Omar Fidel supo que tenía leucemia mielógena a los 32 años. No tenía seguro médico e intentó afiliarse al Seguro Popular para poder acceder a un tratamiento, pero el sistema no cubrió su tratamiento. Mecánico y aficionado al automovilismo vendió su carro, se acercó a asociaciones de asistencia y a conocidos que trabajan en la industria farmacéutica para poder pagar su tratamiento. El 12 de mayo pasado le programaron un trasplante de médula ósea –donada por su hermano–, pero no se concretó: debía pagar entre 150 y 200 mil pesos y no los reunió; hoy no hay fecha para la operación.
Omar explica así la situación que a enfermos como él les toca padecer ante un Estado que no los apoya: «Este sistema no destruye a una persona, destruye a una familia porque uno se enferma, vende sus bienes. ¿Para qué son los bienes? Para resolver los males. Pero, fallece el paciente, se quedan sin bienes, se quedan endeudados y se muere su familiar. No destruye nada más a una persona, destruye a una familia porque se quedan en la ruina y sin su paciente».
En los siguientes días, SinEmbargo publica una serie de casos donde los pacientes de enfermedades crónicas describen desde su realidad la crisis de los sistemas de salud pública en México y las dolorosas implicaciones físicas, morales y económicas para ellos y sus familias.
TERCERA DE UNA SERIE
Ciudad de México, 19 de junio (SinEmbargo).- Omar Fidel Rodríguez Chávez supo que padecía leucemia mieloide crónica hace más de dos años. Recuerda muy bien que su diagnóstico llegó los primeros días de diciembre de 2015, única temporada en la que ha requerido hospitalización. Nunca lo va a olvidar, dice.
De acuerdo con la American Cancer Society, el padecimiento conocido también como leucemia mielógena crónica (LMC), es un tipo de cáncer que comienza en ciertas células productoras de sangre de la médula ósea. El doctor Alberto Olaya Vargas, de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explica que la enfermedad aparece generalmente en la edad adulta, en la quinta o sexta década de la vida.
En México existen pocos datos estadísticos al respecto. No obstante, el médico Olaya calculó que se diagnostican aproximadamente 7 mil casos nuevos de leucemia en la población mexicana por año y cerca de 350 corresponden a LMC.
Omar trabaja en un taller mecánico desde hace ocho años y es aficionado a modificar automóviles. Como amateur, corría en el Autódromo Hermanos Rodríguez, de la Ciudad de México, un Phantom que él mismo tuneó, pero con la llegada del padecimiento tuvo que venderlo para comenzar a pagar el tratamiento que se caracteriza por ser especialmente costoso, respecto a otros tipos de cáncer. En aquél momento –como otros 21 millones 424 mil 924 de mexicanos– carecía de seguro médico.
«Yo siempre soy muy optimista […]. Yo no decaí. Sólo cuando me dijeron que tenía cáncer: ya solo, cuando nadie me vio, sí lloré. Mi primo me llevó al Hospital General de México. Cuando íbamos, le dije: ‘¿por qué yo, si no fumo, no tomo, no me drogo?’. Eso sí, soy parrandero, pero mis parrandas son irme al Autódromo, ese fue mi único vicio: armar mis carros e irme a correr», narra Omar, de 34 años de edad.
Fatima Masse, consultora en el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), califica a la leucemia como una enfermedad «catastrófica» debido a los altos costos de atención que demanda.
«Es una enfermedad que se presenta relativamente poco, pero si una familia tiene la lotería negativa de sacarse uno de estos casos, en medio de los problemas que tiene el sistema de salud en México es terrible», expone la investigadora.
En el análisis «Pequeños pasos para transformar al sistema de salud», el IMCO plantea que experimentar una leucemia tiene un costo promedio estimado de 875 mil pesos anuales en un hogar, donde la hospitalización es la principal fuente del gasto con 41 por ciento del total, le sigue el gasto en medicamentos con 27 por ciento, otro tipo de gastos que representan también el 27 por ciento y en el último lugar quedan los honorarios médicos que consumen el 4 por ciento del total.
«En el caso de las leucemias, el gasto promedio de tratamiento es de 875 mil pesos [al año]. Sólo las familias de mayor nivel de ingresos podrían pagar hasta 20 por ciento del tratamiento con recursos propios, sin tener repercusiones», se lee en el documento.
Sin embargo, no atender la enfermedad puede tener consecuencias fatales: «Si no se trata, incluso puede causar la muerte del paciente», expone el doctor Olaya Vargas.
