La Antártida, el continente más austral del mundo, posee una abundante vida terrestre que está respondiendo rápidamente al cambio climático y sus musgos, líquenes y algas microscópicas «desempeñan un papel importante en el ecosistema de la Antártida y en su ciclo de carbono».
Madrid, España, 20 de mayo (EFE).- Un equipo de científicos realizó el primer mapa a gran escala de las algas microscópicas que desde hace décadas reverdecen la costa de la Península Antártica y ha advertido de que la vida vegetal seguirá propagándose por el continente helado a medida que las temperaturas globales se eleven por el cambio climático.
Aunque cada alga es microscópica, cuando crecen en masa, hacen que la nieve se vuelva verde brillante, un fenómeno que se puede ver desde el espacio y que se denomina «nieve verde».
El equipo científico, formado por investigadores de la Universidad de Cambridge y del British Antarctic Survey, combinó datos de satélite y observaciones sobre el terreno efectuadas durante dos veranos en la Antártida y sus conclusiones se publican hoy en Nature Communications.
Los resultados del estudio supondrán un «avance significativo en nuestra comprensión de la vida terrestre en la Antártida y de cómo podría cambiar en los próximos años a medida que el clima se caliente», explica Matt Davey, del Departamento de Ciencias Vegetales de la Universidad de Cambridge y director de la investigación.
Las algas de la nieve son un componente clave de la capacidad del continente para capturar el dióxido de carbono de la atmósfera a través de la fotosíntesis.
Estas floraciones de algas verdes se encuentran alrededor de la costa antártica, particularmente en las islas a lo largo de la costa occidental de la Península Antártica, zonas «cálidas» en las que la temperatura media están justo por encima de los cero grados centígrados en el verano austral, que en el hemisferio sur va de noviembre a febrero.
El estudio constata que la distribución de las algas verdes de la nieve también está «fuertemente influenciada por las aves y mamíferos marinos», cuyos excrementos actúan como un fertilizante natural altamente nutritivo que acelera el crecimiento de las algas.
De hecho, más del 60 por ciento de las algas está a menos de cinco kilómetros de una colonia de pingüinos, y cerca de lugares de anidación de aves o desembarco de focas.
Para este estudio, el equipo ha usado imágenes del satélite Sentinel 2 de la Agencia Espacial Europea tomadas entre 2017 y 2019 y las ha combinado con mediciones hechas en la Bahía Ryder de la isla de Adelaida y en la Península de Fildes, de la isla Rey Jorge.
«Identificamos 1679 florecimientos separados de algas verdes en la superficie de la nieve, que en conjunto cubrían un área de 1.9 km2, lo que equivale a un sumidero de carbono de alrededor de 479 toneladas por año», la misma cantidad de carbono emitida por 875 mil viajes en coches de gasolina en el Reino Unido, apunta Davey.
El estudio también constata que casi dos tercios de las floraciones de algas verdes se encuentran en pequeñas islas de baja altitud, aunque, en términos de masa, la mayoría de las algas está en grandes áreas en el norte de la Península y en las Islas Shetland del Sur, donde pueden propagarse hacia arriba a medida que la nieve de las tierras bajas se derrite.
«A medida que la Antártida se calienta, creemos que la masa general de algas nevadas aumentará, ya que la propagación a tierras más altas compensará significativamente la pérdida de los pequeños parches de algas de las islas», advierte Andrew Gray, autor principal del trabajo e investigador de la Instalación de Espectroscopia de Campo del NERC, en Edimburgo.
La Antártida, el continente más austral del mundo, posee una abundante vida terrestre -sobre todo en su costa- que está respondiendo rápidamente al cambio climático y sus musgos, líquenes y algas microscópicas «desempeñan un papel importante en el ecosistema de la Antártida y en su ciclo de carbono», concluyen los autores.