados Unidos. Muchos traficantes —en su mayoría del estado de Sinaloa, pero también de todo México— llevaban las drogas hasta allí. Él guardaba las drogas en sus depósitos y luego se las vendía a traficantes hippies que venían de Estados Unidos, o las enviaba hasta allá por avión.

Él fue la primera persona que vendió diversas drogas a un amplio mercado en Estados Unidos. En parte, simplemente respondía a la demanda estadounidense, que se disparó a principios de la década de los setenta. Quizá él fue la persona adecuada en el momento adecuado. Al parecer, también tenía la facilidad de identificar dónde había un buen mercado.

Fue asesinado por la DEA después de que esta puso una recompensa por su cabeza. Un policía mexicano le disparó a sangre fría, al igual que a otros asistentes a una fiesta.

Uno de sus hijos era el Jefe de la policía de Sinaloa ya en 2010. Es como poner al hijo no reformado de Pablo Escobar a cargo de la policía de Medellín en 2015. Una continuidad que llama bastante la atención.

ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE INSIGHTCRIME. VER ORIGINAL AQUÍ. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN.

en Sinembargo al Aire

Opinión

más leídas

más leídas