De un momento a otro, la vida de Omar Fidel cambió por completo. Comenzó con cansancio extremo y sudoración excesiva durante las noches, ambos síntomas se prolongaron durante 15 días. Nunca imaginó lo que ocurría realmente en su cuerpo, pensó que se trataba de algún padecimiento sin importancia. Sin embargo, a petición de sus familiares, visitó a un médico particular que labora en una farmacia. El galeno lo revisó y le solicitó se realizara algunos análisis de sangre, pues sospechó de insuficiencia renal y cáncer.
Cuando el doctor vio los resultados le sugirió visitar el Hospital General de México. Omar aceptó y –acompañado de su madre como todo este tiempo– acudió, pero inmediatamente fue expulsado.
«En el General de México me rechazaron, me dijeron que no había lugar, que me fuera a otra institución», recuerda.
Después, el joven de 34 años se incorporó al Seguro Popular –que cuenta con 55.6 millones de afiliados– e hizo un segundo intento por atenderse, esta vez, en el Hospital Regional de Alta Especialidad Ixtapaluca, pero el servicio médico no cubre el tratamiento necesario para la leucemia, así que allí los médicos le dieron el diagnóstico y lo enviaron al Instituto Nacional de Cancerología (INCan).
«El Seguro Popular no cubre nada […] Todo lo hemos absorbido entre mis familiares y yo. El Seguro Popular no cubre nada, eso se los garantizo», recrimina.
La atención en el INCan, organismo descentralizado de la Secretaría de Salud, al que Omar tarda dos horas y media en llegar en transporte público, «es excelente», por lo que se dice agradecido con los especialistas que allí lo atienden. Hasta el momento no ha sido necesario que reciba quimioterapias, pero los medicamentos tienen costos elevados. Él continúa laborando en el taller mecánico para pagar –junto con familiares y amigos– su tratamiento.
Cuando le detectaron el padecimiento, comenzó a tratarse con Imatinib y lo tomó durante un año. Cada caja cuesta cerca de 17 mil pesos, pero la Asociación Mexicana de Lucha contra el Cáncer le brindó el medicamento durante ese tiempo. Cuando dejó de responder a él, los médicos le prescribieron Dasatinib que tiene un precio que ronda los 75 mil pesos, aproximadamente, pero gracias al apoyo de un amigo que trabaja en la industria farmacéutica, paga menos.
Aunque Omar tuvo que vender su auto para costear alguna de las recetas, sostiene que «los bienes son para resolver los males» y está seguro que en cuanto recupere su salud y no haya que comprar medicamentos, volverá a adquirir y a modificar otro automóvil. No obstante, subraya que los gastos excesivos en salud terminan por dejar en bancarrota a familias completas.
«Hay mucha gente que se deja morir porque o come o se compra el medicamento. Este medicamento es una burla para nosotros porque es demasiado caro», critica.
«Este sistema no destruye a una persona, destruye a una familia porque uno se enferma, vende sus bienes. ¿Para qué son los bienes? Para resolver los males. Pero, fallece el paciente, se quedan sin bienes, se quedan endeudados y se muere su familiar. No destruye nada más a una persona, destruye a una familia porque se quedan en la ruina y sin su paciente», agrega.
UN TRASPLANTE FRUSTRADO
Los médicos del INCan le ofrecieron a Omar la alternativa del trasplante de médula ósea. Acudió al Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición y al Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos (INDRE) para realizarse análisis de tipificación y saber si José Luis o Gloria, sus hermanos, podían ser sus donadores. En total desembolsó 10 mil pesos.
José Luis, de 25 años resultó compatible y aceptó someterse a la intervención. Había una nueva oportunidad y para el 12 de mayo pasado estaba programada la realización de un trasplante de médula ósea, que de acuerdo con el experto en oncología es «la opción curativa», pero por falta de recursos económicos no pudo llevarse a cabo.
«El trasplante de médula ósea es una opción que puede curar de manera definitiva la leucemia mielógena crónica», dice el doctor Olaya y añadió que aunque el trasplante también resulta costoso, una vez que se realiza, en un par de años es posible dejar de invertir en medicamentos.
Omar debía desembolsar entre 150 y 200 mil pesos para cubrir los gastos, pero no logró reunirlos y hoy por hoy ya no hay fecha para el trasplante: «No los tuve, no los tengo y pues el 12 de mayo ya no me hice mi trasplante», destaca.
Con el incondicional apoyo emocional y económico de Margarita y José, sus padres, además del de Gloria y Luis, sus hermanos, Omar continúa con ánimo en su lucha diaria por tener una buena calidad de vida.