En su colección Avispero, título que también tiene la revista literaria de categoría internacional, el escritor ha seguido los pasos de Antonio Porchia y Andrés Manuel Dávila, un libro “notable” dice el prologuista Patricio Pron.
Ciudad de México, 20 de mayo (SinEmbargo).- Leonardo Da Jandra dice que su Avisperos, un mundo editorial y de mayores alcances, es la continuación de Almadía, la empresa que comenzó con Guillermo Quijas.
“Los hijos desarrollan sus propias alas y defienden sus propios vuelos, entonces es una nueva generación para darle voz y proporcionarles una nueva experiencia literaria a los jóvenes oaxaqueños”, dice.
Avispero tiene una revista con gran impacto internacional en España y está considerada una de las mejores revistas en el campo. “Con ella lo que hacemos es difundir a los nuevos valores y desarrollar la experiencia literaria con la docencia”, explica Da Jandra.
En dicho contexto, ahora presenta un libro de Aforismos, algo inusual en su carrera, conocido por editar –entre otras cosas- Huatulqueños, Bajo un sol herido y Distopías.
“A quien esto escribe no le interesan los aforismos, cuya brevedad siempre parece poner por delante el ingenio a la inteligencia, la insinuación de un hallazgo al hallazgo; sin embargo, quien esto escribe debe reconocer que ha leído pocos libros tan notables como estos Aforismos, de Leonardo da Jandra”, escribe Patricio Pron en el prólogo.
Da Jandra nació en Chiapas en 1951 y es uno de los filósofos y escritores mexicanos más importantes de las últimas décadas, en las que publicó libros como Arousiada (1995), Los caprichos de la piel (1996), Entrecruzamientos: I, II, III (2005), La gramática del tiempo (2009), entre otros.
“Los fragmentos (quien esto escribe se resiste a llamarlos “aforismos”) son parte de un pensamiento completamente articulado y personalísimo”, asegura Patricio y la verdad es que el libro es un verdadero goce, con pensamientos y decires profundos, propios de su actividad y a veces rozando la política, la educación, la vida misma.
“Quijas en lugar de ser mi hijo, ya es mi abuelo”, bromea mientras iniciamos la entrevista, preguntándole de entrada que es un libro raro, distinto.
“Bueno, es un libro raro en el contexto de nuestra cultura literaria. Curiosamente los dos mejores autores no son mexicanos ni españoles. El aforismo es una bala disparada a la parte central de nuestra conciencia. Y los dos libros que tengo para destacar al respecto, uno es Voces, del argentino Antonio Porchia y el otro es del colombiano Nicolás Gómez Dávila, Escolios a un texto implícito”.
–¿Tiene algo que ver Twitter y las redes sociales?
–Tú sabes que después de vivir en la selva, vine al mundo “normal” y entre otras cosas descubrí Twitter. Para mi manera de pensar aforísticamente, fue ideal esa oración de 140 caracteres. Creo que es la ventaja que tiene, que puedes leer tres o cuatro por día, sin necesidad de leer mis novelas, que son un poco densas.
–Me hace acordar mucho a Friedrich Nietzsche…
–Sí, es verdad. No se parece a Porchia ni a Nicolás, se parece mucho a Friedrich Nietzsche y tiene raíz en mi afán por metodologizar todo. Siempre polemizamos con Fadanelli, porque él tiende a ser anti-metódico y para mí ese es el peor de los métodos. La mente tiene por su estructuración básica y por su determinación cultural una tendencia a establecer parámetros de racionabilidad entre las cosas, lo que yo permito a mi mente que haga con los aforismos que se vaya a diferentes temas y es verdad, hay una continuidad pero también está la riqueza de lo diverso.
–¿Cómo fue que lo ideaste?
–Desde que empecé a leer a Nietzsche a los 15 años adquirí un hábito, tomar un cuaderno e ir anotando todo lo que me llamaba la atención. Y luego, al lado, como una especie de apéndice, ponía mis propias opiniones. Tengo 6 o 7 cuadernos de todo eso, pero este libro es parte de mi proceso de trabajo, que no pude llevar a término como yo quisiera con Almadía. Este libro ni lo toqué. Lo hizo uno de mis muchachos, el editor, un chico que ha leído todo, que le sorprendió a Jacobo Siruela, que vino a comer a casa. Él hizo una selección de todos mis aforismos y fue el gran editor.
–¿Cómo es la venta de este libro?
–Estamos en un momento de decadencia generalizada, que se caracteriza por una determinación onerosa de la oralidad y la genitalidad y hay que pensar cómo salir de eso. Pienso que no podemos dejar en manos de los neofenicios, comerciantes o empresarios que sólo buscan el lucro o políticos corruptos que sólo buscan satisfacer sus deseos con dos o tres años que están en el poder. Es importante volver a respetar a los intelectuales, no es que posean la verdad, pero son los que más cerca están de dar ciertas respuestas a las dudas e ir sembrando más dudas. Lo que los políticos y los fenicios siembran hoy son defecciones, no dudas. El dudar es el principio de la filosofía.
