El investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México, astrónomo Luis Aguilar, habla sobre las implicaciones éticas de colonizar Marte, «No porque algo sea posible tecnológicamente, significa que lo tenemos que hacer», dice.
Ciudad de México, 19 mar (EFE).- Habitar Marte conllevaría una serie de procesos tecnológicos que posibilitaran la supervivencia y encarar viejos dilemas éticos a los que ya se ha enfrentado antes el ser humano, contó a Efe el astrónomo mexicano Luis Aguilar.
El investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) apuntó que, si el ser humano fuera a otro planeta, se daría una situación similar a la que tuvieron los europeos al colonizar otras partes de la Tierra.
De existir alguna forma de vida, habría que valorar desde el punto de vista ético si está bien alterarla y explotar su territorio, explicó.
Entonces, la posibilidad de expandir la humanidad a otro planeta vería un choque entre dos líneas de pensamiento distintas porque en caso de que hubiese vida microscópica o macroscópica «mucha gente podría decir: mejor lo modificamos (el planeta) para que sirva para nosotros», expuso.
En cambio, la otra mentalidad argumentaría que «eso no es ético; nosotros estamos llegando como invasores, como intrusos, aunque la vida de ese planeta sea microscópica es la vida del planeta, con qué derecho lo vamos a modificar».
«No porque algo sea posible tecnológicamente, significa que lo tenemos que hacer», valoró el astrónomo.
Habitar un planeta significaría llevar a cabo el proceso conocido como terraformación, una serie de acciones que replicaran en la medida de lo posible, las condiciones de vida del planeta Tierra alterando la atmósfera y superficie del planeta a habitar.
«Se necesita que ya de por sí sea parecido a la Tierra, ya que si es muy diferente va a costar mucho hacer el proceso», aclaró.
El más parecido por el momento es Marte, aunque presenta problemas tales como que «la atmósfera es muy poco densa, hace mucho frío y no existe el agua en forma líquida en la superficie».
Por tanto, el científico explicó que hay que «aumentar la densidad de la atmósfera, hay que calentar el planeta y hay que hacer que pueda haber agua en la superficie».
Un camino viable para ello sería calentar los casquetes polares del planeta, que tienen la particularidad de que su hielo es seco, es decir, tiene grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2), «aunque también hay una buena cantidad de hielo de agua».
Calentar estos casquetes supondría un despliegue de medios tecnológicos, con soluciones que van desde lanzar bombas nucleares a colocar dos gigantescos espejos en órbita que dirigiesen el fulgor del sol hacia las superficies heladas.
«Al calentar estos hielos, tanto el seco como el de agua se deshacen y hacen más densa la atmósfera», aseguró el especialista.
Además, una vez hecho esto, el agua -que también se evaporó de los casquetes- puede empezar a precipitarse en forma de lluvia y formar ríos y lagos.
Cabe destacar lo paradójico del proceso, ya que el CO2 es un gas de efecto invernadero, algo que está amenazando al planeta Tierra pero que en Marte sería adecuado, ya que acercaría la temperatura a la de su homónimo azul.
«Hoy día ya estamos haciendo un proceso de terraformación pero no porque lo deseemos, sino que es un efecto nocivo y secundario del avance tecnológico», refirió el experto, apuntando al cambio climático.
La etapa final para hacer habitable Marte sería la formación de vida vegetal, algo muy complejo de lograr ya que se deberían «construir unas plantas químicas de tratamiento de gas».
El investigador indicó que «sería mucho más fácil modificar bacterias que ya existen en la Tierra para hacerlas resistentes al ambiente de Marte». Luego quedaría depositarlas en la superficie para que se reproduzcan.
«De este modo, ellas mismas irían modificando la atmósfera como queremos», afirmó Aguilar, quien agregó que «cuando los niveles de oxígeno sean suficientemente altos, ya podríamos pensar en plantar vida vegetal».
Aunque estos serían los pasos a seguir para terraformar Marte, el especialista matizó que las modificaciones cambiarían en función del planeta que se desee modificar.
A pesar de que, a día de hoy, no se tiene la tecnología, todo parece indicar que en un futuro no tan lejano el ser humano comenzará a habitar otros planetas.
Es algo que parece atado a la condición humana, motivo por el cual Aguilar concluyó parafraseando a uno de los padres de la cosmonáutica, el ruso Konstantín Eduárdovich Tsiolkovski, quien decía que «la Tierra es la cuna de la humanidad, pero no se puede vivir en la cuna para siempre».