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Brasil permite el uso de cloroquina e hidroxicloroquina para tratar a pacientes de COVID-19 sin gravedad

20/05/2020 - 11:31 am

La modificación del protocolo venía siendo defendida desde la semana pasada por el Presidente brasileño, Jair Bolsonaro, y provocó la renuncia el viernes del Ministro de Salud, Nelson Teich, quien divergía con el líder ultraderechista sobre las estrategias para combate a la COVID-19 en Brasil, el tercer país con mayor número de casos en el mundo.

Río de Janeiro, 20 may (EFE).- El Ministerio de Salud de Brasil publicó este miércoles un nuevo protocolo sobre el tratamiento para los pacientes con la COVID-19 que extiende el posible uso de cloroquina e hidroxicloroquina, dos medicinas aún sin eficacia demostrada, a los pacientes menos graves y que están con los primeros síntomas.

La modificación del protocolo venía siendo defendida desde la semana pasada por el Presidente brasileño, Jair Bolsonaro, y provocó la renuncia el viernes del Ministro de Salud, Nelson Teich, quien divergía con el líder ultraderechista sobre las estrategias para combate a la COVID-19 en Brasil, el tercer país con mayor número de casos en el mundo.

Pese a que la eficacia de los dos antipalúdicos aún no ha sido demostrada científicamente y a que tienen graves efectos colaterales, como arritmia cardíaca, el mandatario brasileño presionaba para que su uso fuera extendido a todos los pacientes y no sólo a los que se encuentran en estado grave.

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El protocolo revocado preveía el uso de cloroquina tan sólo en pacientes graves y críticos, ya ingresados en unidades de cuidados intensivos, y sometidos a observación médica en hospitales, lo que permitía suspender el tratamiento si presentan arritmia cardíaca.

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El nuevo protocolo, pese a admitir que las medicinas no tienen eficacia comprobada, incluye «orientaciones» para suministrarlo a los pacientes en todos los niveles de la enfermedad, incluso a los que no están graves.

El documento prevé el uso de cloroquina combinado con azitromicina, en dosis diferentes según el avance del tratamiento y el estado del paciente, desde que sea autorizado por un médico y tras el análisis de los exámenes.

«Pese a ser medicinas usadas en diversos protocolos y de poseer actividad contra el coronavirus demostrada en laboratorio, aún no hay estudios clínicos más completos y multicéntricos que comprueben el beneficio inequívoco de estas medicinas para tratar la COVID-19», reconoce el protocolo.

De esa forma, agrega, «su prescripción queda al criterio del médico» desde que el paciente, necesariamente, declara su voluntad de recibirlo.

De acuerdo con el documento, el paciente tiene que firmar un término de consentimiento en el que admite tener conocimiento que las medicinas pueden causar efectos colaterales «como reducción de glóbulos blancos, disfunción del hígado, disfunción cardíaca y arritmias, y alteraciones visuales por daños en la retina».

El nuevo protocolo fue publicado un día después de que la Asociación de Medicina Intensiva Brasileña, la Sociedad Brasileña de Infectología y la Sociedad Brasileña de Neumología desaconsejaran el uso de la cloroquina.

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Según un informe elaborado por 27 especialistas de las tres entidades, las evidencias sobre la eficacia de la cloroquina y sus derivados para tratar la COVID-19 son «débiles» y la medicina, en cambio, tiene graves efectos colaterales, como arritmia cardíaca.

De acuerdo con el exministro de Salud Luis Henrique Mandetta, la insistencia de Bolsonaro en forzar el uso de cloroquina para tratar a todos los pacientes puede provocar muchas muertes porque se trata de una medicina con graves efectos colaterales.

«Comenzamos a experimentarla con pacientes graves que ya están en los hospitales. Por lo que sé de esos estudios, que aún no concluyeron, el 33 por ciento de los pacientes tuvo que suspender el uso de cloroquina porque presentaron arritmia, algo que puede generar un paro (cardíaco)», afirmó.

Mandetta afirmó que la intención de Bolsonaro con su apuesta por la cloroquina es que las personas piensen que pueden volver al trabajo porque ya existe un remedio.

El líder ultraderechista es uno de los gobernantes más escépticos sobre la gravedad de la pandemia, ha llegado a calificar la COVID-19 como una «gripecita» e insiste en criticar las medidas de distanciamiento social adoptadas por gobiernos regionales para frenar la pandemia y en pedir la normalización de las actividades.

Brasil, que desde el lunes ya es el tercer país con más casos de la COVID-19 en el mundo, registró el martes un récord diario de mil 179 muertes -que por primera vez superaron el listón del millar-, lo que elevó el número de víctimas hasta 17 mil 971 en dos meses.

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El gigante latinoamericano suma 271 mil 628 contagios, lo que lo convierte en el tercer más afectado en el mundo, después de Estados Unidos y Rusia.

Pero la previsión es que Brasil ascienda en pocos días al segundo lugar ya que las cifras tienden a subir en el país, con 210 millones de habitantes, graves desigualdades y un sistema de salud con carencias, mientras que en la mayoría de los países europeos las curvas ya son descendentes.

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