La influencia del célebre autor argentino se mantiene vigente con un esplendor que año tras año refrenda su inconmensurable talento literario. Esta semana hubo mucho Borges en el ambiente, al conmemorarse las tres décadas de su ausencia física
Ciudad de México, 18 de junio (SinEmbargo).- Todos tenemos nuestro propio Jorge Luis Borges en el corazón y eso quedó demostrado esta semana, cuando el universo de la literatura conmemoró el 30 aniversario de su muerte.
El escritor argentino al que le hubiera gustado nacer en Suiza y que murió en Ginebra el 14 de junio de 1986 fue recordado por su modestia, su ceguera, sus ideas de derecha, sus simpáticas intervenciones públicas en las que aparecía distraído y alejado del mundo, pero sobre todo por el enorme talento literario que lo convirtió en uno de los escritores más influyentes del siglo XX.
Los últimos años compartidos con la que ahora es su ilustre y revulsiva viuda, María Kodama, fueron los de esperar un Premio Nobel que nunca llegó, en lo que el propio autor de El Aleph consideraba con ironía –el mayor de sus dones- “una tradición escandinava”.
Mucho Borges en los medios esta semana. Incluso un meme divertidísimo en la que aparecía Kodama advirtiendo, con su rostro singular y su mirada un tanto tenebrosa, “Cuidadito, ya los vi publicando pavadas”.
Mucho Borges y recordar que fueron el chileno Roberto Bolaño (1953-2003) y el británico Martin Amis, quienes nunca tuvieron empacho en llamarlo Dios, así como los aficionados de la música llaman Dios a Eric Clapton, los del futbol lo propio a Diego Maradona.
La propia María enarcó las cejas y sonrió con complicidad cuando le preguntaron en una de sus visitas a México qué pensaba al escuchar a tantos escritores decir que su marido era Dios, al tiempo que no dudó en compararlo con el mismísimo Leonardo Da Vinci.
“He sido tratada como la Bruja de Blancanieves por defender el legado de mi marido y ahora estoy mutando, estoy pasando a ser Mrs. Hyde en lugar de Mrs. Jekyll”, dijo también recientemente Kodama, la mujer a la que Borges le llevaba 38 años, que se convirtió en 1975 en la asistente personal del escritor y en 1986, a unos pocos meses antes de la muerte del autor de Ficciones, se coronó como su esposa oficial.
Lo cierto es que la presidente de la Fundación Jorge Luis Borges, desde la cual vigila todos los asuntos relacionados con el autor, no será nunca más que un episodio en la vida y obra del genio de la literatura, “un daño colateral” que no agrega ni quita nada a las letras magistrales del que es considerado uno de los mejores cuentistas de la historia.
LA OBRA DE BORGES
Nacido en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899, Jorge Luis Borges desarrolló una obra magistral que fue galardonada entre otros con el Premio Cervantes y el Formentor y que se desplegó en cuentos, poesías y ensayos:
CUENTO
Historia universal de la infamia (1935), Ficciones (1944), El Aleph (1949), El informe de Brodie (1970), El libro de arena (1975) y La memoria de Shakespeare (1983)
POESÍA
Fervor de Buenos Aires (1923), Luna de enfrente (1925), Cuaderno San Martín (1929), El hacedor (1960, poesía y prosa), El otro, el mismo (1964), Para las seis cuerdas, (1965), Elogio de la sombra (1969, poesía y prosa), El oro de los tigres (1972, poesía y prosa), La rosa profunda (1975), La moneda de hierro (1976), Historia de la noche (1977), La cifra (1981) y Los conjurados (1985)
ENSAYO
Inquisiciones (1925), El tamaño de mi esperanza (1926), El idioma de los argentinos (1928), Evaristo Carriego (1930), Discusión (1932), Historia de la eternidad (1936), Otras inquisiciones (1952), Siete noches (1980), Nueve ensayos dantescos (1982) y Atlas (1984, libro de viajes)
ENTRE LABERINTOS, ESPEJOS Y BIBLIOTECAS
Aprendió a leer en inglés antes que en español, construyó universos literarios únicos habitados por espejos, laberintos, bibliotecas y tiempos circulares, donde también abundan la manipulación de la memoria y la identidad. A la vez, apeló a las citas de libros reales e imaginarios, con un estilo deslumbrante por su precisión. «Si no repito a los otros, me repito a mí mismo. Quizá yo no sea otra cosa que una repetición», decía.
