Con la primera imagen de la adaptación americana a imagen real de Ghost in the shell salta la polémica: Scarlett Johansson interpreta a Motoko Kusanagi. Una vez más, la tendencia del whitewashing (actores de raza blanca interpretan a personajes de otras etnias) aparece en Hollywood y Canino se propone esclarecer un poco el asunto.
Por Adrián Álvarez
Ciudad de México, 18 de abril (SinEmbargo/ElDiario.es).– Cuando se supo que Johnny Storm iba a ser interpretado por Michael B. Jordan en la malograda 4 Fantásticos (2015), los fans más puristas pusieron el grito en el cielo. ¿Es que no había actores blancos para el personaje, ése que el mismísimo Chris Evans encarnó en el díptico de películas que dirigió Tim Story en 2005 y 2007?Ahora coge esa indignación de pacotilla e imagina un escenario mucho peor: que un personaje real o ficticio, que aprecias o te representa y cuyo rasgo distintivo es su ascendencia, sea interpretado por un actor de otro color por cerrilismo, mercadotecnia o ambas cosas. ¿Queda claro ahora por qué el whitewashing cada vez está peor visto? Y no será porque Hollywood no deje de hacerlo…
Es entendible por tanto que los nativos americanos, criminalmente infrarrepresentados en el cine, vean con malos ojos que Tiger Lilly sea interpretada por Rooney Mara en Pan (2015) o Tonto por Johnny Deep en El llanero solitario (2014); que una película tan anodina como Aloha (2015) ponga de acuerdo a chinos y hawaianos en su desprecio por el personaje deEmma Stone, supuesta descendiente de ambas ramas; que no sólo los historiadores pongan el grito en el cielo con los marmóreos, en el mal sentido, Dioses de Egipto (2015). Y suma y sigue.
LA PIEL CONTRA A HISTORIA
Pero lo de Johnny Storm, la Antorcha Humana de Los Cuatro Fantásticos, se trata de una conversación superficial, porque Johnny Storm en los cómics no cuenta con su color de piel como rasgo distintivo. Es guapo, bocazas y se prende fuego como un árbol de Navidad de plástico, pero que sea blanco o negro no le afecta en lo personal. Sólo es blanco y rubio porque Storm fue creado en los años sesenta de mano de dos autores blancos, Stan Lee y Jack Kirby, que tiraron de la opción por defecto.
De ahí que no nos debiera preocupar que Tulip, de la próxima serie televisiva sobre Predicador, sea interpretada por Ruth Negga. ¿Qué importa si el personaje está bien desarrollado, si es fiel en la medida de lo posible a su contrapartida aviñetada? O que no debiera chirriarnos tanto que Kingpin, en la malograda Daredevil de 2003, fuera interpretado por Michael Clarke Duncan. Es más, lo preocupante no es que Heimdall, que no es un dios nórdico sino un alienígena que se cree dicho papel en las películasMarvel, sea interpretado por Idris Elba, sino que Batman y Superman sean dos psicópatas con los que es difícil empatizar.
Pero, un momento: ¿si lo vital es que el personaje esté bien desarrollado en la pantalla, qué importancia tiene que un personaje blanco siga siendo interpretado por un actor blanco, o que un personaje de color sea debidamente decolorado según el estándar de Hollywood? Lo cierto es que toda. Porque detrás de toda esta perorata se esconde el verdadero centro de la cuestión: ¿por qué el cine generalista norteamericano se sigue empeñando en apartar las minorías raciales? Sabemos que Tilda Swinton es especialista en papeles extraños pero, ¿no había ningún asiático talludito para interpretar al Anciano en Doctor Extraño? O volviendo a Ghost in the shell, ¿es que no había ninguna actriz japonesa para protagonizar la película?
Detrás de la decisión de dar el papel de Johnny Storm a un actor negro se esconde la valentía de añadir diversidad a una audiencia mucho más diversa que su reparto. Detrás de la decisión de poner a Scarlett Johansson se esconde la cobardía de no fichar a una actriz japonesa, como Rinko Kikuchi, para protagonizar un blockbuster de más de cien millones de dólares. El problema es que para algunas personas es difícil comprender cómo funcionan las cuotas: que no se trata de quitarle trabajo a un blanco, sino de darle la oportunidad a una persona de distinta raza que no la tendría per sé, porque el 90% de ejecutivos de Hollywood son varones caucásicos y heterosexuales con anteojeras.
¿Es Hollywood tan racista como parece? La respuesta es sí; la mejor y más reciente explicación fueron los Oscar de este año.
LA TOLERANCIA SURGE DE LA COTIDIANEIDAD
El cine es una enorme ventana que sirve para representar y decodificar nuestro mundo. A través del cine no sólo nos evadimos: comprendemos lo que nos rodea en el buen y en el mal sentido. Por supuesto, también están las ganas del espectador por tomar el mensaje directo o saber leer entre líneas, pero la gracia está ahí.
Si conseguimos que se vea normal que un blockbuster esté protagonizado por una actriz japonesa radicada en Estados Unidos, o que un personaje que en el cómic es blanco sea interpretado por un actor de color sin que nos preocupe otra cosa que no sea el guión, entonces actitudes como el racismo tendrán sus días contados. La tolerancia surge de la cotidianidad, así que deberíamos exigir más diversidad racial, y señalar el whitewashingcuando se presente, en las películas que nos traen de Estados Unidos, pero también en las que hacemos aquí en España.
La raíz de este racismo es que se tiene una idea del público, creemos, retrógrada. Y debemos exigir esa diversidad racial incluso cuando se publicita una película, como la reciente El héroe de Berlín. Podemos entender que el habilidoso juego de dobles sentidos entre raza y carrera del título original, Race, sea adaptado a una audiencia, la española, que puede no estar muy familiarizada con el tema, de ahí lo mayestático. Pero retirar el crédito a Stephan James, que interpreta a ese héroe de Berlín que fue Jesse Owens, es inapropiado y viene a decirnos que ciertas actitudes racistas no son exclusivas de Hollywood.
¿Es que la historia de un corredor negro en plena Alemania nazi no es lo bastante interesante en nuestro país, que tenemos que potenciarla con nombres de actores blancos que ni siquiera son muy famosos aquí, como Carice Van Houten? Quiero pensar que no.
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