Gustavo De la Rosa
18/07/2017 - 12:00 am
Nunca lo pensé
Pero entiendan que, al igual que los ancianos del pasado, nosotros tenemos buenas razones para sorprendernos de lo que pasa actualmente; he escuchado a sicólogos decir que la madurez orgánica cerebral se alcanza entre los 10 y 11 años, así que el primer México que conocimos fue el de la década de los 50 y comienzo de los 60.
Tal vez esta sea la frase más común de nosotros los viejos cuando nos sorprenden los nuevos tiempos.
Ustedes, los menores de 55 años, serán los responsables de lo que le pase al país en la próxima década porque los mayores de 65 ya más bien iremos de asombro en asombro, repitiendo incesantemente la frase que titula este artículo.
Pero entiendan que, al igual que los ancianos del pasado, nosotros tenemos buenas razones para sorprendernos de lo que pasa actualmente; he escuchado a sicólogos decir que la madurez orgánica cerebral se alcanza entre los 10 y 11 años, así que el primer México que conocimos fue el de la década de los 50 y comienzo de los 60.
La dinámica de aquellos años era tratar de construir un mundo nuevo, y muchos nos embarcamos a navegar en busca de ese mundo que adivinábamos más pacífico, justo, equitativo, honorable y democrático. Las barbaridades de la Segunda Guerra Mundial aún eran tema cotidiano, y la primera de las grandes guerras era recuerdo obligado.
El mundo estaba dividido entre norteamericanos y soviéticos, y ambas naciones podían desatar una guerra nuclear que terminaría con buena parte de la vida terrestre: Estábamos convencidos de que ambos países y sus respectivos sistemas eran irreconciliables.
Nunca se pensó que un candidato a la presidencia norteamericana se apoyaría en la información y la experiencia propagandística rusa para arrebatarles la Presidencia a los demócratas.
Aunque muchas novelas de suspenso político jugaban con la idea de que ambos países influyeran mediante el espionaje y la infiltración secreta en sus elecciones, jamás alguien en su sano juicio supuso que un candidato republicano, olvidando la historia de las dos naciones, procurara con gusto la asesoría del gran imperio siberiano; es como si Isis asesorara a un descendiente de la familia Bush por la Gubernatura de Texas.
Es igual de inverosímil que el PRI esté por modificar sus estatutos para permitir que un ciudadano ajeno al partido sea su abanderado a la Presidencia de la República, y que esto sea para preparar una alianza con el PAN y el PRD en las próximas elecciones nacionales. ¡Todavía hace seis años los tres partidos que ahora quieren reunirse, como en la fiesta de cumpleaños de Fernández de Cevallos, se juraban antagonismo insuperable!
El PRI era un partido monolítico fuerte que tal vez algún día hubiera podido ser derrotado y recordado en la posteridad como hoy recordamos a Porfirio Díaz, y para nosotros era imposible que el PRD hiciera una alianza estratégica con el tricolor, menos aún este menage a trois con el PAN, ¿cómo pensarlo si los tres partidos representaban todo el abanico de posibilidades y proyectos de nación para México?
Tampoco esperábamos que los jóvenes de 25 años, declarados millennials, diseñaran una ideología y filosofía existencial basada en el honesto expresar; hoy mismo escuché a un millennial decir que en las próximas empresas los obreros dejarán de ser empleados o subalternos para convertirse en colaboradores del patrón. No imagino qué tipo de colaboración equitativa habrá entre un gerente de planta que gana 100 mil pesos al mes y un operador que gana $3 mil 500. Nosotros jamás nos dejaríamos engañar por ese sofisma.
En los años de nuestra juventud hubo una película que nos impresionó mucho, “Cuando el destino nos alcance”; aunque hablaba de un futuro apocalíptico provocado por la irresponsabilidad ambiental del Gobierno de Estados Unidos, entre todas sus rudezas ofrecía a los ancianos desencantados una muerte honorable y digna, para convertirlos después en alimento para los jóvenes que estaban intentando sobrevivir en aquella tierra. Y ahora parece que la pandilla financiera de Donald Trump busca alcanzar ese mañana.
De verdad nunca lo pensé.
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