Pedro nació hace 100 años, el ídolo de más de una generación llegó a al mundo un 18 de noviembre de 1917. Nació para cantar, para triunfar y para encantar. Hoy lo recordamos con un texto del historiador Alejandro Rosas.
Alejandro Rosas
Ciudad de México, 19 de noviembre (SinEmbargo/WikiMéxico).– Durante su velorio se presentaron alrededor de 25 mujeres para llorarlo y decir que habían tenido hijos con Pedro Infante (1917-1957). Los títulos de algunas de sus películas parecían surgidos de su propia autobiografía y no del talento de los guionistas: Dicen que soy mujeriego (1949), El Enamorado (1951), Las mujeres de mi general (1950), El Mil Amores (1954)-. Su voz y su carisma natural –simpático, sencillo, franco- lograron seducir no sólo a las estrellas del momento, sino a las mexicanas de varias generaciones.
Una de tantas anécdotas, como tantos sus amores, señala que durante la filmación de la cinta Dicen que soy mujeriego, Pedro le pidió secretamente al director que repitiera 27 veces la escena donde besaba a la muy joven actriz Silvia Derbez. Con cierta picardía, no perdía la ocasión para el flirteo, para lanzar un piropo, para robarse un beso y si era posible, algo más. Rumores, chismes, habladas, amores y aventuras, todo le perdonaban al ídolo de Guamúchil, siguiendo al pie de la letra los versos de aquella canción que hizo famosa en la película A toda máquina: “Si te vienen a contar/cositas malas de mí/ manda a todos a volar/y diles que, yo no fui”.
Pero a principios de los años cincuenta, María Luisa León, su esposa, ya no mandaba a volar a nadie, sabía que “las cositas malas” de su marido eran ciertas; el aumento de su fama era directamente proporcional a sus infidelidades. Su vida había cambiado desde aquellos años en que juntos dejaron Culiacán con mucho amor, pocos centavos y la esperanza de encontrar el éxito.
Pedro Infante estaba por cumplir 20 años cuando conoció a María Luisa en un baile en el Casino Humaya de Culiacán en 1937. “Es linda la condenada” –dijo de la joven. Por entonces, Pedro tenía un espacio en la radiodifusora local donde cantaba, y al día siguiente de conocerla le dedicó “Enamorado” y “No sé por qué”. María Luisa correspondió al cortejo de inmediato y en unos días el cantante se había ganado una novia y el afecto de su familia.
Dos años de romance, hartos deseos de matrimonio pero sin recursos suficientes para fincar un hogar. Con sus pocos ahorros decidieron huir a la ciudad de México; María Luisa marchó primero, y unos días después la alcanzó Pedro. Rentaron un modesto cuarto en la calle de Abraham González 110 y en la catedral metropolitana recibieron la bendición el 1 de julio de 1939
Su situación económica comenzó a mejorar una vez que Pedro se dio a conocer como cantante en la XEB. A principios de la década de 1940 hizo su aparición en el cine con algunas cintas menores, pero después de Mexicanos al grito del Guerra (1943), los Hermanos Rodríguez le firmaron un contrato de exclusividad; casi al mismo tiempo, la XEW le abrió sus puertas.
María Luisa lo había acompañado pacientemente en su ascenso; estudiaban juntos los guiones, le ayudaba con su dicción, con sus ademanes para la actuación, lo aconsejaba y lo impulsaba. Para su desgracia, no había podido darle hijos, sin embargo, adoptaron una niña a quien bautizaron como Dora Luz –se decía era sobrina de Pedro.
La fama deslumbró al artista, quien no tardó en enamorarse de una bailarina llamada Lupita Torrentera, y aunque no quiso divorciarse de María Luisa, le puso departamento en la colonia Nápoles. Con ella tuvo tres hijos: Graciela Margarita en 1947; Pedro en 1950 y Guadalupe al año siguiente. Lupita se cansó de ser “la otra”, y como Pedro no daba color terminó la relación después de cinco años.
María Luisa perdonó a Pedro y creyó que seguirían juntos: ni siquiera sus tres hijos con Lupita habían sido un argumento para que su marido la dejara. Sin embargo, entró en escena Irma Dorantes y Pedro se perdió; realizó los trámites de divorcio y el 10 de marzo de 1953 se casó con su nuevo amor.
Al parecer el proceso de divorcio adolecía de muchas irregularidades y María Luisa lo impugnó. Cuatro años transcurrieron, y como si fuera el guión de un drama cinematográfico, el 9 de abril de 1957, la Suprema Corte anuló el matrimonio de Pedro Infante con irma Dorantes. El actor estaba dispuesto a solucionar la situación, convencer a María Luisa que le diera su libertad, pero ya no hubo tiempo. 6 días después del fallo de la Suprema Corte, el 15 de abril, Pedro Infante falleció en un accidente aéreo.
En medio de la tragedia, despedido por miles de admiradoras, podía escucharse la letra de la canción que lo había definido:
“Dicen que soy mujeriego,
no lo puedo remediar,
por eso sufro y reniego,
pa’ que lo voy a negar”.