–¿Tienes miedo al libro físico?
–No debe molestarnos que se termine el libro físico. Lo que tiene un principio tiene un fin, va cambiando y no me opongo para nada al libro electrónico. Cada vez hay que entender más lo que significan las bodegas, las bibliotecas, los árboles que hay que talar para todo esto. El eje ha tenido dos elementos de negatividad que son el editor y el librero, fíjate cómo es eso. No digo el autor. El librero porque no es posible que cobres el 40 por ciento de lo que vale el libro porque no le vas a dar un peso al autor. El editor, yo tuve la fortuna de conocer a Jacobo Siruela, a Jorge Herralde, a Enrique Díez-Canedo, es decir, a una serie de editores que sí han leído. Conocieron a muchos autores, ahora estamos viendo a la literatura en manos de quienes no han leído pero sí tienen noción de las ventas. Estamos en manos de los neo-fenicios. Es una industria, es un negocio, pero prioritariamente los libros son la difusión del alma de una sociedad.
–¿Este libro va a ser distinto?
–Es distinto. Sacamos 200 libros. 100 ponemos a la venta para que de ahí salga el futuro libro y 100 lo regalamos a periodistas para que conozcan nuestro producto y formen opinión. No regalamos a ningún amigo, está prohibido. Lo demás es gratis, lo puedes sacar gratis de la red.
–Hablas mucho de los escritores en el libro de Aforismos
–Es el tema de Baltazar Gracián, cuando él decía: la envidia y la soberbia, esos males hispanos. Traspasaron acá al Nuevo Mundo y acá crecieron de manera desbordada. He estado hablando de esto en Toluca, me encontré con muchas dificultades para que alguien joven, crítico, hablara de la nueva literatura. ¿Qué piensan ustedes de esta nueva generación? De Álvaro Enrigue, de Valeria Luiselli, de Fernanda Melchor, de Emiliano Monge, Juan Pablo Villalobos, Yuri Herrera, Antonio Ortuño…Yo los estoy leyendo, porque me interesa mucho aunque dudo mucho de que ellos lean mi obra, pero no se lo voy a reclamar. Nosotros fuimos la sombra de un siglo de oro, la literatura latinoamericana fue impresionante y no tuvimos ni la cuarta parte de la difusión que están teniendo estos chicos. Muchos tienen apenas un libro o dos, algo que no percibí en Jorge Luis Borges, ni en José Lezama Lima ni en Alejo Carpentier. ¿Qué va a pasar? ¿Permanecerá algunas de esas obras? ¿Llegó una nueva literatura? Son chicos muy inteligentes, están en una estructura de promesa, hay mucho talento en un sistema donde se produce la caída de la literatura como eje dinámico de la transformación social. Ahora es toda la imagen, como había dicho Giovanni Sartori. No sé si este nuevo grupo de escritores tendrá un nuevo grupo de lectores, ojalá.
–¿Qué piensas de los migrantes, ahora que preparas un número de Avispero sobre el tema?
–Lo que está pasando a nivel global una dictadura de la gerontocracia. La mayoría de los que vota son viejitos de mi edad, que están con el pase de abordar y quieren que le den los últimos goces porque trabajaron para eso. Tienen razón pero se ponen en una actitud defensiva: ya no voy a aportar, tengo que sacar, ¿quién les va a dar para mantener esa exigencia si no esta fuerza de trabajo, esta nueva voluntad? Por otro lado, no es genuinamente una lucha política y económica sino identitaria. Son luchas por la identidad, son encuentros y desencuentros de cultura. Está la necesidad de un cambio radical a nivel global y ahí es donde entran los migrantes. ¿Qué significa la migración? No es lo mismo la búsqueda que la huida, no es lo mismo el exilio que el salir a trabajar porque no puedes sostenerte en el lugar donde has nacido. La migración ha sido el eje fundamental para que las culturas se renueven, pasó en Grecia, pasó en Roma, en España, es inevitable: los imperios caen desde adentro y tiene que ver esta nueva voluntad. En el caso de los Estados Unidos y de Donald Trump la nueva voluntad es la cultura hispana. Barack Obama fue un representante del liberalismo en los Estados Unidos, mantuvo todo el aparato económico, deportó a los migrantes, no era el negro liberador sino un hombre educado pero que respondía a los intereses de su país, este Donald Trump no. Viene del vicio y ha logrado permearse en ese sentimiento neorreligioso fundamentalista, no olvidar que donde él obtuvo la mayoría de los votos fue en la ruralidad.