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Darío Ramírez

19/07/2018 - 12:00 am

La masacre de civiles en Nicaragua

Las marimbas de la danza negra en el barrio de Monimbó, en la ciudad de Masaya, callaron para darle paso a los a los escuadrones de la muerte de quien alguna vez fue un referente revolucionario en América Latina y que ahora es un dictador: Daniel Ortega.

La Resistencia Contra El Autoritarismo Del Presidente Ya Cobró Más De 371 Muertos Foto Efe

Las marimbas de la danza negra en el barrio de Monimbó, en la ciudad de Masaya, callaron para darle paso a los a los escuadrones de la muerte de quien alguna vez fue un referente revolucionario en América Latina y que ahora es un dictador: Daniel Ortega.

La música del valiente barrió indígena que había sido un bastión opositor al dictador de Managua sufrió feroz ataque por parte de los paramilitares y fuerzas oficialistas. Masaya es la capital cultural de Nicaragua y representa una larga lucha de resistencia contra el socialismo cristiano de Ortega. Los pobladores se enfrentaron alguna vez –con coraje- a la dictadura somocista, que en momentos de virulenta guerra el –otro- dictador decidió bombardearla. Desde abril 2018 se levantaron barricadas en contra de Daniel Ortega.

Al caer la tarde del martes 17, los pobladores seguían aterrorizados por la cacería casa a casa desatada contra quienes mantuvieron la resistencia en el barrio indígena por varias semanas, y que solo pudo ser quebrada a través una brutal embestida con fusiles de guerra por parte de las guardias del presidente. Masaya se había declarado “territorio libre de orteguismo”.

Según El Confidencial “La incursión de las fuerzas armadas conjuntas inició a las cuatro de la madrugada de este martes. Patrullas y camionetas Hilux accedieron por distintos barrios de Masaya, hasta lograr rodear Monimbó. Los reportes ciudadanos coinciden que en los barrios de las Malvinas, Países Bajos, Camilo Ortega, Magdalena, San Miguel y por el sector de la empresa Mebasa, sobre la carretera que lleva hacia Catarina, fueron los lugares donde más efectivos se concentraron. Los paramilitares y policías iban acompañados de palas mecánicas para tumbar las barricadas de adoquines.”

Un grupo de periodistas internacionales y nacionales intentaron llegar a Masaya para darle cobertura al ataque. Sin embargo, no pudieron pasar del kilómetro 14 y se vieron obligados a regresar a la capital por los oficiales. Masaya estaba sin los ojos de los periodistas y los abusos eran seguros.

Mientras tanto, el jefe de la Policía de Masaya, Ramón Avellán, advirtió el lunes que «limpiarían» la ciudad al costo que fuera. «La orden de nuestro presidente y de la vicepresidenta (Rosario Murillo, esposa de Ortega) es ir limpiando las calles. Y esa petición de la población de Monimbó, que es nuestro Monimbó, y nuestra Masaya, vamos a cumplirla. ¡Al costo que sea!»

Al caer la noche, Masaya y Monimbó permanecían militarizados. Los paramilitares (entre 1,500 y 2,000 efectivos) siguieron realizando sus requisas ilegales casa por casa, mientras que, al menos, 300 ciudadanos de la resistencia cívica huyeron por veredas para evitar ser capturados, de acuerdo a un miembro de la Alianza Cívica por Masaya, que por temor pidió no ser identificado, según reportó El Confidencial. El cardenal Leopoldo Brenes llamó a los habitantes de Masaya a resguardarse en lugares seguros, “ante el acoso armado” de las “fuerzas combinadas” del Gobierno.

La resistencia contra el autoritarismo del presidente ya cobró más de 371 muertos (333 hombres y 18 mujeres). 306 civiles, 28 paramilitares, 16 policías y un militar (fuente El País). Y la violencia no cesa.

Daniel Ortega es la réplica de ese dictador de izquierda que perdió el rumbo y se intoxicó de poder. Llegó al poder tras una revolución donde murieron 35,000 personas y se derrocó a el sanguinario dictador Somoza. Ortega superará a Somoza con creces en sus años en el despótico poder. Quien alguna vez luchó por una revolución hoy encabeza una matanza de civiles no vista en tiempos recientes en el continente.

El día de ayer, en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA), Daniel Ortega, y su esposa, la vicepresidenta, Rosario Murillo, sufrieron un duro revés político: 21 países del hemisferio aprobaron este miércoles una resolución que condena la represión y la violencia del régimen contra “el pueblo de Nicaragua”.

El Consejo Permanente de la OEA realizó una sesión especial para abordar la crisis de Nicaragua, que este 18 de julio cumplió tres meses. Los países miembros votaron el proyecto de resolución titulado “La Situación en Nicaragua” tras reiterados intentos del canciller nicaragüense Denis Moncada, y las delegaciones de Venezuela y Bolivia, de imponer otro proyecto de resolución presentada por el gobierno de Daniel Ortega. A favor de la condena a Nicaragua votaron: Colombia, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, Guatemala, Guyana, Honduras, Jamaica, México, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Santa Lucía, Uruguay, Antigua y Barbuda, Argentina, Bahamas, Brasil, Canadá y Chile. Mientras que el Salvador se abstuvo.

El fantasma del coronel Anastasio Somoza recorre nuevamente los pasillos de la Casa de los Pueblos. Ante los ojos impávidos de la comunidad internacional, la masacre de civiles lleva tres meses y parece ser que no se detendrá hasta que la disidencia esté aniquilada.

En un momento en que el mundo se encuentra acechado por las “nuevas derechas”, marcadas por el autoritarismo, populismo y xenofobia, no hay nada más importante para una izquierda en crisis que reafirmar sus valores más profundos. Es vergonzoso que parte de la izquierda global, así como sus principales iconos, no se manifieste diariamente y con vehemencia contra la masacre que Daniel Ortega y su mujer, Murillo, perpetran contra el pueblo de Nicaragua desde abril.

Zoilamérica, la hijastra de Ortega, quien vive fuera del país, en 1998, denunció al dictador por haberla violado, en connivencia con su madre, hoy vicepresidenta. Las últimas elecciones de Daniel Ortega, que reformó la Constitución para mantenerse en el poder y disputar la tercera legislatura consecutiva, fueron consideradas fraudulentas. Pero Ortega y Murillo permanecieron en el poder aliándose a una parte poderosa del empresariado y también a la parte más conservadora de la Iglesia católica. Su Gobierno está marcado por el control del poder legislativo y judicial, la censura, la tortura y persecución de los opositores, incluso de viejos compañeros sandinistas.

Lejos quedaron los sueños guerrilleros sandinistas para crear un mejor país. Aquellos que dieron su vida por la revolución que llevó a Ortega verían con dolor a dónde ha llegado el guerrillero/dictador.

Es urgente tomar medidas para alcanzar la paz, la democracia real y la justicia.

Para muchos Monimbó no cayó ni calló.

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Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.
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Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.
Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.
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