Economía
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Cien millones de personas más en pobreza extrema por la COVID. Es histórico y nadie habla de ello

19/04/2021 - 7:43 pm

La COVID-19 está provocando un descenso en las remesas recibidas por las familias más pobres.  También ha aumentado la desigualdad.

Por Mónica Goded
Profesora de Economía, Universidad Pontificia Comillas.

Madrid, 19 de abril (The Conversation).- Es habitual leer que, si exceptuamos el impacto de las dos guerras mundiales y la Gran Depresión, la COVID-19 ha provocado una recesión sin precedentes en el último siglo y medio. Lo que no resulta tan frecuente es que se escuchen voces que denuncien que la crisis actual perjudica en mayor medida a la población más vulnerable de los países en desarrollo.

Y, sin embargo, es descorazonador comprobar que, por primera vez en décadas, la pobreza extrema aumentará en 100 millones de personas.

Además, se ha producido una caída de la renta per cápita en más del 90 por ciento de los países en desarrollo. La mitad de estas economías revertirá los avances de los últimos cinco años o más y una cuarta parte perderá todo el progreso realizado desde 2010.

Número de personas que viven con menos de 1.90 dólares al día, en situación de pobreza extrema. Foto: Banco Mundial.

La COVID-19 está provocando un descenso en las remesas recibidas por las familias más pobres. Por primera vez en la historia moderna, se ha reducido la cantidad de migrantes internacionales.

Retroceso en 2020 en la ganancia en ingreso por habitante en los países emergentes y en desarrollo (en número de años). Foto: Banco Mundial.

También ha aumentado la desigualdad. Frente al 10 por ciento de los hogares ricos que se contagian, más de la mitad de los hogares pobres lo hacen y la probabilidad de que fallezcan sus habitantes es cuatro veces más elevada. La mayor exposición a la enfermedad se debe a diferentes factores:

Ocupación en actividades esenciales que no se interrumpen durante los confinamientos.

Residencia en barrios densamente poblados.

Imposibilidad de reducir las horas de trabajo al no contar con ahorros.

PIB: estimaciones para 2022 en comparación a los niveles previos a la pandemia (diferencia porcentual). Foto: FMI

¿QUÉ DEPARARÁ EL FUTURO?

Las perspectivas en términos de crecimiento son sombrías por los recortes de la inversión debidos al deterioro en las expectativas de los agentes económicos.

El crecimiento futuro también se resentirá del impacto de la pandemia en el capital humano, al poner en peligro los avances en el ámbito educativo y sanitario.

El aprendizaje se ha visto interrumpido con el cierre de las escuelas, que ha perjudicado especialmente a la población que no dispone de medios para continuar la formación a distancia. Además, la caída del ingreso de las familias obligará a interrumpir la formación de muchos niños y jóvenes. En particular, serán las niñas las que se vean forzadas en mayor medida a abandonar las aulas.

Al mismo tiempo, la pandemia ha aumentado el gasto sanitario de unas familias que ya afrontaban serias limitaciones financieras para cubrir su atención médica. Se estima asimismo que ha elevado en 130 millones el número de personas afectadas por el hambre crónica.

POR QUÉ DEBEMOS AFRONTAR LA SITUACIÓN

Ignorar este aciago panorama no es justo… pero es que tampoco interesa hacerlo. La pandemia no terminará hasta que no termine en todo el mundo.

Niños en medio de la calle intentan utilizar sus camisetas para mantenerse calientes durante una cuarentena estricta, el miércoles 24 de marzo de 2021, en Manila, Filipinas. Foto: Aaron Favila, AP.

Sin embargo, la respuesta a la COVID-19 está siendo extremadamente irregular: en las economías avanzadas, los paquetes de estímulo frente a la crisis representan entre el 15 por ciento y el 20 por ciento del PIB, en las economías emergentes sólo suponen en torno al 6 por ciento del PIB y en los países más pobres no llegan ni al dos por ciento.

Pensar en términos nacionales es lo más fácil, sin duda, pero salvaguardar la cooperación internacional también debería ser una prioridad. No atender a tiempo las acuciantes necesidades de los más desfavorecidos a la larga obliga a mayores desembolsos para afrontar unas tragedias que se podrían haber evitado.

Personal de una fábrica textil de Puerto Príncipe trabaja luciendo tapabocas el 21 de abril del 2020. Foto: Dieu Nalio Chery, AP.

¿HAY ESPACIO PARA LA ESPERANZA?

El FMI subraya que lo que suceda a partir de ahora dependerá del ritmo de las campañas de vacunación y de la capacidad de ofrecer una respuesta eficaz entretanto. Será pues preciso reforzar la cooperación internacional prioritariamente en dos ámbitos.

Se debe asegurar el acceso en todo el mundo a las pruebas diagnósticas, los tratamientos y las vacunas contra la COVID-19. Alienta comprobar que se ha puesto en marcha una iniciativa con esta finalidad, el Acelerador del acceso a las herramientas contra la COVID-19, en la que participan organizaciones internacionales, gobiernos, empresas e instituciones de la sociedad civil. Urge reforzar esa cooperación pues, en estos momentos, las economías avanzadas han adquirido la mayor parte del suministro disponible.

Por lo demás, resulta imperativo proporcionar a los países de ingresos bajos, que ya estaban sobrendeudados antes de la propagación de la COVID-19, una inyección adecuada de liquidez internacional que amplíe su margen de maniobra para hacer frente a la crisis.

El Banco Mundial y el FMI, en colaboración con el G20, han acordado una iniciativa para suspender temporalmente los pagos del servicio de la deuda de estos países. cinco mil millones de dólares han podido así ser desviados a la lucha contra la pandemia y sus consecuencias económicas. No obstante, se trata tan sólo de un primer paso, pues los acreedores privados no están participando en esa iniciativa.

En definitiva, la pandemia pone de relieve la imperativa necesidad de mayores dosis de cooperación internacional. Existe un riesgo evidente de que los países más ricos se centren en cubrir sus propias necesidades. El problema es que esta actitud podría dejar atrás a las poblaciones más vulnerables de los países en desarrollo.

Esa alternativa no es viable, ni desde un punto de vista ético, ni desde una perspectiva eminentemente práctica. El mundo sólo será un lugar seguro cuando todos sus habitantes estemos protegidos.

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