Montevideo, 21 mar (EFE).- Morfina para dormir a enfermos con problemas respiratorios e inocular 20 centímetros cúbicos de aire en las venas para permitir «descansar» a ingresados en cuidados intensivos fueron parte de los métodos que usaron dos enfermeros, acusados de matar a 15 pacientes en dos hospitales de Montevideo.
Según se desprende del auto judicial difundido hoy, los dos enfermeros emplearon esos métodos en sus actividades, que consideraban como actos «piadosos» y «beneficiosos para la humanidad».
En sus declaraciones ante el juez Rolando Vomero, el enfermero de 46 años Ariel Acevedo, que trabajaba en la Asociación Española de Socorros Mutuos y al que se responsabiliza de la muerte de diez personas, dijo haber empleado una jeringa de 20 centímetros cúbicos para inyectar a un número indeterminado de pacientes.
«¿Cuántos?, es imposible de contestar, porque no es una cosa para llevar la cuenta. Lo hacía para, es contradictorio lo que voy a decir, pero lo hacía por la humanidad», dijo Acevedo en los tribunales según recoge el auto del juez instructor.
Acevedo, que reconoció a diez personas como víctimas en la lista que le presentaron tras ser detenido, confesó que su actuación se produjo porque «estaba al límite» de su persona por el sufrimiento de la gente y que por eso tomó la decisión de «hacer que la gente dejara de sufrir».
«Pero pasó tanto tiempo y veía que eso, se continuaba y se continuaba. Y reitero, mi intención no era parar la vida, sino permitir descansar», dijo.
Por su parte, Marcelo Pereira, de 39 años, acusado de cinco asesinatos y padre de dos hijos, confesó haber «suministrado medicación que no estaba en la historia clínica a pacientes que estaban en etapa terminal».
El caso que permitió finalmente detener a los dos enfermeros, que se conocían pero que no actuaban en conjunto, fue precisamente por una de estas intervenciones de Pereira.
El pasado día 12 de marzo, Gladys Lemos ingresó al hospital Maciel con un cuadro de hipoglicemia causado por su diabetes.
«A esta señora la fui a controlar y estaba con hipotensión importante. Estaba con trabajo respiratorio. Traté de comunicarme con ella, quería saber si estaba ubicada en tiempo y espacio, que no lo estaba. Tenía un déficit del lado derecho y estaba con una afasia de expresión. Entones le administré una ampolla de morfina, no con el fin de matarla, sino con el fin de sedarla», dijo Pereira al juez.
Tras suministrar la droga, la mujer entró en paro respiratorio y el enfermero sintió un ronquido, tras el cual se marchó a controlar a otros pacientes.
Luego, buscó al médico y la enfermera para realizar la reanimación de la mujer, maniobra en la que participó sin decir que le había inyectado morfina.
En su reporte, el forense determinó que tenía lidocaína en la sangre, algo contraindicado con su enfermedad, pese a lo cual el médico indicó que la causa de la muerte fue indeterminada.
El enfermero admitió que la maniobra la realizó con otros cuatro pacientes.
«No recuerdo a qué otros pacientes lo hice. No niego que he dado sedantes a pacientes, pero no recuerdo el paciente. Recuerdo que eran pacientes que tenían un mal pronóstico vital. Son pacientes en los que no hay una resolución de vida. Eran pacientes que estaban sufriendo», indicó.
Precisamente, el enfermero lamentó particularmente que no se den drogas de este tipo a pacientes que por ejemplo no pueden respirar y sufren por ese motivo.
Así, Pereira apuntó que si su madre y su padre estuvieran en una situación así «hablaría con el médico para que los sedaran».
«Mi error fue haberlo administrado sin autorización médica. No fue con el fin de matar a nadie», dijo.
El enfermero insistió ante el juez en esas tesis, lamentando que «no sé por capricho de quién», no se toma la determinación de sedar a los pacientes para que «por fin puedan descansar en paz». EFE