Ciudad de México, 19 de octubre (SinEmbargo).– “México está en una tendencia, como casi la mayor parte de América Latina, que está aprovechándose de un auge de los precios de los recursos naturales, y con eso quiere financiar una modernidad o desarrollo, pero dejando de lado todo el impacto en el medio ambiente que esto pueda tener”, sentencia Anette von Schönfeld, directora en México de la Fundación Heinrich Böll Stiftung, una organización alemana dedicada al análisis de temas ambientales.
Si bien el trabajo que la organización hace tiene un enfoque global, von Schönfeld matiza una particularidad en el caso mexicano: la aprobación que este año se dio de las reformas estructurales es favorable a esta tendencia.
La experta en temas relacionados con el uso de recursos naturales explica que este afán de explotar los recursos naturales sin tomar en consideración los costos sociales y medioambientales se ha dado en consonancia con una idea global que concibe al crecimiento como la idea máxima de desarrollo. En la búsqueda de éste, los países han acrecentado también la demanda de mercancías y, por tanto, de los recursos primarios para producirlos
Si bien se trata de una propuesta que se ha extendido a nivel mundial, América Latina es clave dada su riqueza de recursos naturales. Tan sólo en la última década, la región ha abastecido buena parte de la demanda mundial de recursos naturales, de acuerdo con von Schönfeld.
“Yo veo esa tendencia de cambiar las legislaciones hacia una mayor libertad en el uso de recursos a nivel América Latina […] y en México se está concretizando más todavía con lo de las reformas [estructurales]. Y prevalece la tendencia de darle mayor libertad a las empresas, sean éstas estatales o privadas, de realmente sacar las cosas a cualquier precio, a cualquier precio de medioambiente, a cualquier costo social, y todo lo demás está subordinado al uso y exportación de los recursos”, asienta en entrevista con SinEmbargo, a unos días de que concluyera el foro regional Diálogos sobre Extractivismo en América Latina.
Dicho encuentro convocó a especialistas y activistas involucrados en distintos tipos de extractivismo de recursos naturales en 14 países latinoamericanos. Aunque las conclusiones del foro aún están por publicarse, von Schönfeld resalta la similitud que hay entre las diversas experiencias en los distintos países respecto a la extracción de sus recursos naturales.
No obstante, considera que en la región hay dos tendencias: una más progresista, en países como Bolivia o Ecuador, que permite la extracción de recursos pero negocia con las empresas a fin de que el Estado mantenga una mayor parte de las ganancias, y destina esos recursos económicos a paliar la pobreza extrema. Lo negativo de esta propuesta es que no toma en cuenta los costos ambientales que en el largo plazo pueda provocar la extracción de materias primas.
Esta tendencia, conocida como “neoextractivismo”, es para von Schönfeld benéfica sólo en el corto plazo, pero no resulta sustentable a lo largo del tiempo.
La otra tendencia, en la que se encuentra México, favorece la explotación de recursos naturales sin que el Estado busque obtener una ganancia económica mayor a cambio.
Como una manera de referirse al impacto que tiene inclinarse por una u otra tendencia, la directora de la Fundación Heinrich Böll Stiftung señala que México es el único país en América Latina donde el número de personas pobres ha aumentado, mientras que en otros países de la región el boom extractivista al menos ha servido para disminuir a la población empobrecida.
EXTRACCIÓN DE RECURSOS EN MÉXICO
Von Schönfeld considera que en México hay una tendencia “muy fuerte” del uso de recursos naturales, a la par que «una gran debilidad de tomar en cuenta los costos sociales y de medio ambiente que conlleva”.
Un ejemplo de ello podría ser el de la minería, una de las industrias extractivas que está teniendo auge tanto en el país como en otras naciones latinoamericanas. Al respecto la especialista dice que si bien por ahora en México no se ven todavía las repercusiones ambientales, a diferencia de lo que ocurre en otros países, el gran número de concesiones que se han otorgado y el área del territorio nacional que éstas ocupan, dan indicios de un potencial riesgo.
Tan sólo entre septiembre de 2013 y junio de 2014, la Secretaría de Economía expidió 644 nuevas concesiones mineras; en promedio, cada una de ellas abarca mil 5 hectáreas. A ellas deben sumársele las 31 mil 50 concesiones para explorar y explotar los recursos minerales entregadas durante el sexenio pasado, la mayoría de ellas a empresas canadienses y estadounidenses, como documentó la revista Contralínea en abril de 2013.
