Con Damon Albarn al frente y en su mejor forma, el cuarteto británico pasó por México, dejando una estela inolvidable de esa música sin tiempo y sin edad, íntima y multitudinaria en forma simultánea, que le ha dado fama mundial
Ciudad de México, 19 de octubre (SinEmbargo).- Elegancia en la multitud. Hondura vociferada. Música que se despliega glamorosa y sensitiva entre más de 17 mil almas nobles y entregadas en la noche de octubre, pero que bien podría sonar en la soledad de un hombre o una mujer mientras observa el horizonte de sus días.
Desde que el britpop es britpop siempre la apuesta resultó en sonidos doblegados por una fuerza exterior e interior en forma simultánea, con esa intimidad que reina en un grito estruendoso cuando sale de las tripas, de la raíz.
Y el espacio renacido a una música que reinó a principios de los ’90 se hizo canción el jueves a la noche en al abarrotado Palacio de los Deportes, donde un público conformado esencialmente por las nuevas generaciones, todos en la edad de ser hijos de los artistas que salieron al escenario pasados pocos minutos de las 21, hizo de Lázaro y comprobó que aquello de que la creación genuina no tiene tiempo limitado.
The magic whip, el aclamado reciente disco con que la banda inglesa Blur vive un segundo aire, dio las primeras notas para que el cuarteto conformado en 1989 por Damon Albarn, Graham Coxon, Alex James y Dave Rowntree fuera elaborando un performance de menor a mayor, con grandes momentos de estridencia y pasión devoradora ante una multitud enfervorizada.
Damon Albarn, la única persona en este mundo que puede decirle a su esposa: -Querida, voy a la esquina a comprar cigarros y perderse luego en una gira mundial con Blur, Gorillaz (de hecho, prepara el regreso para 2016) o su proyecto en solitario, nutrido a fines del año pasado con el formidable Everyday Robots, es el eje que da sostén a un grupo que despierta sentimientos encontrados entre sus propios integrantes.
Ha sido precisamente Albarn, el vocalista, el letrista, el cerebro más inquieto de la música inglesa contemporánea, quien en una reciente entrevista con Rolling Stones ha dicho que huye de Blur como de la peste, al tiempo que el bajista Alex James, el hombre que fabrica quesos y vive en una granja con su esposa y cinco hijos, ha reconocido lo nervioso cada vez que tiene que salir al escenario con su banda.
Como sea, la magia siempre está ahí para cuando los cuatro quieran usarla y así lo han hecho en esta gira latinoamericana donde pisaron Argentina, Chile y el Distrito Federal y Guadalajara en un México que se ha rendido a sus pies y que los han recibido ya en el Vive Latino y en el Plaza Condesa en el cercano 2013.
Se dice que Albarn ama a México y se comprueba que este país lo adora. Un “muchas gracias” reiterado y con acento británico adornó un diálogo esencialmente musical entre el artista y el público local, en un concierto de casi dos horas donde no faltaron los grandes éxitos, en medio de un clima de euforia avivado al principio por la agrupación abridora Hello Seahorse!.
21 CANCIONES CON UNIFORME DE FAJINA
La locura inició con “Go out”, el primer esbozo de una coreografía donde Damon, vestido como para andar por casa, con su consabido uniforme de fajina formado por pantalones vaqueros y camiseta azul, no dudó en arrojarse a los brazos de los espectadores que lo acariciaron sin miramientos.
“There’s no other way”, “Lonesome Street” y “Badhead”, provocaron el delirio en una seguidilla sin prisa y sin pausa que por momentos adquirió ese tono desesperado y abismal que caracteriza al rock más clásico.
Tiene Blur esa posibilidad de ir transformándose en varias bandas al mismo tiempo, con una solidez instrumental que permite la expansión sin límites de su frontman. Y tiene Albarn también esa capacidad de protegerse con sus propios disfraces imaginarios, en un in crescendo donde alcanza incluso a medirse como poeta de sus tragedias, dramas y alegrías existenciales.
«A pesar de que no se trata de un show «típicamente espectacular» como podría ser un show de Muse, por poner un ejemplo, lo que tiene Blur es que crea un ambiente ceremonial. Todas esas referencias al Góspel (que efectivamente cargan y puede verse en el coro). hacen de Albarn una especie de predicador; no es el típico frontman que se para al frente queriendo ser el carnero dorado, entra dando pasitos como escuincle travieso y a la menor provocación se mete entre el público (también lo hizo hace un año en el Corona)»; opina el periodista Ramiro Rivera.
«La banda crea un ambiente comunitario sin necesidad de que la gente se desgarre en un eslám o se siente a analizar concienzudamente. Es extraño, porque, en el estricto sentido de los rockeros más fundamentalistas, se tratan de baladas las que estos cabrones tocan y aún así alcanzan clímax como en «Beetlebum» o «Trimm tab», en donde hasta uno de los tipos más ñoños del universo como Dave Rowntree se convierte en un monstruo con ese cierre espectacular», agrega.
«Una cosa más: los ingleses no saben envejecer (carajo, parecen sacados de la fila de desempleo, despues de trabajar 35 años en una fábrica, sólo que con polos Fred Perry en lugar de camisetas interiores blancas, jajaja). Quizás sólo Damon Albarn sea una de pocas excepciones a esa regla y aun así ya se ve un poco jorobado», precisa.
Todo ese abanico desplegado en un escenografía como de discoteca donde fueron desgranándose los acordes de “Out of time”, “Country sad ballad man” y “Beetlebum”, para que luego explotara un cielo estrellado y se dejaran oír “Thought I was a spaceman” y “Trimm trab”.
“Ong Ong” y “Parklife” –con la presencia en el escenario de un grupo de fans que había ganado un concurso y cuyos integrantes demoraron el concierto sacándose fotografías con el cantante-, precedieron a “Song 2”, cuando todo explotó e incluso no faltaron alguna que otra lagrimilla.
“To the end” y “This is a low”; “Stereotypes” y “Girl and boy”; “For tomorrow” y The Universal”: Blur lo hizo de nuevo. Y la historia aquí no termina.