Una exposición reflexiona sobre cómo el ser humano se pondrá al límite de ser expulsado de su propio futuro al usar la tecnología, los avances quirúrgicos y la inteligencia artificial para mejorar sus funciones.
Por Raul Minchinela
Ciudad de México, 20 de octubre (SinEmbargo/ElDiario.es).- En la sala que cierra la exposición +HUMANS del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona aparecen cuatro bebés cicatrizados, recién sometidos a cirugía, para optimizar funciones futuras. En uno se ha extendido la dermis para mejorar la disipación del calor corporal, otro tiene ampliadas las papilas para aumentar la absorción de cafeína, que le permitirá ser más productivo en su futura vida laboral. Cuerpos mejorados a la carta para un futuro optimizado. Saltos evolutivos que circundan los siglos de cambios genéticos y de adaptaciones al ambiente. ¿Cuál es el límite del ser humano? ¿Cuál es la frontera de las intervenciones, el más allá donde se disuelve la referencia del origen?
La muestra explora la pregunta en cuatro direcciones. La primera es la modificación corporal, que complementa el cuerpo con aparatos de ciborg y con extensiones que desde un impedimento potencian un exceso. Prótesis de pierna de leopardo que compensan la mutilación hasta alcanzar al velocista. Brazos ortopédicos que ya no quieren simular piel y en su lugar lucen pedrería y cuero, haciendo ostentación donde antes pretendían camuflarse. Modificaciones internas, con sangre de plasma mejorado y órganos fabricados con impresoras tridimensionales.
La exposición fantasea con implantar párpados para visión nocturna como los de los gatos, e injertar sextos dedos en manos de pianistas. Los cuerpos expandidos modifican su relación con el exterior con extensiones cibernéticas que traducen los colores en sonido, que reaccionan a los movimientos sísmicos lejanos, que nos pinchan cada vez que hay una baja militar para forzarnos a punzadas la empatía patriótica. Cascos que ralentizan el ambiente y nos devuelven el contexto a cámara lenta, gafas que se conectan a una cámara en nuestra espalda y convierten nuestros paseos en recorridos de videojuego. Lentes que retransmiten lo que ve la persona que en este momento nos está acariciando. Sentidos que abandonan el cuerpo hasta conquistar el del vecino.
NUEVOS HOMBRES PARA NUEVOS MUNDOS
¿Cuál es el límite del ser humano? En el segundo tramo de la muestra la pregunta se extiende a lo que nos rodea, según la inteligencia artificial va limando sus asperezas y se camufla de persona parpadeante. El sexo remoto con penetradores conectados a distancia era un chiste tecnológico al principio de este milenio pero ahora proyecta la amenaza del hackeo, el alma invasora en el cuerpo mediador.
El brazo robotizado es la mano que mece la cuna y los test de ADN garantizan una afinidad numérica según se agudiza la exactitud de las simulaciones. La exposición incluso muestra máquinas que ejercen de niñas refunfuñonas y pataleantes, de tecnología desobediente, junto a una etiqueta que las define como “actrices robóticas”, como si estas máquinas fingieran, frente a la sinceridad de todas las demás. La cualidad de humano se aplica a nuestros vecinos hasta recelar de cuanto vemos.
Hombres evolucionados para adaptarse a un ambiente que también evoluciona. El hombre logró moldear al lobo hasta crear al perro, domesticó las almendras silvestres hasta extirparles el cianuro, vitaminó el maíz hasta inflar sus granos y optimizar las calorías por hora de trabajo. Mucho de lo que hoy llamamos naturaleza lleva milenios atemperada por la intervención humana.
La evolución que premia al cuerpo mejor adaptado al entorno debe contemplar los actualizados por los humanos: sus vertederos industriales, sus mesetas en riesgo de despolinizarse ahora que, nadie sabe aún por qué, desaparecen las abejas. Las proyecciones incluyen modificar el cuerpo a causa de los entornos económicos: reducirse hasta el medio metro para conservar la población sin exprimir los recursos, retomar la fotosíntesis celular que abandonamos en la evolución y así vivir del sol y el aire. Humanos actualizados por el coste, evoluciones valladas por la prosperidad.
EL FUTURO DE NUESTRA ESPECIE
Los titulares de prensa que enuncian victoriosos que “en el futuro seremos más altos” conjugan la frase incluyendo un revelador “nosotros”. También la exposición subtitula “el futuro de nuestra especie”, invitando a que el paso evolutivo nos incluya en retrospectiva y no nos abandone como neandertales superados. La obsolescencia es el fantasma que sobrevuela toda la muestra. Se acrecienta en el tramo final, que trata la extensión de la vida, la ancianidad hasta alcanzar los ciento cincuenta, matusalenes en un ambiente tecnológico uniformemente acelerado. Los límites de la vida y de la muerte se estiran, y hay experimentos que pisan la frontera, en equivalentes de laboratorio que recuerdan a la mula, que es un ser que no se cataloga con facilidad porque nace y crece pero no se reproduce. Ingeniería tisular que crea quitapenas semivivos, pilas secas que almacenan la energía vital para su uso post-mortem en los electrodomésticos.
“La inmortalidad son los nuevos cuarenta”, reza un lema iluminado en la pared. Anticipando un nuevo final, plantea un Port Aventura para la muerte festiva y voluntaria, con atracciones que en tres minutos de trayecto provocan primero la euforia por falta de oxígeno, luego una visión túnel hasta el desmayo y finalmente el fallecimiento en una pirueta que aplica al cuerpo diez veces la fuerza de la gravedad. Despedirse con un último subidón, emborracharse de vértigo antes del salto final, en un carrusel de bombillas y bocinas y tenderetes que venden algodón de azúcar.
El humano extendido suena a ciencia ficción hasta que caemos en el anciano de dentadura, lentilla y audífono, en la pasajera siliconada que despereza su teléfono del modo avión, en los chavales que sufren muerte social cuando les cancelan la cuenta de Whatsapp. Cuando Terencio sentenció que era humano y que en consecuencia nada de lo humano le era ajeno, no podía prever las cajas negras ni los softwares cerrados, condicionantes de humanos que afectan a los humanos sin que puedan conocer a su enemigo. La máquina que jugaba al ajedrez adivinando nuestros movimientos es hoy el algoritmo que nos ofrece productos adivinando nuestros caprichos.
Los humanos ampliados, rodeados de aparatos que se camuflan como humanos, en ambientes modificados por humanos mediante normas invisibles al hombre: un mundo antropocéntrico que envía la humanidad al exterior. Cuerpos hipersexuados cargados de sensores de lo remoto, proyectando ambientes de artificio en el mundo real con la misma distinción que separa entre la pirotecnia festiva y los incendios forestales.
+HUMANS presenta promesas limpias y exactas como un experimento de laboratorio, y queda en nosotros injertar el barbarismo inherente a nuestra especie. En el telerreceptor del futuro, la edición cien de Gran Hermano tendrá concursantes ampliados y extendidos pero no serán ni asépticos ni quirúrgicos, y usarán sus aparatos de inmortalizar y compartir para actividades terriblemente banales. Ese es el espacio que quedará a salvo de los robots, lo que nos mantendrá finalmente humanos.
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