Actualmente el gobierno mexicano continúa incentivando la explotación minera en el país, como muestra un documento de la Secretaría de Economía, llamado La minería es una industria comprometida con las comunidades y el medio ambiente. Se trata de una invitación a los inversionistas para que se interesen en la minería en México, para lo cual destaca datos como que sólo 30 por ciento de la superficie del territorio nacional para proyectos mineros se ha explotado, o que el país se encuentra entre los 10 principales países que poseen 16 minerales, entre ellos la plata, el plomo, el molibdeno, el zinc, la barita, el grafito y el cobre.
Otro rubro donde von Schönfeld ve un potencial riesgo es en el de la extracción no convencional de hidrocarburos a través de la fractura hidráulica, conocida como fracking. Si bien los impactos del empleo de esta técnica siguen sin ser del todo conocidos, la experta apunta que no por ello son menores.
“La situación con el fracking es que realmente no se sabe de la técnica, no se sabe cuál es el peligro […] nadie sabe lo que va a pasar”, dice respecto a la poca información que por ahora existe sobre el tema. Sin embargo, hace hincapié en las consecuencias que podrían advertirse tan sólo al apreciar el uso de recursos que esa técnica implica: «Ahí hay rupturas en la tierra, hay contaminación de agua, hay un gran uso de agua”.
Una de las consecuencias del fracking, que ya ha comenzado a verse en Estados Unidos, es la contaminación del agua, refiere von Schönfeld.
En marzo pasado, Francisco Cravioto, integrante de la organización Fundar, Centro de Análisis e Investigación, dijo en marzo pasado, en entrevista con SinEmbargo, que para un solo pozo donde se realice una fractura hidráulica se requieren aproximadamente 29 millones de litros de agua, y cada pozo puede ser fracturado de nuevo aproximadamente 16 veces. “ Si se llevaran acabo 20 mil pozos en el país estaríamos hablando de la cantidad de agua equivalente a la que consumen 5.4 millones de habitantes para cubrir sus necesidades básicas”, explicó entonces.
Expertos en el tema también atribuyen al fracking la contaminación de fuentes de agua, que afecta a los humanos y a la ganadería, así como enfermedades en la piel, migrañas, emisión de gases de efecto invernadero, la destrucción de paisajes, y, en algunos casos, hasta la muerte.
La Asociación Mexicana Contra el Fracking ha señalado que en México esta técnica ya está en marcha en los estados de Nuevo León, Veracruz y Coahuila.
El documento Prospectiva de petróleo y petrolíferos 2013-2027, elaborado por la Secretaría de Energía en 2013, considera a la fractura hidráulica como una de las tecnologías más relevantes y novedosas en la industria del petróleo y que permiten obtener mayores niveles comerciales.
El mismo documento asienta que el uso de millones de litros de agua dulce mezclada con químicos, que se requieren en esta técnica, puede dañar el medio ambiente. Pero lo único que apunta para mitigar el daño ambiental del fracking es una línea: “debe ser regulado con el objetivo de prevenir impactos adversos al medio ambiente y a la salud humana”.
El informe Han destruido la vida en este lugar. Megaproyectos, Violaciones a Derechos Humanos y Daños Ambientales en México, elaborado por el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, advierte de otros riesgos ambientales a consecuencia de la extracción de recursos: la inundación permanente de bosques, el lecho de los ríos y la vida silvestre en el caso de las represas, o el aumento de emisiones de gases de efecto invernadero y el impacto en plantas y animales por la explotación forestal excesiva.
¿ES POSIBLE UNA ALTERNATIVA?
Ante el creciente auge de la explotación de recursos naturales sin considerar su impacto ambiental y social, von Schönfeld considera que las alternativas sobre los modelos de desarrollo de los países aun son incipientes.
“Hay tendencias, hay debates, pero son migas todavía”, expresa. No obstante, apunta que si se quiere modificar esta tendencia es necesario plantear qué alternativas posibles existen. Los debates al respecto han comenzado a hacerse, aunque sin la resonancia esperada, hace cinco o 10 años, dice.
Aún así, von Schönfeld es optimista y piensa que la ciudadanía debe buscar los instrumentos legales disponibles que le permitan defenderse ante los impactos de la explotación de los recursos y expresarse. «Yo creo que últimamente se ha puesto más complicado, pero la idea es que de todas formas uno trate de expresarse lo máximo y usar todos los espacios que existen. Yo creo que a toda la ciudadanía [la extracción] se está convirtiendo en un gran desafío, pero hay que enfrentarlo”, dice.