Ciudad de México, 20 de julio (SinEmbargo).- A lo largo de la historia del ser humano se han manejado infinidad de hipótesis sobre el origen de la vida en nuestro planeta. Sin embargo, de entre todo este repertorio, hay algunas teorías que son menos creíbles que otras o, si no, no gozan de tan buena fama entre la sociedad. Por otra parte, hay unas más que han dado origen a todo tipo de creencias disparatadas al grado en que se pierde toda seriedad sobre el tema.
La panspermia es una hipótesis que propone que la vida puede tener su origen en cualquier parte del universo y que esta no procede directa o exclusivamente de la Tierra, algo que choca sobre todo con las teorías religiosas de la creación, pero que, al mismo tiempo, ha dado pie a numerosas ideas que parecen dignas de ser antologadas en colecciones de ciencia ficción. A pesar de esto, hay quienes se han tomado más en serio el tema y ahora han dado con algo que podría reforzar esta teoría.
Ahora, esta teoría ha recibido un nuevo impulso gracias a un estudio realizado por un equipo de científicos rusos, quienes encontraron que bacterias totalmente formadas, escudadas por un meteorito, podrían sobrevivir al proceso de entrada a la Tierra e iniciar su crecimiento. Los resultados pueden ayudar a desencadenar una nueva ola de pruebas para determinar qué especies podrían en realidad representar el origen de la vida en la Tierra.
Los especialistas trabajaron con una bacteria extremófila termalmente resitente, la Thermoanaerobacter siderophilus. Esta fue descubierta en 1999 en los respiraderos próximos al volcán Karymsky en Rusia. La bacteria es capaz no sólo de sobrevivir a altas temperaturas, sino que también puede crecer en la presencia de endosporas de hierro y formarse en un entorno estresante. Esto hizo que fuera la candidata perfecta para la prueba. La especie fue desarrollada, se secó y se colocó en un meteorito artificial. El objeto de prueba era de 5.7 centímetros de diámetro y conformado de basalto, un compuesto considerado como excelente para imitar los meteoritos.
La combinación del meteorito y la bacteria fue colocada en la superficie exterior del satélite FOTON-M4 y luego fue puesta en órbita. Luego de 45 días, el satélite regresó a la Tierra, exponiendo al meteorito a las condiciones extremas de entrada entre las que se incluye un aumento de temperatura de más de 982 grados celsius. Una vez que el trayecto fue completado, un paracaídas permitió el descenso del satélite para poder completar la prueba.
De vuelta en el laboratorio, la bacteria fue puesta bajo observación para detectar cualquier señal de crecimiento. Para asegurarse de que no había posibilidades de contaminación se realizaron estrictos controles de seguridad. Una vez que se comprobó la ausencia de otros elementos, los investigadores pudieron estar seguro de que las únicas señales de vida que aparecieran serían de las muestras.
Después de cinco días se presentó crecimiento y sólo cuatro muestras sobrevivieron de 24. Sin embargo, lo importante en este caso es que las que lo hicieron crecieron como si nada hubiera pasado. Esto significó una observación increíble. No obstante, a pesar de que no ayudó a dar respuesta a mayores preguntas sobre los orígenes de la vida los resultados revelaron que la litopanspermia es totalmente posible.
El estudio es el primer caso documentado de de supervivencia microbial y los científicos sugieren que que es sólo el principio. Pruebas futuras ahora pueden ser llevadas a cabo en otros microbios empleando al T. siderophilus como control positivo. Esto permitirá también más experimentos científicamente válidos y abrirá la puerta para pruebas con más especies y, sobre todo, brinda esperanza para finalmente averiguar cómo comenzó la vida nuestro planeta.