Tres colchas son insuficientes para dar calor dentro de un tejabán de madera con techo de lámina… así es como viven varias familias en Ramos Arizpe, Coahuila.
En el camino de Saltillo a Ramos, como coloquialmente le llaman a esta ciudad industrial, los árboles parecen estar glaseados por el hielo porque no están cargados de nieve, como en las últimas dos veces; sino están espolvoreados de ese frío que ha catapultado a este municipio metropolitano como el tercero más helado del país.
Por Karla Tinoco
Ramos Arizpe, Coahuila/Ciudad de México, 19 de enero (Vanguardia/SinEmbargo).– Sabes que estás en Ramos Arizpe cuando sientes que el frío te cachetea con fuerza la cara, cuando piensas que se te ha nublado la vista pero que en realidad no distingues el paso de los coches por la densa neblina que apabulla los ojos y quema heladamente el rostro.
En el camino de Saltillo a Ramos, como coloquialmente le llaman a esta ciudad industrial, los árboles parecen estar glaseados por el hielo porque no están cargados de nieve, como en las últimas dos veces; sino están espolvoreados de ese frío que ha catapultado a este municipio metropolitano como el tercero más helado del país.
En los últimos reportes de la Conagua resaltó Ramos Arizpe por haber alcanzado siete grados bajo cero. A esta hora del día (12:00 del mediodía) el termómetro marca apenas cuatro grados y parecieran ser suficientes para que comenzara a resquebrajarse el hielo de las ramas y de los postes de luz.
— “Allá en Las Teresitas (al sur de Saltillo) está el sol muy fuerte, el abrigo no se aguanta, yo me lo tuve que quitar”—, dice el chofer que nos conduce rumbo a la carretera Saltillo-Monterrey.
Incrédulamente volteo a verlo y dudo sobre lo que está diciendo.
— “Yo vengo de allá y sí está haciendo calor, el frío está aquí”, —reitera.
Después de pasar por varias colonias llegamos hasta Cañadas del Mirador, un lugar identificado justamente por estar en una zona altibaja que la convierte en una de las más golpeadas por este inclemente frente frío 23.
Caminamos algunas calles altas desde donde se distingtuen paredes grises y algunos techos de lámina. A lo lejos se alcanza a ver un poco de humo que luego nos dirige hacia él: tres jóvenes rodean una “lumbrita” que improvisan para calentar algunas tortillas en un comal.
En esa casa con cuartos de madera vive Alejandro, un exdrogadicto de 23 años que es embajador de Cristo Vive en Colinas del Mirador segundo sector. Dice que las drogas casi lo dejan ciego, pero que Dios hizo su obra con él y lo sacó del vicio.
Alejandro duerme con cuatro cobijas en su cama, pero que le son insuficientes para desentumirle los pies.
Unas cuadras más adelante, en un tejabancito de paredes de triplay vive Guillermo Prieto, un veracruzano que tiene por homónimo al “Poeta de la patria” que influyó en la vida cultural y política del país en el siglo 19.
Guillermo también es de apellido Pavón. Hace 3 meses llegó a Ramos Arizpe con la promesa de trabajar por contrato en una fábrica de madera, pero abandonó el empleo donde le pagaban mil 200 pesos porque no soportó los dolores que le dan cada vez que hace esfuerzo físico.
— “Tengo madreada la cadera por un accidente y no he podido conseguir trabajo en fábrica, por lo mismo, no me aceptan así”, dice.
Mientras recuerda que hace siete años volcó en un carro y se fracturó la cadera ligeramente se abraza para cubrirse el pecho, pues sólo lleva puesta una playera azul, una faja negra con velcro sin pegamento y una chamarra gris tipo rompeviento.
— “Me habían platicado cómo eran los fríos de aquí, pero no lo creía hasta que llegué a Ramos. ¡Nunca me había aguantado tanto el dolor de la cadera!, siento como si tuviera clavos”, agrega.
En el tejabancito vive junto a su pareja, una joven que también es originaria de Veracruz. El lugar que tiene por techo una lámina cubierta por una lona se lo prestó su patrón. Adentro no tiene luz, solo una mesa de madera vieja, un sillón de vinipiel descarapelado, una parrilla de dos quemadores y a unos pasos está la cama con las cobijas revueltas.
— “Me da vergüenza que pasen porque no hemos lavado los platos, pero es que la manguera tiene el agua congelada”, —suelta mientras se disculpa.
CON UNA LUMBRITA NOS DAMOS CALOR
Al caminar por las zonas marginadas de Ramos Arizpe y mientras el hielo comienza a deshacerse a pedazos desde las alturas. En un tejabán de Cañadas del Mirador noveno sector, a un costado de un lote baldío, se escucha una canción de Julión Álvarez.
En la entrada está Leticia junto a su esposo y sus hijos Keily, de tres años e Iker, de uno y medio. Ellos también prendieron una fogata para calentarse las manos porque no hay más forma de quitarse el frío.
En estos días no tuvo más remedio que cocinar caldo de pollo; dice que el secreto para que rinda está en ponerle más verdurita porque en este tiempo todo está muy caro y no alcanza para mucho.
Para no sentir ese frío como navajas en los huesos, Leticia abrigó con muchas capas de ropa al pequeño Iker, quien apenas se puede mover.
— “No habíamos salido del cuarto, apenas hasta hoy porque ya se siente más calientito. Prendimos una lumbrita para calentarnos.
En cada cama no hay más de tres cobijas, así que para dormir tuvieron que hacerse montoncito y darse calor.
— “Sí han venido a traer cobijas, pero nunca alcanzo. En lo que corro para ver quién me cuida a los niños chiquitos siempre se acaban las cobijas que vienen a dar los del Gobierno”, —dice mientras reniega.
En el patio tiene oreando la ropa que se le humedeció por la helada que cayó el miércoles. Ahí mismo están cacaraqueando dos gallinas de las que cuidan celosamente.
— “¡Mire, aquí tenemos los huevos, ya puso como 12 pero los estamos cuidando del frío!”, agrega.
Leticia tiene las mejillas partidas por el sol y sus manos se ven resecas por el frío. Ella dice que por ahora no trabaja para estar al cuidado de sus hijos más pequeños, pero es su esposo quien sale todos los días a recolectar cartón por las calles para luego venderlo en las recicladoras.
— “Cuando hace mucho frío lo único que nos queda es hacer lumbre, es lo único que nos lo quita”, finaliza sobándose las manos.