U2 perdió parte de su identidad irlandesa cuando se dejó llevar por el rock americano, el folk y blues; si buscaban sobrevivir era necesario tomar distancia y observar el mundo. Fue en ese entonces cuando el vocalistaPaul David Hewson, mejor conocido como «Bono» anunció un concierto en su natal Dublín, donde también grabó unas maquetas de «Who’s Gonna Ride Your Wild Horses», «Until the End of the World», «Even Better Than Real Thing» y «Misterious Ways».
Madrid, 18 de noviembre (EuropaPress).- La década de los ochenta terminó con los miembros de U2 convertidos en los nuevos mesías del rock y perdidos en el epicentro de su propio desastre. Su obsesión con América en general y Estados Unidos en particular les había lanzado hasta el olimpo con «The Joshua Tree» (1987) pero flaqueó con su continuación en Rattle and Hum (1988), una película acompañada por un doble álbum en un proyecto tan ambicioso como megalómano y autocomplaciente.
Tras haber perdido por el camino parte de su identidad irlandesa al arrojarse a los brazos del rock americano, el folk y el blues, corrían el peligro de encallar y convertirse en estatuas de sal en tierra ajena sin haber cumplido los treinta. Si querían sobrevivir tenían que parar, tomar distancia, observar el mundo a su alrededor y adentrarse por misteriosos y oscuros caminos en busca de la luz que pudiera alumbrar el suelo bajo sus pies. Y comenzaron a intentarlo a ciegas.
El primer paso en la penumbra lo dio el vocalista Bono el 30 de diciembre de 1989, cuando proclamó en un concierto en su Dublín natal que estaban ante el «fin de algo» para U2 y que necesitaban «soñarlo todo de nuevo». Sin saber muy bien si estaban despiertos o padeciendo transitoriamente la parálisis del sueño, a mitad de 1990 volvieron a a reunirse en los STS Studios de la capital irlandesa para unas sesiones de las que salieron maquetas de «Who’s Gonna Ride Your Wild Horses», «Until the End of the World», «Even Better Than the Real Thing» y «Misterious Ways». Temas que todavía tendrían mucho que transitar hacia sus enigmáticas nuevas formas.
Fue en esa época cuando U2 publicaron una versión del «Night and Day de Cole Porter» que miraba abiertamente a la música dance electrónica. Al mismo tiempo, Bono y «The Edge» aceptaron poner banda sonora a una adaptación teatral de La Naranja Mecánica que abrió nuevas vetas. «Escuché un montón de música industrial. Cuando los de la Royal Shakespeare Company descartaban algo, lo guardábamos para nosotros», rememora el guitarrista en el libro «U2 by U2», en el que la banda relata su historia a través de sus recuerdos en primera persona.
Al mismo tiempo, la ciudad de Manchester se convertía en Madchester gracias a bandas como Stone Roses y Happy Mondays, que cosecharon gran éxito, principalmente en las Islas Británicas, fusionando rock psicodélico con música dance. Esta floreciente escena llamó la atención de «The Edge», que comenzó a interesarse por las cajas de ritmos mientras trabajaba obsesivamente para escapar del dolor de su vida personal, pues por aquel entonces estaba en pleno proceso de divorcio de su matrimonio con su novia desde los tiempos del instituto.
«La separación de Edge y Aislinn causó estragos en nuestra pequeña comunidad», confiesa Bono en el libro «U2 by U2», en el que el guitarrista lanza otra clave para entender lo que vino después: «Lo que me estaba pasando se grabó en la cabeza de Bono como por ósmosis. Era inevitable que el amor y el desamor, eternos temas principales, se convirtieran en la parte más importante de ‘Achtung Baby'».
Con este panorama, el grupo trabajó con un equipo reducido liderado por Daniel Lanois y Brian Eno (y ocasionalmente Steve Lillywhite) como productores y Flood como ingeniero y mezclador. «Mi papel era llegar y borrar todo lo que sonara demasiado a U2», reveló Eno al Chicago Sun años después de aquellas sesiones que, tras el arranque en Dublín, se trasladaron en otoño al Berlín inmediatamente posterior a la caída del Muro. Se acababa la Guerra Fría, emergía una nueva Europa y la banda quería empaparse de todo eso.
