El metano es uno de los causantes del calentamiento global y el Gobierno mexicano se ha comprometido a disminuir sus emisiones, sobre todo reduciendo el venteo y la quema de gases de los pozos petroleros. Sin embargo, el país ignora cuánto de ese gas emiten sus instalaciones petroleras y carece de una estrategia clara para reducir su nivel.
Esta investigación, realizada por el equipo de Pie de Página –con el apoyo de la Fundación Böll, Cemda, Fundar y Cartocrítica– documenta las fallas en el sistema de medición y monitoreo de gases contaminantes en la extracción de hidrocarburos, así como la inexistente investigación sobre los impactos en la salud de una localidad. Muestra, además, el aumento en las emisiones de metano, un potente gas de efecto invernadero que contribuye al Calentamiento Global.
SEGUNDA DE CUATRO PARTES
Por Emilio Godoy y Daniela Pastrana
Ciudad de México, 19 de febrero (PiedePágina/SinEmbargo).– Jonathan Banks es asesor de Políticas Climáticas de Clean Air Task Force (CATF) y trabaja directamente con gobiernos, empresas y sociedad civil de todo el mundo para desarrollar políticas y capacidad de reducir la contaminación provocada por metano y carbono negro.
En 2017, fue testigo de la grabación que el equipo de Earth Works hizo con la cámara infrarroja en Poza Rica. En una breve entrevista realizada entonces, planteó una hipótesis que parece de simple sentido común: es más fácil controlar las emisiones fugitivas de gas metano que salen de la industria, que hacer que las vacas caguen menos.
“México podría reducir muchas de sus emisiones si controla las fugas”, dijo el experto estadounidense, convencido de que buena parte de las emisiones que fueron grabadas con la cámara infrarroja sobre los pozos petroleros pudieran ser fugas de metano.
El gas metano [CH4, por su composición química: una molécula de carbono por cuatro de hidrógeno] es entre 72 y 86 veces más potente para capturar calor que el dióxido de carbono (CO2), ambos responsables del aumento de la temperatura del planeta.
Este gas invisible atrapa la luz solar y la irradia a la tierra, lo cual deriva en temperaturas más altas. En el aire, las fuentes principales del metano son la obtención de hidrocarburos, la ganadería y la porcicultura [la ganadería vacuna y ovina produce casi una cuarta parte de las emisiones de metano en el planeta] y en menor medida los residuos y la deforestación.
México es altamente vulnerable a los efectos del cambio climático, con tormentas cada vez más intensas, sequías, olas de calor y subidas del nivel del mar.
Por eso, el Estado mexicano y Petróleos Mexicanos (Pemex) se han comprometido a disminuir las emisiones de metano ante diversas instancias internacionales. Sin embargo, el país carece de mediciones integrales, regulación y hojas de ruta para alcanzar las metas asumidas
COMPROMISOS SIN MAPA
En 2015, en su contribución determinada a nivel nacional (objetivos voluntarios de reducción de emisiones contaminantes) entregada ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, México se comprometió a la contracción de 25 por ciento de emanaciones de metano.
Pemex, por su parte, se sumó en 2014 a la Alianza para la Reducción de las Emisiones de Metano Provenientes de la Producción de Petróleo y Gas (OGMP, por sus siglas inglesas) de la Coalición del Clima y Aire Limpio, que busca fortificar las medidas para reducir las emisiones de metano y el venteo de gas a la atmósfera. También integra la Iniciativa Climática de Petróleo y Gas, lanzada en 2015 y abrazada por 10 de las mayores petroleras del mundo, en la que uno de sus ejes es la baja de las emisiones de metano.
Pero estos ofrecimientos adolecen del camino para llegar a esa suerte de Olimpo ambiental.
Al inicio de esta década, Pemex y las secretarías de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y Energía (Sener) diseñaron, con apoyo del Gobierno canadiense, una Acción Nacional Apropiada de Mitigación (NAMA, por sus siglas inglesas). La NAMA-MX-001, llamada “Programa de reducción de emisiones en sistemas de procesamiento, transporte y distribución de gas natural a través de la reducción de emisiones fugitivas”, que contempla un potencial de reducción entre 1.3 millones de toneladas de CO2 por año. Pero no ha arrancado.
