Amor armado es un libro de amor hacia México, dice Jennifer Clement. Un libro como un cuento de hadas en un país destruido, donde el crimen organizado está armado por los Estados Unidos.
Ciudad de México, 19 de enero (SinEmbargo).- Hace poco tuve que presentar Amor armado, de Jennifer Clement, un libro maravilloso y tan mexicano como lo es la misma escritora estadounidense que vive aquí desde que tenía un año. Escribí este texto, que viene bien a modo de presentarla.
Venir a presentar el reciente libro de Jennifer Clement se me hace un honor inevitable. Como esos honores que de tanto en tanto te aparecen en la vida y uno no sabe cómo agradecer. No es que lo soñara. Ni que lo tuviera en mi mente. La verdad es que soy lectora desde hace 18 o 19 años de sus libros y siempre los gozo y cada vez que la entrevisto me cuesta mucho. Es algo como entrevistar a tu ídolo del rock y recuerdo ahora cuando me tocó estar de periodista ante Charly García, fumaba un charuto tirado en una cama y yo ahí, enfrente, no sabiendo qué decirle.
“Vas a presentar un libro hermoso”, me dice Carlos Olivares Baró, el periodista de La Razón con que el que siempre coincido en Literatura, pero no hablamos de política, en eso somos “casi enemigos”.
Es cierto, Amor armado es como un libro más de Jennifer, un trabajo hermoso, en esa misión que no sé si tiene o se la ha planteado, pero que habla de las mujeres como pocas veces habla alguien. Lo viene haciendo desde La viuda Basquiat, un libro alucinante que yo me llevaría entre mis primeros 10 a la isla desierta.
¿Sirve la identificación en la literatura o de paso hay que nombrar que yo, hace apenas unos años, era totalmente machista y decía por todos lados: yo no he sido discriminada?
La confesión me libra del pecado, ya no soy joven, pero si me cuido un poco todavía tendré algunos años por vivir este comenzar a preguntarme qué significa ser mujer.
Amor armado tiene una madre dulce, como la mía. Tanto es así que durante mi adolescencia y en mi juventud prolongada traté de ser mala, diabla, no quería ser confundida con ella. ¿Ser buena y sufrir como ella, que se murió antes de los 60 y yo seguí viva sintiéndome huérfana antes de tiempo?
Vivir en un auto en Amor armado. Ser juzgada por los demás: “Mi madre hacía todo mal”, dice la chica protagonista que alaba la porcelana de Limoge, ese violín de su abuelo, esa caja que nunca se abrirá.
Recuerdo una vez que vinieron unas agentes sociales al barrio y me decían: pobre chica, tan bonita que es. Me fui directo a bañar y a esperar que ellas me vieran, pero ya se habían ido. No sé dónde andarán ahora esas agentes, pero yo estoy aquí, hablando del libro de Jennifer Clement.
Poeta y narradora. Llegó a México en 1961, cuando apenas tenía un año. Estudió Letras Inglesas y Antropología en la New York University y Letras Francesas en París. Publicó Una historia verdadera basada en mentiras. Dice el boletín de prensa de Anagrama: Leonora es hija de madre soltera. Vive en las afueras de la ciudad de México y sobrevive juntando las ramas con que se fabrican las escobas que usan jardineros y barrenderos. Su madre la envía a un convento, donde le enseñarán a leer y a escribir y la prepararán para ser criada. Cuando tiene trece años, Leonora es escogida por la joven señora O’Conner. Y cuando cumple dieciséis, es seducida por el señor de la casa… Años más tarde, la narradora es Aura, la niña nacida de aquella seducción. Fue adoptada por los O’Conner y no sabe que su madre es su criada…
Cuando yo la leí también me identifiqué y sólo una cosa le agradecí a mi madre y a mi padre: saber que siempre fui de ellos. En la pobreza, ser madre o ser padre es una cuestión de riesgo. Siempre hay instituciones, gente que es mejor que uno, agazapados tratando de tener los hijos que no tuvieron. Siempre les agradecí además que no se hayan engañado el uno al otro y que los ocho hijos fuéramos de ellos dos. Listo. No tengo medio hermanos ni tengo que defender a una familia que no es la mía.
Como Emily, la protagonista de El veneno que fascina, publicada por Planeta: Emily, descendiente de ingleses afincados en México, nunca ha sabido por qué su madre la abandonó cuando ella era pequeña. Su padre jamás le habló de ello y Emily, a medida que crecía, fue llenando el vacío de esa ausencia inexplicada gracias a una existencia tranquila y ordenada. Vive con su padre, prepara una tesis sobre la vida de los santos y, además, colecciona historias extraordinarias, especialmente de mujeres asesinas. En sus horas libres, trabaja en el orfanato que fundaron sus antepasados y que dirige sor Ágata, una monja grande y amable que había sido amiga de su madre y que sabe más de lo que cuenta.
