Los habitantes de la comunidad ubicada en Mazatlán, Sinaloa, llevan tres semanas entre agua sucia y lodo, con el riesgo de infecciones en niñas, niños y adultos mayores.
Por Ana Miriam Valdez
Culiacán, 18 de septiembre (Noroeste).- A tres semanas del paso del huracán «Nora», la comunidad El Pozole, sindicatura Villa Unión, Mazatlán, vive sumergida entre el agua.
Al pasar en vehículo, se observó una zona enmontada con un caserío sobre la orilla de la carretera. Ya en la comunidad se pudo encontrar lagunas que limitan el libre tránsito, y al hablar con los habitantes, ellos reclamaron la presencia de autoridades para que les lleven apoyos.
Incluso, aseguraron que algunas ladrilleras de la zona se “ahogaron” con la cantidad del agua que cayó por el colapso de canal de Conagua que alimenta a la planta potabilizadora Los Horcones.
Sus habitantes llevan más de 20 días sin trabajo, pues al dañarse las ladrilleras no tienen otra forma de obtener ingresos para llevar la comida a la mesa.
“Ya habíamos tenido eventos así, antes de la presa se salía el río y nos inundaba, pero no a tal grado, trabajaban unos y se recuperaban otros”, dice Juan Francisco Cárdenas.
En total, son de 300 a 400 personas de esta comunidad las afectadas, y que no han podido trabajar por la destrucción de más de 60 ladrilleras.
A otros, el agua les arrebató sus casas y se quedaron sin nada, por lo que viven, en el mejor de los casos, de prestado.
«Tenemos que pedir prestado para poder comer, yo ahorita debo como cinco mil pesos ya, y no sé cómo los voy a pagar, me voy a tener que esconder unos días. En mi casa somos seis, y todos trabajamos en lo mismo, todos andamos en las mismas condiciones, todos somos ladrilleros”, dijo otro habitante de la comunidad.
En uno de los pocos espacios donde la tierra no fue invadida por el agua, hay hombres que fabrican ladrillos, mientras que otros se meten al agua sucia a nadar, para rescatar artículos que los ayuden a continuar con su labor.
“¡Kikoo, Kikoo… ahh! cómo hiede el agua Kiko!”, gritó uno de los ladrilleros desde adentro del agua a otro trabajador.
“Nos hace falta apoyo, oiga, vea nada más, tome foto de todo, mire la camioneta cómo quedó, mire las sanguijuelas que traemos colgando”, grita otro ladrillero, de nombre Ricardo, mientras uno de sus compañeros le responde: “Haz de querer que te mantenga el Gobierno, güey”.
Meterse al agua sucia y enfermarse del estómago o la piel no les da miedo, pues la devastación que les dejó “Nora” es lo peor que les ha pasado.
“Cada tercer día nos metemos”, dicen.
– ¿Y no le da miedo que le dé alguna infección o algo así?
“Pues sí, ¿pero qué vamos a hacer?, con todo el temor de uno, porque, ¿qué tal si se soltó algún animalito de allá arriba, como un caimán o algo?”, responde José Luis González, mientras saca un hule del agua para tapar los ladrillos buenos.
Con sarcasmo recordaron las 200 despensas que recibieron del Gobierno municipal días atrás, y el arreglo de dos postes de luz.
“Nombre, la despensa esa era apenas para dos días, pero para una pareja, uno que tiene hijos no le alcanza, somos 10 en la casa y todos somos ladrilleros. Entonces, imagine, 10 en la casa para una despensa de un cuarto de frijol, un cuarto de azúcar, dos atunes, ¡nombre!”, reprochó.
Los afectados de estas comunidades se manifestaron en La Cofradía durante una visita del Gobernador Quirino Ordaz Coppel, hace dos semanas, y la semana pasada en la Presa Picachos, a la espera de que los atendiera el Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Sin embargo, no les ha llegado una ayuda más eficaz.
“Tenemos una bomba que nos prestó la Conagua, pero a veces no la podemos usar porque no tenemos para comprar el diésel, lo que ocupamos es diésel, la bomba la conseguimos como sea, ya vamos para tres semanas que tenemos pérdidas como 60, 65 hectáreas”.
– ¿Y alguien no les ha tendido la mano?
– Hasta ahorita, nadie, nada más esas despensas, 200 despensas y dos lámparas.