La ficción producida por la multipremiada Phoebe Waller-Bridge y que llegaba a la plataforma como «la nueva Fleabag» ha sido cancelada tras su primera temporada.
Por Paula Hergar
Madrid, 18 de julio (ElDiario.es).– El pasado 12 de abril, HBO estrenaba una de sus grandes apuestas de la temporada: Run. La serie creada por Vicky Jones llegaba con el incentivo de tener como productora a la mente revelación del año capaz de ganar un trío de Emmys en una noche, Phoebe Waller-Bridge. Además, para los enamorados de la británica (que somos unos cuantos) la nueva ficción nos permitía volver a verla interpretando (a un personaje secundario, sí, pero volvíamos a verla). Por todo ello, Run se presentaba como «la nueva Fleabag«, que no es poco.
Pero no conforme con todo ese curriculum, la serie contaba con Merritt Wever y Domhnall Gleeson como protagonistas. A la primera la habíamos visto en exquisiteces de la talla de Creedme, Historia de un matrimonio, Godless y Nurse Jackie (dúo por el que ganó dos Emmy). Mientras que el segundo había aparecido en apuestas tan acertadas como Black Mirror o Ex Machina. El fichaje de ambos casi garantizaba el sentarte a ver un proyecto de calidad.
¿Qué podía salir mal? Tres meses después y tras solo 7 capítulos emitidos, HBO ha anunciado que cancela la serie. «Después de explorar varias vías para continuar el viaje de Ruby y Billy, hemos tomado la decisión de no seguir adelante con una segunda temporada de Run» zanja el comunicado de la plataforma. Sin embargo, la decisión no ha cogido por sorpresa a los seguidores de la ficción que, aún teniendo las credenciales citadas, podían notar cómo hacía aguas por varios motivos:
UNA IDEA ORIGINAL QUE SE PIERDE EN EL CAMINO
«La serie de amor de HBO más vista en EU» rezaban algunos artículos durante la semana en la que la plataforma lanzó su primer capítulo. La ficción encabezó el codiciado ranking de comedias románticas enganchando a los suscriptores con un piloto que presentaba a dos ex, Ruby y Billy, que mientras fueron pareja en la universidad pactaron que, pasara el tiempo que pasara, cuando ambos se enviaran la palabra «Run» dejarían sus vidas para reencontrarse en un tren.
Una premisa muy original con ingredientes tan suculentos como el de saber cómo sería tu vida con esa historia que nunca acabó de cerrarse, qué ocurriría si antepusiéramos el amor al trabajo, cuánto disfrutaríamos de una aventura en tren y hasta presentan el tabú de que una madre olvide a sus hijos para centrarse en ella misma.
Todo ello envuelto en un género de comedia romántica que a los pocos capítulos descarrilla: cuando te habías empezado a enamorar de esa idea amorosa, empieza una trama de thriller con tintes cómicos que obligan a bajarse del tren a los protagonistas y casi a los espectadores. Lo que parecía que iba a ser una reflexión sobre lo que pudo haber sido y no fue, o una historia que apoyaba a las segundas oportunidades y al romper con los convencionalismos, empieza a ocuparse de esconder un cadáver, con investigación de por medio y hasta nuevos personajes que no aportan a la trama principal.
Sí, en Big Little Lies funciona esa mezcla de géneros, pero las de Monterrey tenían 50 minutos para incluir nuevas historias. En los 25 minutos semanales de Run se podían permitir el profundizar únicamente en ellos mismos, en hablar de todo y de nada que es lo que son las relaciones. Así lo hacía Fleabag y siempre quisimos saber más, al contrario que en Run, en la que poco a poco quisimos ir sabiendo menos.
DOS BUENOS ACTORES SIN QUÍMICA ENTRE ELLOS
Como decíamos, con el paso de los capítulos el interés por la historia de Ruby y Billy disminuye y no sólo por la suma de géneros y tramas innecesarias, sino por los propios Ruby y Billy.
Merritt Wever y Domhnall Gleeson, los actores que les encarnan, ofrecen una buena interpretación cada uno de su personaje: una madre de familia insatisfecha por no haberse convertido en la gran arquitecta que siempre soñó y un hombre que se dedica a dar charlas sobre cómo encontrar la felicidad mientras siente que es un farsante.
Con tales perfiles, entendemos que ambos se digan «corre» y lo dejen todo pero la frustración llega cuando se encuentran y la chispa entre ellos es inexistente. No por exigencias de guión, porque otra opción narrativa habría sido que se vieran y ya no sintieran nada. Sino que mientras el guion pide que se deseen carnalmente, que hasta tengan miedo de gastarse o de perder la cabeza por el sexo, los actores son incapaces de transmitirlo al espectador.
Una ex pareja, que siempre se ha tenido presente y que después de años se reencuentra por iniciativa de ambos, debería desprender una pasión que recordara lo que eran los amores de universidad. Esos en los que se mezcla la química y la admiración por primera vez. Esos capaces de trasladarte a ese momento y aún ponerte los pelos de punta. Nada más lejos de lo que ocurre entre Wever y Gleeson.
PHOEBE WALLER-BRIDGE, UN RECLAMO FRUSTRADO
Uno de los reclamos de Run es que era «la nueva serie de Phoebe Waller-Bridge» que tras Crashing y Fleabag arrastraba una legión de fans deseosos de consumir su nueva producción. Pero al probar el primer bocado y ver que ella no aparecía, ni en el segundo, ni tercero… y descubrirla casi al final a través de un personaje secundario casi sin interés, es frustrante.
Laurel, su personaje, mantiene la particular esencia que da Phoebe a todo lo que toca, tanto por su talento interpretativo como por su singular físico, pero su paso por Run deja un sabor a «tenía que fichar» que redondea la sensación de una serie hecha para cumplir el expediente.
LOS CABOS SUELTOS QUE DEJA RUN
En esa línea de «frustración», la serie acaba con un último capítulo insuficiente (pensado para tener una segunda temporada) dejando unos cabos sueltos que – tras la cancelación- solo la imaginación del espectador podrá rellenar:
– Lo primero es el futuro de los protagonistas que, aunque ella decide volver con su familia, ambos se miran dando a entender que aún quedan trenes a los que subir.
– El verdadero objetivo de Billy: ella vuelve a su vida anterior al descubrir que él le ha traicionado porque intentaba lucrarse de esa historia para escribir un libro. Pero él lo niega hasta el final y deja siempre en el aire sus intenciones reales.
-La muerte de Fiona: lo que parecía haber sido un accidente tampoco queda claro y la investigación que podría haber concluido con la culpabilidad de él ya nunca tendrá resolución.
-¿Tienen futuro Laurel y Babe? En los últimos capítulos vemos cómo el extraño personaje interpretado por Phoebe se encuentra a su alma gemela cuando es interrogada por una policía. Una relación que empieza a despertar tanto interés como risa pero que se añade a la lista de tramas en el aire.
En conclusión: Run partía con una premisa que la podría haber convertido en una de las series más originales del año pero su tren nos ha dejado a mitad de camino en casi todos los sentidos.