Tenía apenas nueve años cuando realizó su primera traducción del inglés al castellano: El príncipe feliz, de Oscar Wilde. En 1914 viajó con su familia a Europa y se instaló en Ginebra, donde cursó el bachillerato. En su posterior paso por España, entre 1919 y 1921, tomó contacto con el ultraísmo.
A su vuelta redescubrió su ciudad natal, que lo inspiró para su primer libro de poemas, Fervor de Buenos Aires y en la década del ’30 inició una larga y entrañable amistad con Adolfo Bioy Casares, con el que compartió numerosas aventuras literarias, como la compilación de antologías de la literatura fantástica y policial y la escritura de varias obras con los seudónimos de Honorio Bustos Domecq y Benito Suárez Lynch.
En México, tuvo lugar una mesa para homenajear su raíz bibliófila, en la que participaron Antonio del Toro, Verónica Munguía y Christopher Domínguez, quienes evocaron su condición de lector memorioso de autores y temas disímbolos; un poeta que se desenvuelve como pez en el agua en la narrativa y el ensayo; autor que tendía a la desnudez y a lo esencial y un maestro del texto breve quien logró en sus poemas las síntesis más extremas y depuradas.
Para el poeta y ensayista Antonio del Toro indicó, Borges fue “fundamentalmente” un poeta, en cuya obra se encuentran temas y recursos característicos.
“Borges logró en sus poemas las síntesis más extremas y depuradas. Siempre fue a contrapelo de las corrientes dominantes de la época e incluso al adherirse a ellas, en los años veinte, cuando lo que imperaba eran los sismos y las rupturas, realizó una serie de poemas breves e íntimos contra la prisa de la época y la superstición de lo nuevo”, dijo.
“Si bien se necesita cierta cultura para comprender al Borges poeta, no es un actor secreto ni esotérico, es un escritor que tiende a la desnudez y a lo esencial, aunque esto sea por cierto el resultado de una complejidad muy trabajada. Él no se pierde en detalles eruditos ni en crucigramas culturales”, agregó el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1996 por Balanza de sombras.
Para Verónica Murguía, Jorge Luis Borges fue orgullosamente un lector en cuya obra habla con más constancia de los autores que ha leído. “Más que laberintos, espejos, tigres y espadas, lo que más abundan en las historias de Borges son otros libros que dan pie a todas las narraciones, hasta las más increíbles”, afirmó la narradora e ilustradora mexicana.
Por su parte, Christopher Domínguez Michael dijo no tener la menor duda de que Jorge Luis Borges es uno de los grandes escritores del siglo XX en lengua española, esencialmente un poeta.
“Me disgusta escuchar que digan que fue un poeta menor; no lo creo, porque se atrevió a ser voluntariamente pobre, de rimar de manera primitiva. Borges es un caso único en la historia de la literatura, la fama le llegó tarde, lo cual fue bueno para él; es un escritor que sorprendentemente dejó de ser un escritor para escritores y se convirtió en alguien popular”, comentó el ensayista.
“Tuvo una vida plena en libros y sus libros están plenos de vida”, afirmó.
Borges fue bibliotecario en Buenos Aires de 1937 a 1945 y siempre imaginó que “el paraíso sería algún tipo de biblioteca”.
«Sartre dejó de escribir cuando se quedó ciego. Yo no entiendo eso. Al contrario, yo he pensado: ahora que estoy ciego, tengo que seguir trabajando, porque ¿qué justificación tiene mi vida si no trabajo? Qué otra cosa puedo hacer sino escribir? Y eso no lo hago por vanidad, sino porque tengo que poblar mi tiempo de algún modo», dijo a propósito de su ceguera.
«Siempre he sentido que mi destino era, ante todo, literario; es decir que me sucederían muchas cosas malas y algunas cosas buenas, pero siempre supe que todo eso, a la larga, se convertiría en palabras», también dijo.
Con información de dpa y la Secretaría de Cultura de México