También quería trabajar en los legendarios Hansa Studios, donde su adorado David Bowie firmó precisamente junto a Brian Eno su igualmente legendaria trilogía berlinesa con los discos «Low», «Heroes» y «Lodger» en el segundo lustro de los setenta. La intención de U2 era inspirarse de todo ese ambiente, pero empezaron mal cuando se unieron por error a una manifestación comunista en contra de la reunificación. Una anécdota en comparación con la atmósfera general de la ciudad, en la que todo resultó ser «depresivo, intenso, oscuro y triste», según el bajista Adam Clayton.
DOS BANDOS ENFRENTADOS
No deja de resultar paradójico que al tratar de inspirarse en una ciudad reunificada tras años de cisma forzoso, en U2 terminaran apareciendo las más profundas y peligrosas grietas de sus entonces quince años de historia. Como si el influjo del Muro caído se reflejara en ellos. Por un lado estaban «The Edge» y Bono con todas sus ansias de experimentación con nuevos ritmos y nuevas formas, mientras que por otro iban Adam Clayton (partidario de cierto continuismo) y el batería Larry Mullen (preocupado por que tanta caja de ritmo terminara empujándole hasta el polvoriento y reumático rincón de la irrelevancia).
«Edge estaba muy interesado en las cajas de ritmos, las remezclas y la música dance. Pretendía que tocáramos alrededor de esos ritmos y me parecía que no estábamos enfocando las cosas como en nuestros discos anteriores. Pensaba que aquello era el final. Habíamos pasado por muchas situaciones pero por primera vez las grietas estaban dentro del grupo», plantea al respecto Larry Mullen en una reflexión compartida por sus compañeros al echar la vista atrás.
El propio «The Edge» admite que «las canciones no sonaban bien al tocarlas a partir de las cajas de ritmos» y recuerda que Adam y Larry pensaba que las ideas «eran una mierda». Por su parte, Bono profundiza en el antagonismo: «Las grietas eran demasiado importantes, había que apuntalar de nuevo los muros y establecer una nueva base o la casa se caería. Nos enfrentamos a nuestros propias limitaciones como grupo a muchos niveles».
La ruptura definitiva se puso sobre la mesa, pero entonces «The Edge» probó a juntar al mismo tiempo dos progresiones de acordes pertenecientes a dos temas distintos. De ahí salió «One», uno de los grandes himnos de U2, bálsamo que propicio la reagrupación empujando con su potencial emocional y una letra clarificadora de Bono, quien recalca que «no habla de la unidad, sino de la diferencia». «He conocido a mucha gente que la ha puesto en su boda y yo les digo ¡pero si trata de separarse!», afirma.
ENCUENTRAN EL CAMINO EN DUBLÍN
Para febrero de 1991, las sesiones se trasladaron a una casa alquilada en la costa dublinesa. Ahí trataron de exprimir una canción en la que creían, «Lady with the Spinning Head» (que terminaría relegada a cara-b), de la que terminarían surgiendo tres pilares de «Achtung Baby»: la psicótica «The Fly», la grandilocuente «Ultraviolet (Light My Way)» y la industrial ‘Zoo Station’. «Siempre había algo diferente que escuchar, siempre estaba ocurriendo algo excitante», afirma el ingeniero Robbie Adams en su libro «Sound on Sound» sobre aquel proceso.
«Queríamos que la reacción de la gente al poner el disco fuera de ‘esto está estropeado’ o ‘no es posible que sea el nuevo disco de U2, debe de haber algún error'», recapitula Adam Clayton, mientras que Bono recuerda la génesis de su alter ego «The Fly», que desarrollaría durante la posterior gira ZOO TV y que ha quedado para la posteridad como un icono del rock: «Un asistente de vestuario me encontró unas gafas de sol supermosca de los setenta y me convertí en ese borracho psicótico sabelotodo que podía decir cualquier cosa que Bono no podía».
La vereda a estas alturas estaba ya perfectamente iluminada y salían canciones como «Even Better than the Real Thing» -«lo más cercano a los Rolling Stones que hemos podido llegar a hacer», según «The Edge»-, la conversación entre Jesús y Judas de «Until the End of the World», el contoneo sexy de «Misterious Ways» o la adorable «Trying to Throw Your Arms Around the World», que trata, según Bono, sobre los excesos bebedores nocturnos en general y «sobre la ambición de llegar a casa sano y salvo» en particular.
