«Al principio eran los mismos clientes los que nos traían sus bolillos para que adentro les pusiéramos los cuatro tacos que trae el tortaco. Pero ya después ellos mismos nos dijeron ‘¡pues ya usted tráigase sus bolillos para que sea más fácil!'», contó Miguel, quien prepara las ya famosas tortas de tacos.
Por Pável Gaona, Vice
Ciudad de México, 20 de julio (SinEmbargo).- Cuando probé la torta de enchiladas en una prepa de la UNAM, me dije: “esto está difícil de superar”. Luego, cuando supe que existía la torta de helado, me dije: “creo que esto ya es está saliendo de control”. Pero cuando me enteré de que existía la torta de taco, fue cuando pensé que esto tal vez a había demasiado lejos. Y es que, admitámoslo, la comida mexicana por excelencia, es el taco. Mientras el eterno debate de si la quesadilla debe o no llevar queso nos ha dividido, el taco es un antojo tan noble que ha reconciliado a todas las geografías y niveles socioeconómicos. Ahí donde la religión, la música o la política han fracasado, el taco, con su piel de tortilla y su sabor inigualable, se ha alzado como el elemento unificador que vive en los corazones de todo mexicano que se respete.
Dicho lo anterior, era obvio que esta garnacha causaría controversia, pues podría resultar una especie de profanación de un alimento cuasi sagrado. En efecto, bastó ver un video que se había viralizado en redes sociales para ver que la polémica ya se había desatado como la peste: “ay, estos pinches chilangos todo lo quieren meter en un bolillo”, “díganme marrano pero la neta a mí sí se me antoja” “esto pasa cuando algún pendejo quiere pasarse de creativo” o “mira amor, ¿me llevas?” eran los comentarios que podían leerse en el video que apenas tenía unas horas de haberse subido. Al parecer nadie lo había probado, pero, adeptos a opinar sin sustento como somos en las redes, la batalla campal ya había iniciado.
Lo primero era rastrear dónde se encontraba el famoso puesto. Después de un par de horas, di con el usuario que había publicado el video originalmente, quien me dio santo y seña de cómo llegar, aportándome información nueva: el puesto se encontraba en el municipio de Ixtapaluca, en el Estado de México. Vaya, vaya. Entonces no era un invento chilango, sino mexiquense.
Llegar a Ixtapaluca no es difícil: si se vive en la Ciudad de México se toma la autopista que lleva al Estado de Puebla, y después se toma la salida a que lleva hacia Cuautla y luego de un par de golpes de volante, ya estamos en este municipio, famoso por tener uno de los aviarios más grandes y diversos del mundo. Pero no es a ver aves, sino a comer “tortugas” —como popularmente se le llama a las tortas— por lo que hice este viaje.
Siguiendo a Waze y las indicaciones de Google, no hubo pierde: sólo unos minutos después de haber llegado a Ixtapaluca ya me encontraba en los famosos tacos “Miguelito”, un pequeño puestecito de lámina ubicando en la Manzana 10, Lote 25, en el fraccionamiento de Los Héroes. Ahí, una modesta cartulina confirmaba que estábamos ya en la tierra prometida.
“Dicen que si junto a los tacos hay un perro eso es buena señal, porque no son de perro”, me dice mi novio, quien me acompañó a la aventura. Y efectivamente, junto a estos tacos un perro negro de aspecto bonachón está apostado esperando a recibir las sobras que inevitablemente suelen caerse de los platos de los tragones.
Dentro del puesto Miguel se encuentran haciendo lo suyo: corta y fríe el suadero, dora cebollitas, voltea la longaniza. Como llegamos temprano tenemos la suerte de que no nos toca hacer fila, pero apenas pasan unos minutos y la gente ya comienza a juntarse. Entre ellos está Jonathan, quien se va a llevar seis tortacos. “No me los voy a comer todos, ¿eh? Es cumpleaños de mi hermano y los voy a llevar a la casa”, me dice, como excusándose. Cuando le pregunto cómo se enteró de este invento y qué pensó cuando lo supo, me dice: “ahorita me mando mi mamá, pero yo ya los había visto en la tele. ¿Qué pensé? ¡Pues que los mexicanos estamos bien cabrones!”, me dice entre risas. Luego de unos minutos, se lleva su codiciada carga.
