En el Centro Femenil de Reinserción Social Santa Martha Acatitla, una cuadrilla de 20 reclusas elaboran centenares de cubrebocas que ante la pandemia del COVID-19 -que en México suma ya más de 200 casos- escasean en la capital del país.
Ante la emergencia por el coronavirus les pidieron ayudar en la fabricación de tapabocas, pero en otros momentos en el taller han fabricado pantuflas, muñecas o morrales.
Por Juan Manuel Ramírez G.
México, 21 de marzo (EFE).- El sonido de una decena de máquinas de coser y el repiquetear de las agujas inunda el taller de costura de un penal para mujeres de la Ciudad de México, donde ahora se elaboran diariamente cientos de mascarillas para afrontar la crisis del coronavirus.
En el Centro Femenil de Reinserción Social Santa Martha Acatitla, una cuadrilla de 20 reclusas elaboran centenares de cubrebocas que ante la pandemia del COVID-19 -que en México suma ya más de 200 casos- escasean en la capital del país.
La sinfonía de los aparatos y el sistema de trabajo en esta especie de maquiladora son la constante en un lugar que funge de área de aprendizaje, lugar de trabajo y espacio de libertad al que las mujeres se sienten orgullosas de pertenecer y al que todos los días acuden con ganas.
Una de las 20 costureras es Natalia García López, de 35 años , quien contó a Efe que llegó a la cárcel por el delito de robo y ve en la costura una posible salida hacia adelante.
«En el proceso de trabajo unas cortan la tela, otras la doblamos y cosemos y otras colocan los resortes», explicó.
Relató que ante la emergencia por el coronavirus les pidieron ayudar en la fabricación de tapabocas, pero en otros momentos en el taller han fabricado pantuflas, muñecas o morrales.
Con su uniforme azul de interna, afirma que para ellas estar en el taller «es una ventaja» y les permite estar activas durante la reclusión.
«Esto nos ayuda a tener otra mentalidad, otro conocimiento, y a aprender otras cosas», expuso Natalia, quien llegó al taller sin conocimiento alguno de confección y hoy domina con pericia la máquina de coser.
Dijo que ese trabajo en el taller le ha servido en su reinserción social junto con el tratamiento contra las adicciones.
«Yo puedo decir que el sistema sí funciona, tanto talleres como clínica (contra las drogas), porque eso me dio un cambio de vida», apuntó.
DOS MIL MASCARILLAS AL DÍA
Danae Méndez se muestra contenta por poder ayudar a combatir la emergencia sanitaria en México, que al momento ha registrado dos muertes pero se prepara para muchos más casos pues considera que entre el 20 y el 30 de marzo registrará el primer pico de contagios.
Este proceso comenzó el 2 de marzo en varios centros femeninos y varoniles de la Ciudad de México. «Nosotros pensamos que las cosas afuera tal vez están peor de lo que nos platican nuestras familias», dijo Danae.
«Nos dicen que se están acabando los alimentos en las tiendas y que está grave el asunto», agregó la joven, quien denunció estar presa «por una injusticia» al pedir informes sobre una persona a policías que consideraron que ella estaba en conexión con el detenido.
«Lo único que busco es obtener ingresos (el sistema les cubre un salario mínimo) para ayudar a mi familia», recordó Danae, quien además del taller ha recibido educación básica y ahora estudia el nivel medio superior.
La chica, de unos 25 años, espera que una vez fuera el estudio le facilitará encontrar trabajo.
Las autoridades estiman que los presos están fabricando alrededor de 2 mil mascarillas a día, que son distribuidas a funcionarios capitalinos.
Para su confección se usa polipropileno antibacterial e hilo 100 por ciento de poliéster, cumpliendo los estándares establecidos para los cubrebocas.
Para Gabriela Serrano, quien lleva 15 años en reclusión acusada de secuestro, la elaboración de las mascarillas es de lo más sencillo.
«Nosotros hemos tenido una capacitación intensa, con cursos de alta costura y de corte y confección. Cuando llegué al taller (poco después de su ingreso) tenía una noción de la máquina, pero ahora tengo la capacidad y sé lo que quiero hacer», explicó.
Gaby, como la llaman de cariño, asegura que todas ellas saben fabricar pantalones, camisetas, bóxers y vestidos.
Incluso presume que en una ocasión fabricaron un vestido de novia para una interna y hasta han participado en pasarelas.
«Somos capaces de hacer cualquier tipo de prenda. Estamos capacitadas para sacar una prenda de una revista con solo verla», expuso la mujer de unos 50 años.
EN BUSCA DE LA REINSERCIÓN SOCIAL
El jefe de talleres de los centros penitenciarios en la Ciudad de México, Manuel Villafuerte, afirmó que este nuevo taller de mascarillas cumple las mismas condiciones que anteriores y que se busca siempre la reinserción social del preso.
En prisión, existen talleres de panadería, tortillería o lavandería, por ejemplo. Mientras que otros reos se dedican a servicios generales como la limpieza.
Buscamos que las internas tengan «competencias laborales para que cuando salgan cuenten con el aprendizaje» para «obtener un trabajo o montar un negocio», subrayó Villafuerte.
Según datos de la Sistema Penitenciario la población de la popular cárcel de Santa Martha Acatitla es de 1.160 internas, de la cual el 70 por ciento trabaja en una comisión o actividad productiva. Y de estas el 40 % percibe un salario mínimo vigente que es de 123,22 pesos (unos 5 dólares).