Para Adrián Fernández, director ejecutivo de la Iniciativa Climática México, la reducción de metano es fundamental para alcanzar la meta de estabilizar el aumento de la temperatura planetaria por debajo de los 2 grados centígrados, decidida por los Estados miembros de la cumbre climática de París en 2015.
“La reducción de emisiones es tecnológica y económicamente posible. México debe destacar ahora por la aplicación de medidas climáticas. La disminución de metano ahorrará dinero al país y ayudará a cumplir las metas” adoptadas por México.
Desde 2016, al menos tres estudios han demostrado la viabilidad técnica y económica de disminuir esas emisiones en el sector. Pero es previsible que el aumento de la exploración y explotación de hidrocarburos propiciado por la Reforma Energética de 2014 incremente los niveles de metano.
EMISIONES A LA ALZA
En años recientes, las emisiones de metano de Pemex Exploración y Producción (PEP), filial de Pemex, han aumentado, según datos obtenidos vía transparencia.
En 2016, PEP indicó que sus emisiones de metano totalizaron 641 mil 517 toneladas, lo que representaba un 36 por ciento más que el año previo y más del doble de las registradas en 2013. La mayor parte de esas emisiones (578 mil 642 toneladas) provino de la extracción en aguas marinas poco profundas. En campos terrestres, se emitieron 46 mil 592; en almacenamiento y distribución de hidrocarburos, 10 mil 376; en campos de gas, 5 mil 848; en campos no convencionales, 57 toneladas. Y de acuerdo con los cálculos de PEP, el gas metano reportado en la Región Marina del Noreste es 16 veces más alto que la región sur.
Sin embargo, a partir de 2016, Pemex cambió el esquema de reportar el CO2 y otros gases de efecto invernadero, pues previamente lo hacía por regiones productivas. Esto dificulta cualquier análisis comparativo.
Además, sus estadísticas no concuerdan con las del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), que en 2013 también cambió su metodología de medición de las emisiones.
Un ejemplo: en 2015, PEP calculó 409 mil 740 toneladas del gas; el INECC, en cambio, reportó sólo 7 mil toneladas de metano, aunque el rubro titulado “Otras emisiones” asciende a 32.23 millones de toneladas e incluye también “otras fugitivas”; es decir, aquellas que se fugan de la infraestructura hidrocarburífera.
En todo caso, desde 2001, las emisiones de metano se han comportado de forma oscilatoria, con crecimiento y decrecimiento pronunciados, vinculado al venteo y quema de gas. Es decir, al no aprovechamiento del gas que despide un pozo de extracción de petróleo, el cual, en vez de capturarse y procesarse, se quema.
Desde acuerdo con una base de datos propia, elaborada a partir de solicitudes de información, entre 2012 y 2014 las emisiones aumentaron 329 por ciento, un salto atribuible al incremento del venteo y quema de gas, al carecer Pemex de la tecnología necesaria para capturarlo y utilizarlo.
En 2015, México lanzó a la atmósfera 537 millones de toneladas de CO2 y 157 millones de toneladas de metano, de las cuales 74 millones provinieron del sector agropecuario, 44 millones de residuos y 32 millones del petróleo y gas. El resto se originó en generación eléctrica, la industria y la deforestación.
Ese mismo año, México quemó 5 mil millones de metros cúbicos de gas, que lo sitúa en el octavo puesto mundial, según cifras de la Asociación Mundial para la Reducción de la Quema de Gas, promovida por el Banco Mundial.
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Si Pemex carece de mediciones efectivas de la contaminación por instalaciones petroleras, ¿cómo puede reducir sus emisiones?
Según fuentes conocedoras, la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente prepara ya la normativa sobre el gas, que abarcará fuentes existentes y nuevas, para las emisiones en tierra firme y cubrirá 80 por ciento de las emisiones totales. Ese marco se centrará en la detección y reparación de fugas y prohibirá el venteo.
Para 2025, la meta de achicamiento de emanaciones oscilaría entre 40 y 45 por ciento de las emisiones, según el compromiso adoptado en 2016 por Canadá, Estados Unidos y México de acotar en ese margen el metano proveniente de la industria de petróleo y gas. De materializar ese arreglo, México cubriría 10 por ciento de su compromiso voluntario.
Pero el futuro no es claro. “Si cubrimos el crecimiento de la demanda eléctrica con gas natural, nunca alcanzaremos el pico de emisiones. Seremos un país lleno de promesas incumplidas”, alerta Fernández.