Lo cierto es que yo volví a sucumbir con Jennifer fue con Lady Di, ese libro donde la madre intentaba afear a la hija para que no fuera presa del narcotráfico. Ser fea. Ser linda. Ser mujer. Y Amor armado es como un díptico, dice Jennifer, que completa el caso de Perla, que vuelve a aparecer en esta novela, salvada por algo que va más allá de México o por México mismo, ese país al que llegué y donde todo parecía cambiar, la gente tenía alegría en las calles, pasión en las calles, vida por vivir en las calles.
No sé si he presentado a Jennifer Clement, pero les ruego que lean sus novelas y que como Carlos Olivares Baró ande diciendo por ahí que es un libro hermoso, tal vez uno de los mejores que ha leído en su vida.
Ahora le haré preguntas, porque para eso he nacido.
–Amor armado me resulta una continuación de toda tu obra. ¿Qué piensas?
–Es curioso que con la madurez uno confía más en tu inconsciente. Controlas menos y yo sentía que al escribir Amor armado dejé que sucediera más. Definitivamente es un libro relacionado con Lady Di, incluso Perla aparece en Lady Di. Es un díptico. Lo puedes leer individualmente, pero también hay un diálogo entre los libros.
–No sé si vale la pena hablar de la identificación en la literatura, pero uno se ve en ellos, aunque no tenga nada que ver con la historia.
–Para mí toda esa parte tiene como un lado de cuento de hadas, esa parte en la que vive con la madre dentro de un automóvil. En los cuentos de hadas puedes vivir en un árbol, en la cáscara de una nuez o puedes dormir en la cáscara de un pistacho; todas esas cosas raras que suceden en los cuentos de hadas, el coche tiene un poco de eso.
–En ese cuento de hadas la madre se guarda muchos secretos.
–Para mí siempre hay una parte que si estoy escribiendo sobre un grupo de personas que no tienen mucha educación, tener a una persona como Margot me permite una mirada más educada. Sabe tocar el piano, habla francés y me permite llevar el mundo de Serguéi Rajmáninov a un sitio donde jamás hubiera estado él. Creo que en Lady Di eso me sucedía con Rita, porque ella tenía una obsesión por ver los documentales, tenía como un conocimiento vasto, podía tocar estos mundos con una mirada más intelectual.
–Luego aparece Eli en un mundo donde ella derrama azúcar, cuéntame a este personaje.
–Uno de los temas es el amor. Describo que las canciones son de amor, una universidad del amor, si te sabes todas las canciones de Nina Simone, es la universidad de amor. Eli incluso habla como si cantara. Tiene una voz con mucha melodía, muy seductora, pero él llega para romper todo.
–¿Luego muere?
–Sí, lo podemos contar. Muere a manos de alguien, porque a mí me encanta la revancha. Tuve que pensar mucho, pero no puedo decir más, porque sino contaré la novela. Veo a Lady Di como una especie de réquiem a México y a Amor armado como un libro de amor hacia México. Los dos tienen mucho que ver con México, pero el sentimiento es un poco diferente.
–Amor armado en un estado de resignación frente a todo lo que pasa.
–Sí, es cierto. Hice mucha investigación y mis libros son como un iceberg. El lector lee una parte muy pequeña de toda la investigación, pero está el tema de las armas, fui a la Asociación Nacional del Rifle, en los Estados Unidos, entrevisté a sobrevivientes de masacre, claro todo eso no está en la novela, pero en cierto modo está, como una sombra. Lo que me duele mucho es como México es totalmente un país armado por las armas ilegales que cruzan la frontera. Son 20 mil armas al día. Un estudio de la Universidad de San Diego descubrió que si las armas no vinieran a México, el 47 % de las personas que venden armas en los Estados Unidos estaría en la bancarrota. El negocio hacia México es gigante, casi el 50 %. Sí siento que en los Estados Unidos no hay ninguna consciencia de esto. En lo único que piensan es en los inmigrantes ilegales y en las drogas. El crimen está armado por los Estados Unidos y nadie dice nada.
–Eres además la Presidente del PEN International.
–Para mí es un gran honor. Todos los días de mi vida estoy en contacto con lo que considero son las personas más valientes del mundo. Son las personas que arriesgan su vida, su libertad, su país, su familia, su situación económica, por decir la verdad. Es un gran privilegio estar haciendo eso. Es imposible hacer lo del PEN con la mitad de tu corazón, ahora no podría escribir una novela, pero no me importa.