Es un territorio «muy golpeado por la desigualdad y la pobreza, por al narcotráfico, el cultivo de amapola, las minerías…», un ejemplo de los muchos conflictos que hay en muchas partes de México, explicó la directora tras la proyección de un filme que compite en la sección Horizontes Latinos de San Sebastián.
Por Alicia García de Francisco
San Sebastián (España), 20 sep (EFE).- Especializada en documentales, la mexicana de origen salvadoreño Tatiana Huezo se ha lanzado a la ficción con Noche de fuego, una estremecedora historia de una de tantas violencias que se viven en México y que ha sido muy bien recibida hoy en el Festival de San Sebastián.
«El cine nos ayuda a acercarnos a otras realidades, a ponernos en la piel de otros y, ojalá, a empatizar». Así presentaba Huezo este lunes su película, que logró una mención especial en la sección Una cierta mirada de Cannes. Tras la proyección, una larga ovación y una audiencia impresionada por la cinta.
Noche de fuego cuenta la historia de Ana y sus dos mejores amigas, Paula y María, que viven en una aldea de las montañas de Guerrero, muy cerca de Acapulco pero también de Ayotzinapa, lugar de la desaparición forzada de 43 estudiantes en 2014.
Es un territorio «muy golpeado por la desigualdad y la pobreza, por al narcotráfico, el cultivo de amapola, las minerías…», un ejemplo de los muchos conflictos que hay en muchas partes de México, explicó la directora tras la proyección de un filme que compite en la sección Horizontes Latinos de San Sebastián.
Una película que adapta la novela Prayers for the stolen, de Jennifer Clement, pero llevada al personal terreno de Huezo, conocida por documentales como El lugar más pequeño (2011) y Tempestad (2016).
«Ha sido un reto increíble y muy emocionante», reconocía en un coloquio la directora, a quien cautivó el libro de Clement, pero que quiso separarse de él a la hora de llevarlo al cine.
Mientras que la novela de Clement parte de una niña liberada por sus captores que cuenta su historia, la película de Huezo se centra en cómo esas tres amigas son forzadas por sus madres a cortarse el pelo y a esconderse cada vez que llegan los grupos de narcotraficantes que se llevan a las niñas, de las que no se vuelve a saber nada.
Narrada en dos etapas, la de la niñez y la adolescencia de las tres amigas, la historia está contada de forma directa y sin adornos, pero sin mostrar de forma explícita una violencia que marca la vida de la gente -mujeres en su mayoría- que viven en la aldea.
Para escribir el guion, Huezo miró hacia su infancia, contempló a su hija y pensó en el mundo que le ha tocado vivir.
Y a partir de ahí puso en pie una película que es ficción, pero que podría haber sido uno de sus documentales. La diferencia está en pequeños matices, en algunas escenas de breve felicidad que salpican la rutinaria y dura vida de las niñas.
«Conozco profundamente lo que significa que un ser amado desaparezca, secuestrado o asesinado», resaltó Huezo, quien recordó que es una situación que se da «en muchos lugares de México».
Quiso contar esa realidad desde la perspectiva de una niña, unos ojos inocentes que vieran con horror una violencia que en México se ha normalizado.
«Es la gran tragedia de México», opinó la directora. «Estamos un poco enfermos del espectáculo de la violencia y nos ha inmunizado».
Por eso, quiso evitar más violencia como la que a diario se puede ver en los medios de comunicación y creó esa especie de monstruo que acecha a las niñas, pero sin mostrar nada.
Para contar esta historia, pasó más de un año haciendo cástings en pequeños pueblos de Michoacán, Querétaro o Hidalgo, porque quería que las protagonistas fueran niñas y adolescentes campesinas que conocieran de cerca lo que la película iba a contar.
Le costó, pero encontró tres niñas de 9 años y tres adolescentes que eran un calco de las pequeñas, Durante tres meses ensayaron y las prepararon porque no tenían experiencia como actrices y nunca leyeron el guion para que no tuvieran ideas preconcebidas de las escenas que se iban a rodar.
Pero son niñas que no son ajenas a esa realidad y aportaron la veracidad que la historia necesitaba.
Una ficción que le ha mostrado a Huezo que es capaz de alternar este tipo de películas con documentales. Tanto como trabajar con un equipo de cien personas en lugar de la casi familia que ha formado con un grupo de siete con quienes realiza sus documentales desde hace quince años.
«Me siento fuerte y libre para poder transitar de un género a otro sin problema», aseguró Huezo, que ya prepara un documental y tiene en la cabeza la idea para un largometraje de ficción.