Poco tiempo después la fila se alarga. Las manos de Miguel son rápidas, pero no se dan abasto. Pensaba agarrarlo en una pausa para hacerle unas cuantas preguntas, pero al ver que el receso no llegaría, decido entrevistarlo mientras realiza su chamba.
-Hola, supongo que tú eres Miguel y por eso el nombre del puesto.
-Es correcto, así nos llamamos mi hijo y yo. Por eso es que le pusimos así.
-¿Cuánto tiempo tienen acá, en Ixtapaluca, vendiendo tacos?
-¡Llevamos ya cuatro años!
-¿Y en qué momento y cómo fue que nacieron los famosos y polémicos tortacos?
-Tenía muy poco que habíamos empezado, cuando vino un cliente que nos dijo, «¡pónganle todos los tacos que se pueda dentro de este bolillo!» Ese cliente se llama Pedro, él fue el verdadero creador. Todavía viene, es de la casa.
-¿Y ustedes qué pensaron cuando Pedro les pidió que pusieran los tacos adentro de un bolillo?
-Pues sí se nos hizo un poco curioso, ¿no? Pero también pensé: “al cliente lo que pida”, y se lo preparamos. Cuando lo hicimos, otros clientes lo vieron y se quedaron viendo con cara de “quién sabe a qué sabrá”. Pero no se quedaron con las ganas y dijeron: “échenme una igual!”
-¿Cuánto tiempo pasó para que se volviera popular?
-Sí pasó tiempo, eran raros los que los pedían. Al principio eran los mismos clientes los que nos traían sus bolillos para que adentro les pusiéramos los cuatro tacos que trae el tortaco. Pero ya después ellos mismos nos dijeron “¡pues ya usted tráigase sus bolillos para que sea más fácil!”. Y sí, ahora ya traemos nosotros los bolillos. Pero no era cualquier cliente como ahora, nosotros ya nos conocíamos cuáles eran los clientes que nos los pedían. La verdad nunca pensamos que se fuera a volver tan viral esto.
-¿Cuánto tiempo tiene que se popularizaron?
-Imagínate, de que se inventó el tortaco tiene ya cuatro años, pero de que se volvió famoso tendrá menos de un mes. Fue por un señor que es cliente que lo subió a redes sociales y de ahí surgió todo.
-¿Cómo los ha tomado la fama? ¿Pensaron que fueran a fueran a volverse así de populares?
-Gracias a Dios sí. Yo nunca pensé que esto hubiera a ser tan impactante, pero hubo un tiempo en que de verdad no nos dábamos abasto. Pensamos que no iba a ser para tanto, pero así como ves la fila ahorita, no es nada comparada con las que se llegaron a hacer cuando nos sacaron en las noticias, en la televisión, en los periódicos y páginas de redes sociales. La mayoría nos mencionaban y se quedaban en el video, pocos son los que vienen como ustedes hasta acá.
-¿Cómo cuántos tortacos se venden al día?
-Ve, ¿te acuerdas que te contaba que al principio eran muy contados los clientes que lo pedían? Después era lo que más nos pedían, llegamos a sacar más de 100 tortacos. Ahorita ya bajó un poco, andaremos vendiendo unos 60 por día.
-¿Qué les dirías a aquellos que critican a los tortacos en las redes pero que no los han probado?
-¡Que se animen a venir, que los prueben y luego hablamos!
Retado por este desafío, me pido dos tortacos campechanos y mi novio, quien es de buen diente, hace lo mismo. De ese bolillo relleno de tortillas, carne, cilantro y cebolla, emerge un aroma tentador que empata perfectamente con su sabor jugoso que se impregna en mis papilas gustativas. Después de haberme comido una torta y media, ya es la pura gula la que mantiene a mis quijadas triturando en automático. Pero vaya: si comer es un pecado, que me pongan en la lista de los que se han de ir al infierno. Y gustoso volvería a atravesar este viacrucsis de hora y media, sólo por saborear este pedazo de edén metido en un bolillo.