En octubre, los miembros de la Academia Sueca votan y el candidato que recibe más de la mitad de los votos totales es designado como el nuevo Nobel de Literatura. Así ha pasado con algunos muy favoritos y con otros que no tienen nuestra simpatía. Aquí, libros que han pasado el límite del tiempo, para nuestro gozo.
Ciudad de México, 18 de noviembre (SinEmbargo/Culturamas).-
La montaña mágica. Thomas Mann. Premio Nobel de 1929
Considerada el gran clásico de la literatura alemana del siglo XX, el autor la concibió en el sanatorio de Davos, en los Alpes suizos, donde se encontraba internada su esposa. A partir de ahí, crea una obra monumental que reflexiona sobre los temas que siempre han inquietado al ser humano (la muerte, la estética, el seco, la política) y que Mann consideró una “novela del tiempo”.
El ruido y la furia. William Faulkner. Premio Nobel de 1949
El autor estadounidense volcó en esta novela gran parte de los ingredientes que caracterizar toda su obra. Mientras dibuja el legendario condado de Yoknapatawpha, escenario de la mayor parte de su creación, se sirve de los diferentes puntos de vista de los miembros de una familia del sur de los Estados Unidos para trazar un relato de un lirismo sobrecogedor. Influido por James Joyce, utilizó con acierto la “corriente de conciencia”. Su estilo sería imitado posteriormente con amplitud, especialmente entre los autores del ‘boom’.
El viejo y el mar. Ernest Hemingway. Premio Nobel de 1954
Para muchos este es el mejor libro de uno de los autores más populares del siglo XX. El autor la escribió en Cuba en la década de 1950 y narra la historia de un veterano pescador que se embarca en una lucha de superación personal llena de la libertad romántica y vitalista que siempre fascinó a Hemingway. El pescador, que se siente relegado en su entorno, lucha por lograr una pesca que le devuelva su prestigio, y consigue atrapar un pez gigante que le permite desquitarse, pese al a azarosa historia que vivirá junto a su joven acompañante.
Platero y yo. Juan Ramón Jiménez. Premio Nobel de 1956
El poeta onubense creó un mundo propio, a medio camino entre la esfera adulta y la infantil, para recrear las peripecias del burro Platero, uno de los animales de referencia en la historia de la literatura española. Publicada en 1917, esta narración lírica fue la obra clave en la trayectoria de Jiménez, que murió en Puerto Rico en 1958, dos años después de recibir el Nobel.
El extranjero. Albert Camus. Premio Nobel de 1957
Francia, con 16 premios, es la nación que más veces ha visto recaer el Nobel en uno de sus escritores. El absurdo le sirve al escritor francoargelino para denunciar el nihilismo y la angustia a la que la sociedad conduce a un individuo privándole de su sentimiento de identidad y de pertenencia a ella. Un libro que se contrapone a las visiones optimistas sobre Europa al término de la Segunda Guerra Mundial.
La náusea. Jean Paul Sartre. Premio Nobel de 1964
Amigo de Camus, con quien mantuvo serias discrepancias ideológicas que llevaron a una ruptura de su amistad, Jean Paul Sartre fue la referencia más importante del existencialismo. En La náusea, narra la historia de Antoine Roquentin, un escritor cada vez más desilusionado de la realidad en la que vive. La novela se acerca a las mismas conclusiones que El extranjero: el vacío de una sociedad que atormenta a sus individuos.
Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Pablo Neruda. Premio Nobel de 1971
Figura clave en la lírica en castellano del siglo XX, el chileno Pablo Neruda recibió el Nobel en 1971 por una trayectoria que empezó a cimentarse en 1924, cuando con tan solo 20 años publicó ´Veinte poemas de amor y una canción desesperada´. El amor, la ternura, la distancia y el paso del tiempo son los temas de una colección lírica que sigue conservando toda su capacidad para emocionar casi un siglo después.
Cien años de soledad. Gabriel García Márquez. Premio Nobel de 1982
Obra cumbre del escritor y periodista colombiano, que situó en un lugar imaginario, Macondo, el escenario de la historia de una saga familiar, los Buendía, repleta de emociones como el amor, el deseo y el miedo. El denominado como ´realismo mágico´ consolidó el ´boom´ de la literatura latinoamericana en la década de los 70. García Márquez se aupó gracias al galardón a la élite más influyente de las letras mundiales, en especial por su ascendencia sobre las sensibilidades políticas orientadas a la izquierda.
Ensayo sobre la ceguera. José Saramago. Premio Nobel de 1998
El escritor portugués ilustró la “podredumbre” de las sociedades actuales a través de una ciudad en la que todos sus habitantes se van quedando ciegos de manera progresiva, dando paso así a desatar los más bajos instintos de todos ellos en una lucha por la supervivencia sin escrúpulos. Saramago ya vivía en Lanzarote cuando publicó esta novela, que culminaba una trayectoria muy respetada por su compromiso con las libertades y la democracia.
La ciudad y los perros. Mario Vargas Llosa. Premio Nobel de 2010
La primera novela del autor hispanoperuano se considera como uno de los más destacados ejemplos de la prosa que sirvió al escritor para denunciar las presiones a las que la sociedad conduce al individuo. Vargas Llosa, comprometido con la libertad aunque criticado por otros sectores por sus visiones conservadoras de la realidad, narra el trato degradante al que son sometidos los cadetes de ejército durante su instrucción cuartelaria.
ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE Culturamas. Ver ORIGINAL aquí. Prohibida su reproducción.