Su primer LP en solitario en el mercado, «Optimist», viene ahora a confirmar que también en él existe una personalidad y un talento musical a tener en cuenta, más allá de esa criatura magnética y profundamente carismática que es Eilish.
Por Javier Herrero
Redacción Cultura, 20 oct (EFE).- Cómplice fundamental en los discos de Billie Eilish, Finneas O’Connell (o Finneas, simplemente) intenta probar con «Optimist», su recién publicado primer LP, que tiene una voz propia como solista y que es algo más que el hermano coescritor-productor de la última gran estrella del pop.
Desde el salto meteórico a la popularidad de la intérprete de «Bad guy» con tan solo 18 años, un elemento del relato que engrandeció aún más la precocidad de aquella fue que había escrito esas canciones tan revolucionarias en su propio cuarto y con la única complicidad de su hermano mayor.
El nombre y rostro de Finneas, que también participó en la composición del reciente «Happier Than Ever» y se integró como un elemento destacado en la banda de su hermana, además de convertirse en su acompañante oficial a numerosos eventos, comenzó a hacerse así cada vez más familiar.
Su primer LP en solitario en el mercado, «Optimist» (Universal Music), viene ahora a confirmar que también en él existe una personalidad y un talento musical a tener en cuenta, más allá de esa criatura magnética y profundamente carismática que es Eilish.
Algo de todo ello había podido atisbarse en singles anteriores y en el EP previo «Blood Harmony» (2019), pero en esta aproximación más larga de 15 temas y 43 minutos se rastrea para empezar un gusto por atmósferas más luminosas o menos melancólicas.
Contribuye en parte su timbre de voz, más convencional pero también más cálido y cercano por su manera de enfocarla, más hacia tonalidades altas que hacia esos graves subterráneos, a menudo lúgubres o ultraterrenales de los que gusta la cantante de «No Time To Die» y abanderada del «gothic pop».
Sí se mantiene similar el toque de Finneas a favor de una producción elegante, experimental sin resultar barroca, sin arreglos suplerfluos que no sirvan como ganchos de la composición y/o para impulsar los versos importantes, con el piano como base en muchos de sus cortes y alternando invariablemente el tono intimista con la euforia o la arenga pública.
Un ejemplo claro es la irónica «The Kids Are All Dying», con unas andanadas de batería que subrayan el clímax de su mensaje sobre vivir de espaldas a la realidad a costa del futuro: «¿Cómo puedes cantar sobre el amor cuando nuestros niños están muriendo? ¿Cómo cantas sobre drogas? Los políticos están mintiendo».
Claramente influido por la pandemia de covid-19 y el confinamiento, O’Connell fluctúa para asumir una posición aparentemente crítica por momentos, lúdica en otros, para reflexionar sobre todo lo que este limbo nos ha hurtado y para fugarse mentalmente a territorios temporales más halagüeños.
«Supongo que soy un optimista», canta en el tema inaugural, «A Concert Six Months From Now», en el que relata cómo en estos tiempos de incertidumbre reservó entradas para un concierto medio año antes de su celebración, mientras en la arrebatadora «Love Is Pain», manifiesta por contraste cómo la sombra de la muerte se ha vuelto más próxima últimamente.
Conecta temática y estilísticamente con «Hurt Locker», una balada ya en la segunda mitad del repertorio que ofrece la descarga más emocional. Allí constata la fugacidad de la vida, sus riesgos y, a pesar de todo, la necesidad urgente de ir a por más, porque «¿Qué es un cuchillo sin sus extremos cortantes?».
No hay tiempo para la monotonía en el abanico de géneros que absorbe desde una perspectiva pop: «Happy Now?» tiene algo de chachachá caribeño y «Medieval» podría bailarse como un tango, en contraposición con el aire tierno de nana de «Someone Else’s Star» o la sexy «Around My Neck», con dejes funk de Prince o, en una onda más contemporánea, de Beck.
Cabe destacar por último «The 90s», el más electrónico de los cortes, en el que da una pátina robótica a su voz, al estilo de las producciones de Bon Iver o James Blake, y enumera males de la era digital como la falta de descanso o de intimidad, recreando por ejemplo el caso de acoso que sufrió su hermana. «Odio lo fácil que pueden encontrarme con solo buscar la dirección de mi madre».