Yo estuve hace algunos años en la Casa Hogar dirigida por Rosa Verduzco en Zamora y, como a muchos, me sorprendió el despliegue tanto policíaco como mediático que se ha hecho para acusarla de crímenes exaltados. Nada de lo que describen y muestran las autoridades federales y locales que en espectáculo inusualmente grande (sólo montado antes para hablar de los narcos atrapados) corresponde con lo que yo vi y pude escuchar allá. Nada de lo que dicen de ella corresponde con la persona que yo conocí y de la que me han seguido hablando, durante años, egresados de la casa hogar que me he encontrado a lo largo del tiempo como músicos en orquestas de diferentes ciudades y hasta en bailes populares, como empleados de todos los servicios turísticos de Michoacán y hasta como investigadores universitarios en el Colegio de Zamora que fundara Luis González y González, admirador de ella, como me lo dijo más de una vez. Igual que Jean Marie Le Clezio o Jean Meyer o muchos otros.
Más de siete mil huérfanos han pasado por ahí con resultados evidentemente variables. Muchos, de verdad muchos, que encontraron gracias a la obstinación de Rosa Verduzco una educación que modificó radicalmente el rumbo de su vida de manera muy positiva. Yo vi lo que comían y nunca se trató de basura o alimentos descompuestos. Yo escuche dentro de las instalaciones el concierto de una orquesta de niños que eran sorprendentes. No sólo tocaban muy bien, algunos eran de verdad muy pequeños: violinistas de siete, ocho y nueve años. Un director de orquesta y compositor que tenía 14 años. Yo vi lo que hacían en los talleres de arte y en los talleres de lectura y escritura y era notable desde edades muy pequeñas. Yo y muchos otros donamos con frecuencia libros para niños y comprobamos después como los habían leído y releído y habían desarrollado historias a partir de ellos. ¿En qué mentalidad de los acusadores que montan el expediente combina el esfuerzo por darles una educación cultural muy superior a la de otras escuelas y al mismo tiempo alimentos descompuestos? ¿En qué mentalidad combina ese esfuerzo titánico por recomponer aunque sea dentro de lo posible lo terriblemente descompuesto de una sociedad que abandona a sus niños, y del cual muchos hemos sido testigos a lo largo de los años, con la acusación de haber montado una sistemática maquinaría de abuso infantil? Si hubo abusos precisos que se investiguen y se castiguen particularmente pero que no se piense que eso era el fin de lo construido por Rosa Verduzco a los largo de sesenta años de adoptar niños.
La desproporción descomunal del montaje fue hecha como si las autoridades esperaran una respuesta armada del interior. Es de verdad increíble. ¿Los recibieron la cocinera y el chofer, el jardinero y el maestro armados con las cucharas de palo de la cocina? Fue una operación hecha por supuesto más para los medios de comunicación y para la manipulación de la opinión pública, que para atender la realidad del caso. De la misma manera que la desproporción de las acusaciones. Si había denuncias específicas por qué no se investigaron normalmente y se dieron tanto citatorios como revisiones de las autoridades sanitarias. Si había abuso de menores porque no se investigaron y se atendió a los niños antes que nada. Ellos son o deberían ser lo primero. ¿Responsabilidad del DIF o de quién? Simplemente porque ni a las autoridades sanitarias, ni a las de cuidado de la infancia ni a la justicia le interesa resolver un problema específico. Le interesa aniquilar, antes de juicio y de investigación, una longeva institución que es de las pocas resistencias que tenía Michoacán ante la descomposición social que la pervade. ¿Quién o quiénes son los influyente que han movido a los poderosos para recetarnos públicamente este montaje? Seguramente habrá reporteros independientes que no se queden repitiendo la nota amarillista repartida por las inverosímiles autoridades e investiguen quiénes están detrás de esto. Y si las condiciones del albergue de verdad son deplorables ahora a qué se debe ese cambio. En esta operación se trata, por lo visto, no de proteger a los niños sino de destruir a Rosa Verduzco, acusada ante los medios antes de haber sido citada. Se trata de ensuciar su larga vida de atípica madre de siete mil niños. ¿Quiénes son sus enemigos tan radicales y tan bien protegidos?
¿Alguien investigará la credibilidad de los acusadores? Porque así como vi con asombro sincero lo que los niños creaban y comían, lo que leían y sabían, y así como escuché y conocí a oleadas de egresados agradecidos y formados por el Hogar de su Mamá Rosa, también supe de padres abusadores que habían abandonado a su bebés maltratados en la Casa Hogar y después, ya de nueve o diez años de edad, los reclamaban para ponerlos a trabajar en la calle. Supe de hijos de narcos menores que los habían abandonado muy chicos, dado en adopción y luego querían llevárselos de muchachos a trabajar a los campos y a otros “promisorios” menesteres del narco. Y de la misma manera en que, en otros estados, los albergues de mujeres golpeadas por sus maridos tuvieron que cerrar sus puertas cuando llegó el tiempo en que esos maridos eran policías o narcos o ambos y además eran protegidos por las autoridades estatales que retiraban sus apoyos económicos, el albergue de Mamá Rosa año con año ha visto crecer el embate de las partes más descompuestas de la sociedad michoacana. En eso hace pensar por lo pronto este despliegue mediático. Y por favor, no dejen de leer aquí el testimonio y opinión de Lydia Cacho: “La verdadera Mamá Rosa”.