Y prosigue el cantante: «‘Ultraviolet’ es angustia con un contenido oscuro de celos e infidelidad. ‘So Cruel’ es básicamente mi canción, una pieza acústica que alcanzó su forma final por la labor de ‘Flood’. ‘Who’s Gonna Ride Your Wild Horses’ tenía una base house. ‘Acrobat’ es una de mis favoritas de U2, aunque no resultó tan redonda como me esperaba. Y ‘Love is Blindness’ tiene una referencia a la muerte súbita que puede tomarse como el desamayo durante el orgasmo pero también como una metáfora del terrorismo».
Durante este tiempo de promiscuidad creativa, el grupo incluso se dejó olvidada en una habitación de hotel una cantidad ingente de cintas que, por supuesto, vieron la luz como bootleg pirata y ahora son adoradas por los fans. Una nueva grieta que también se solventó y que también aportó su parte al resultado final, mezclado en julio de 1991 en los Windmill Lane Studios de Dublín con Brian Eno, Flood, Daniel Lanois y Steve Lillywhite. Se siguieron aceptando cambios hasta el 21 de septiembre, fecha marcada como límite para cualquier cosa, para todo.
«Según metí una última parte de guitarra en One, tome todas las cintas en distintos formatos y me metí en un taxi al aeropuerto para masterizar en Los Angeles», recuerda «The Edge», a quien Bono apostilla: «Todos miramos por la ventana y le aplaudimos mientras se iba». Y de nuevo el guitarrista sentencia: «Pasé cuatro o cinco días en la sala de masterización intentando comprender todo eso y esperando no haber jodido el álbum».
LANZAMIENTO Y ÉXITO
«Era una auténtica ruptura con todo lo que habíamos hecho. Su éxito no fue absolutamente predestinado. Hablamos mucho y decíamos que si era el último que grabábamos era una fabulosa manera de retirarse», admite Larry Mullen en el libro «U2 by U2», donde Adam Clayton habla en términos idénticos: «Fue un disco muy difícil de hacer. Si no lo hubiéramos logrado, no habríamos encontrado un motivo para continuar».
Pero lo terminaron y consiguieron, de primeras, el gran objetivo de descolocar al personal. El primer single, «The Fly», se lanzó el 21 de octubre de 1991 y resultaba inconcebible que ese tipo embutido en vinilo negro y gafas gigantes supermosca fuera el mismo Bono de los ochenta. Anunciaba la reinvención, agarraba firme el volante para abandonar la autopista y comenzar el periplo por sendas sin señalizar. «Esa guitarra es literalmente como una mosca colándose en tu cabeza», resume el cantante sobre el tema, número 1 en Reino Unido y número 61 en Estados Unidos.
«Achtung Baby» llegó oficialmente el 18 de noviembre de 1991 y en la actualidad, justo 28 años después, acumula más de 18 millones de copias vendidas. Se le considera uno de los discos esenciales de los noventa y singles como «Misterious Ways», «One» y «Even Better Than the real Thing» tienen hace mucho estatus de clásicos, por lo que no faltan en los conciertos de la banda irlandesa. Tampoco suelen faltar otros temas del álbum como «Until the End of the World», mientras que otros como «Zoo Station» y «Ultraviolet» aparecen recurrentemente.
Como ocurrió en el propio seno del grupo, los fans también se alinearon en dos facciones enfrentadas: los clásicos inmovilistas y los aperturistas. La reconciliación vendría motivada, principalmente, por el paso de los años y la vocación perdurable de unas canciones que estaban predestinadas a seguir creciendo hasta que a todos nos pareciera que siempre habían estado aquí.
Y, en efecto, continuaron agigantándose durante la presentación de «Achtung Baby» en directo durante el majestuoso Zoo TV Tour, considerado como la cima de U2 en directo y una de las más importantes y ambiciosas giras de la historia del rock a nivel técnico e interpretativo. Por eso ahora, echando la vista atrás, suenan absolutamente clásicas y pertenecientes a la época más inspirada del grupo irlandés. A los años de temeraria osadía, de enloquecida audacia.
Pero esa es otra historia para otro rato, por lo que acabemos con otras palabras de «The Edge» en «U2 by U2»: «Si pongo Achtung Baby ahora y le digo a alguien que en este disco descubrimos nuestro sentido del humor pensará que estábamos chalados, porque es un álbum bastante duro y torturado. Pero en medio de esa intensidad existe un pequeño elemento de humor, de claridad y calidad, donde no necesariamente cada elemento suena como si tu vida dependiera de ello como suenan ‘The Joshua Tree’ y ‘The Unforgettable Fire'».